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El nuevo partido de Puigdemont

Carles Puigdemont.

La gran noticia política del día es que dentro de tres semanas habrá una noticia. En estos momentos, según La Vanguardia, «Puigdemont ya tendría una fecha prevista para la asamblea constituyente de su nuevo proyecto: el sábado 25 de julio. El «proyecto» se llamará «Junts per Catalunya (JxCat)» —o sea, como hasta ahora, pero habiendo evacuado a los del PDECat reacios a disolverse—, con el inconveniente que JxCat es una marca electoral que pertenece al PDECat y tal vez alguien se resista a soltarlo. Antes de ese día se dará a conocer «un manifiesto fundacional, que incida en “la inclusividad” o “la radicalidad democrática” y que proyecte el “mandato del 1-O”», mucha metafísica para vestir una concentración de poder.

Tendremos pues un nuevo partido que se llamará como hasta ahora, si nada lo impide, y contará con la misma gente que hasta ahora, excepto los que se desmarquen. De lo que se trata, como informa El Periódico, es de que Puigdemont consiga una «marca con la que tener lo que ha reivindicado siempre desde su éxito electoral en el 2017: mando absoluto para diseñar una candidatura que derrote a su principal adversario, a parte de España, ERC».

Este diario expone los inconvenientes que debará superar el nuevo partido: «la falta de derechos electorales (Puigdemont no podría participar en debates electorales en televisión, ni tener minutos gratuitos en los medios de comunicación) y de una estructura territorial y de recursos económicos». Pero «sus fieles relativizan estos hándicaps asegurando que las redes sociales permiten en la actualidad tener relevancia y presencia pública, gracias al impacto de la figura del exjefe del Govern».

Otro inconveniente es el papel que Puigdemont piensar jugar desde el partido, a parte de ser el mandamás: «Si opta a ser ‘president’, o concurre en la lista electoral de forma simbólica. Si se inclina por la primera de las opciones, deberá responder a la cuestion de si tiene intención de intentar regresar a Cataluña (algo que provocaría su detención) o ejercer desde la distancia (lo que tampoco es viable, porque el Tribunal Constitucional ha decretado que no es posible una investidura telemática)». 

Pero esto no tiene gran importancia. A finales de 2017 ya se comprometió a volver a Cataluña si ganaba las elecciones. La lista más votada fue Ciudadanos, pero JxCat y ERC gobiernan en coalición la Generalitat desde entonces, sin que Puigdemont haya vuelto ni su credibilidad ante los fieles haya disminuido.

Rahola pide la disolución del PDECat

Pilar Rahola, en La Vanguardia, nos cuenta la reordenación en curso del «espacio que Puigdemont lidera de manera rotunda, y que se ha demostrado una maquinaria electoral exitosa». En este espacio, dice, «no se ha sabido nunca qué papel específico tiene —si es que tiene alguno—» el PDECat. 

Pues los demás siempre lo hemos sabido: con él empezó todo. Siendo el PDECat el nombre actual del partido antes conocido como CDC, su papel estuvo muy claro: fue la locomotora del proceso, hasta que en el deseado choque de trenes sucedió lo que todo el mundo veía venir, que descarrilaría. Y aún no han encontrado la manera de volver a subirse a la vía. 

Siguiendo la lógica de los procesos revolucionarios, ahora lo que les corresponde, como buenos moderados, es resignarse a que los extremistas ocupen su lugar. Y tienen suerte que la república no ha pasado de ser virtual; si ejerciera algún poder real, ya estarían en la cárcel.

Rahola no ve en ellos ninguna representatividad, los retrata como un  sindicato de cargos que no hace más que estorbar: «La cúpula del PDECat, enrocándose en posiciones numantinas —y yendo contra la propuesta de los presos y el exilio—, es una irresponsabilidad que se explica más por la lógica de mantener cuotas fijas de representación en la estructura final que por criterios políticos.» Ah, «los presos» y «el exilio», las preclaras entidades que sí saben lo que al país le conviene.

La única opción del PDECat es «la disolución en el gran movimiento que Puigdemont lidera», eso es a lo que Rahola llama «política a lo grande».

Puigdemont, en el espacio central

En Vilaweb, Pere Martí dice que Puigdemont pisa el acelerador ante la enojosa cuestión del PDECat, y ya habla de «batalla final». Por supuesto, la culpa del desacuerdo es de los que no quieren disolverse: «El presidente siempre ha defendido crear una nueva fuerza política transversal que reúna tantas sensibilidades independentistas como sea posible y ha decidido implicarse personalmente. El análisis que se hace tanto en Waterloo como en Lledoners [«el exilio» y «los presos»] es que, tras la negativa de la ejecutiva del PDECat, no se puede esperar más para constituir la nueva fuerza política.»

Las «sensibilidades independentistas», por ahora, se reducen a las que se han ido creando en torno al líder: «la Crida, Acció per la República, los independientes de Junts per Catalunya y Independentistes d’Esquerra». La multiplicación de entidades ha sido una de las características del proceso a la independencia, particularmente copiosa en el «espacio» postconvergente.

Vicent Partal descubre que los votos no tienen amo, y, como es habitual, cree que vivimos horas «bastante decisivas para la reconfiguración del sistema de partidos políticos en Cataluña».

En cuanto a lo que les podría pasar a los convergentes que no acaten la autoridad de Puigdemont, recuerda el caso de Unió Democràtica de Catalunya, que fue durante muchos años una cuarta parte de la coalición Convergència i Unió: «En 2015 UDC, que tenía trece diputados en el parlamento gracias al pacto con Convergència, se presentó solo y no consiguió sino unos cien mil votos, que no le sirvieron para entrar en el parlamento. De trece diputados pasó a cero. El partido había mantenido sistemáticamente, desde las elecciones de 1980, entre 8 diputados y 17 en el Parlamento de Cataluña, pero cuando se separó, y a pesar del intenso apoyo mediático que recibió, no consiguió ni una.»

Ése es el destino que aguarda a los que se apartan de «eso que parece ser el espacio central que representa Carles Puigdemont»

El PDECat está a la espera

Ferran Bel, diputado en el Congreso y secretario de organización del PDECat, ha hecho esta mañana unas declaraciones algo confusas a Catalunya Ràdio en las que ha dicho que no tiene constancia de la inminencia de ese nuevo partido, que la negociación no ha terminado, que no se están planteando la disolución, y que es importante que «se clarifique qué modelo de país queremos». 

No obstante, no descarta desvincularse del ex presidente. Ha dejado claro que «el problema no es Carles Puigdemont, tal vez lo es una parte de su entorno». Teniendo en cuenta que ese «entorno» se ha ido formando a su imagen y semejanza, ya está todo dicho.

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