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Laura Borràs, la ‘mestretites’ nacionalista salpicada por la corrupción

Laura Borràs, como Elsa Artadi o Míriam Nogueras, forma parte de esa nueva hornada de dirigentes independentistas que desplazaron a la vieja guardia convergente, más vacilante con las posibilidades de éxito del proyecto independentista. Las tres se integraron sin dudar en los sucesivos gobiernos de la Generalitat que tenían como principal objetivo la creación de un Estado catalán. Borràs explicó su salto en política como algo provisional y fruto del «momento excepcional» que vivía Cataluña. Pero, aunque esta filóloga de carrera no siempre estuvo en primera línea política, lo cierto es que ha trabajado la mayor parte de su vida profesional en entes públicos. Forma parte de este género tan abundante en Cataluña de revolucionarios sistémicos, que bien podrían ser un hecho diferencial: si en Madrid hay «liberales» a sueldo público, en Cataluña la clase dirigente y conservadora es ahora «revolucionaria». 

El caso de Borràs es llamativo porque, antes de ostentar un cargo público y siendo una prolífica tuitera, versionó al escritor Mariano José de Larra al llamar «burrocracia» a la administración estatal y compartió la definición de España como «un sistema de captura de rentas», que no «genera riqueza propia». Todo ello, sin apenas hacer crítica o autocrítica de los grandes tentáculos de la Generalitat, de la que ha salido altamente beneficiada. En la actualidad está imputada por el Tribunal Supremo por malversación, prevaricación y fraude por presuntamente haber realizado fraccionamiento de contratos para favorecer a sus amistades cuando estaba al frente de la Institución de las Letras Catalanas.

Su silenciado paso por la UOC

Borràs se licenció en filología catalana en 1993, fue profesora de la Universitat de Barcelona, y entre 2013 y 2018 ejerció como directora de la Institución de las Letras Catalanas (ILC), con un sueldo anual de 92.000 euros. Es también una de las firmantes del polémico manifiesto Koiné, que aboga por que la lengua catalana sea la única oficial en Cataluña. Borràs, además, considera el castellano un «idioma de imposición» fruto de la presunta «colonización» que sufrió la región.

Aunque en su perfil de Wikipedia no se mencione, la actual portavoz de JxCat en el Congreso también fue profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) de 1999 a 2009, aproximadamente. En una entrevista en La Vanguardia, aseguró que el vicerrectorado de la UOC no le apoyó en la creación de su proyecto Hermeneia, centrado en el estudio de la confluencia entre las tecnologías digitales y la literatura. Fue el Govern de la Generalitat quien le otorgó una premio como investigadora en 2001 cuyos fondos («30 millones de las antiguas pesetas») destinó íntegramente a este proyecto. Si se accede ahora a la web, no queda rastro de la iniciativa [ver aquí]. Poco después, explican fuentes académicas a este medio, salió del centro universitario por la puerta del detrás. Se sospecha que se fue mediante un «acuerdo de confidencialidad», aunque desde la UOC no dan explicaciones «sobre el fin de las relaciones laborales» con sus empleados, añaden a instancias de El Liberal

¿La nueva Rufián?

Su desembarco en política ha tenido sus frutos. Querida y respetada en los ambientes independentistas, es una mujer de armas tomar y que no rehuye la polémica. Sus cercanos le apodan «la geganta», por su elevada estatura. En el cara a cara es directa y está entregada a la causa independentista hasta el punto de representar el ala más radical del movimiento. Por esta razón, asumen sus interlocutores políticos, Puigdemont confía tanto en ella. 

El día de la constitución de las Cortes tras las elecciones del 28 de abril, cuando Junqueras y el resto de procesados fueron a buscar sus actas de diputados, dejó entrever su fuerte carácter y, también, su poca experiencia en la política capitalina. La diputada de Vox, Macarena Olona, se anticipó al resto de grupos a la hora de criticar la visita de los líderes independentistas. Borràs se acercó a su equipo para preguntar quién era y no pudo evitar su gesto de contrariedad al saber que se trataba de una representante de Vox. Su gestualidad suele ir en línea con su tono populista y, como la ultraderecha del partido de Abascal, ha tildado en reiteradas ocasiones de «enemigos» a sus adversarios políticos. 

«Da entender que salimos de una cueva»

La portavoz de JxCat en el Congreso representa, de alguna manera, el primer Gabriel Rufián, aquél que agitaba la discrepancia, más purista que pragmático, y que prometió estar solo 18 meses en las Cortes españolas. Pero sus biografías les distancia. Si el portavoz de ERC hace gala de sus orígenes de fuera de Cataluña, se declara aficionado de la Selección Española y tiene un talante abierto y cercano, Borràs vive todavía inmersa en su burbuja autorreferencial, relacionándose en su práctica totalidad con personas con las que comparte ideología. A diferencia de Rufián, explican sus adversarios políticos, tiene ese aire de maestra sabihonda. «Mestretites«, en catalán. En un debate electoral llegó a exhibir, como si de galardones se tratara, todos los libros que había publicado (Borràs es miembro de Grup 62, editorial que solo publica obras en catalán) en lo que parecía una técnica para dejar a sus oponentes constitucionalistas como unos incultos.

El presidente del PP en Cataluña, Alejandro Fernández, dijo de ella que «cada intervención que hace parece que esté dirigida a burlarse de todos los que no somos separatistas y a dar a entender que solo ellos leen, solo ellos van al cine y el resto salimos de una cueva».

Cobró en 2018 tres veces más que Junqueras

Con este bagaje profesional e ideológico, la filóloga nacida en Barcelona, que ocupó en 2018 la Consejería de Cultura y ahora es la mano derecha de Carles Puigdemont en el Congreso de los Diputados, ha presentado recientemente su declaración de patrimonio en las Cortes. Borràs cobró un salario tres veces mayor al de Oriol Junqueras en 2018. Si el condenado por sedición ingresó 16.633 euros como diputado en el Parlament y 12.416 euros de indemnización como exvicepresidente y exconseller de Economía, la portavoz de JxCat en la Cámara baja declaró un salario de 92.000 euros tras su paso por el ILC.

Además, es propietaria de dos coches, un Jaguar de lujo y un Toyota Auris, y comparte con su marido, el cirujano Xavier Botet, una vivienda en Barcelona adquirida en 1996. Borràs y Botet tienen una hija youtuber, que, siendo menor de edad, llegó a co-presentar un programa en Betevé, la televisión pública de Barcelona. La filóloga tiene también un alma artística: en 2017 mostró sus dotes musicales cantando junto a su amiga Montse Castellà, a quien posteriormente colocó como jefa de su gabinete de prensa en la Consellería de Cultura y, solo siete meses después, cesó del cargo. 

El ‘procés’, una «trituradora» de liderazgos

Muchos veían en Borràs un buen perfil para sustituir a Quim Torra al frente de la Generalitat, aunque para ello tendría que ser antes diputada autonómica. Fiel a Puigdemont, sigue enrocada en el bloqueo político en el Congreso hasta que no se permita un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Su distanciamiento de ERC es simétrico a su acercamiento a la CUP, a quien pidió en TV3 una candidatura conjunta. Su opción en las urnas, sin embargo, fue residual (7 diputados) respecto a la candidatura encabezada por Rufián, que fue la fuerza ganadora en la región en las elecciones del 10 de noviembre.

El procés ha resultado ser una trituradora de liderazgos. Si Elsa Artadi, concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, declinó ser la sucesora de Puigdemont para no quemar su futuro político, los problemas judiciales de Borràs complican su porvenir en la vida pública. De momento, la dirigente nacionalista ha jugado la misma carta que Jordi Pujol con el caso Banca Catalana, apelando a una presunta conspiración contra su figura por «motivos políticos». Pero, a diferencia del fundador de CDC, la diputada catalana no cuenta con el mismo apoyo en las urnas y las sospechas de corrupción han aparecido en los albores de su carrera política.    

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