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Ecos Independentistas: Ares Cases recopila los disparates de la pandemia

Govern de Cataluña/ Europa Press

Da la impresión que si no pasan más desgracias es porque Dios no quiere. En manos de los gobernantes que sufrimos, uno nunca sabe a qué atenerse. Si ayer nos tranquilizaban, hoy nos enervan, y pasado mañana nos dirán que no exageremos, que no hay para tanto.

Entre políticos despistados, asesores en la sombra, expertos que proliferan como hongos, eruditos a la violeta y sofistas de red social, la población está tan ansiosa de información veraz como saturada de improvisaciones.

Si sufriéramos una invasión, un día decidirían rendirse y al siguiente luchar hasta el último hombre; algún sabio saldría diciendo que todo es una conspiración del gobierno para tenernos callados; alguien creería descubrir que los refugios antiaéreos no protegen del bombardeo; otro nos consolaría con el argumento que si aprendemos a convivir con el enemigo seremos más fuertes, y algún otro, incluso bajo las bombas, intentaría convencernos de que el enemigo no existe. 

Ares Cases, que en octubre de 2017 hizo un hilo de twitter explicando por qué dejó de ser independentista —lamentablemente, no ha perdido actualidad—, ahora ha hecho otro en que reúne las tonterías más detonantes que han proferido los líderes y portavoces independentistas durante estos meses de pandemia. 

Son útiles para contrarrestar lo que dijo el presidente Torra el martes en sede parlamentaria: «Si una cosa no hemos hecho es aprovechar la gestión de esta pandèmia para hacer política independentista». Política independentista, tampoco se puede decir que hayan hecho mucha. De lo que sí se han hartado es de hacer propaganda independentista, y no precisamente en la línea de la «revolución de las sonrisas».

La vacuna que vendrá de América

Salvador Sostres, en el Diari de GironaLa millor idea del món—, se desahoga contra el gobierno de la Generalitat: «La Cataluña que tantas lecciones ha dado, que tantas competencias ha reclamado y que tanto se ha rebajado diciendo que si fuera independiente tendría menos muertos, ha acabado con el Segrià confinado por falta de control, de seguimiento de los casos: por falta de la mínima audacia, de los mínimos conocimientos y por un retraso que ya no parece ni siquiera intelectual sino simplemente mental. Me parece que aún alza pocos muros, el presidente Trump.»

Y así habla del presidente Torra: «Fuimos muy amigos, fuiste mi editor, y ahora el espectáculo de mezquindad y de negación con el que has destruido el país que tanto dices que amas, la poca vergüenza con la que has jugado con nuestras vidas y nuestra economía (que es lo mismo), y cómo has ensuciado, oscurecido y estafado todas y cada una de las cosas que decías que amabas ha sido demasiado salvaje para que te siga queriendo alguien que no sea exactamente de casa. De tu casa.»

Sostres aprovecha para elogiar a los Estados Unidos, que «continuan siendo la mejor idea del mundo», y a propósito de la vacuna que el presidente Trump ha anunciado para final de año, concluye que «lo más emocionante es que lo continuaremos insultando cuando vayamos a suplicarle cien mil dosis, o un millón, de su vacuna.

Cuatro años de PDECat

Josep Gisbert, en La Vanguardia, canta el réquiem por el PDECat, «el partido que no tendría que haber existido nunca». Fue fundado en julio de 2016, en un congreso que tenía que ser de trámite pero en el que «los cuadros y las bases (…) rechazaron una a una las propuestas realizadas desde arriba, empezando por el nombre que debía tener la nueva formación y acabando por los nombres que tenían que dirigirla». ¿A quién se le ocurre hacer asambleas y votaciones en un partido de tradición pujolista?

«El aparato no tuvo en cuenta que los cuadros y las bases que tenían que bendecir la transformación estaban hasta la coronilla de que se les impusieran las cosas desde arriba, con el estilo de la vieja manera de hacer política, y no previó que se rebotarían y no permitirían que prosperara nada de lo que les tenían preparado.» 

Pero que el nombre finalmente elegido no fuera muy afortunado es lo de menos, el pecado original de este partido es haberse dejado arrastrar al proceso de independencia, uno de cuyos grandes momentos fue la prejubilación de su líder, Àrtur Mas —¿ni esto consiguió encenderles las alarmas?— y haber dejado que las cosas se pudrieran tanto como para llegar al «fiasco de la declaración de independencia del Parlament y el traslado de Carles Puigdemont a Bélgica». 

Àrtur Mas tiene gran parte de la culpa, pero no toda. Salvador Espriu, en un poema que todo convergente debería conocer, dijo: «A veces es necesario y forzoso | que un hombre muera por un pueblo | pero nunca ha de morir todo un pueblo | por un hombre solo.» Cámbiese “pueblo” por partido, “hombre” por líder incontestado y “morir” por darle la razón y empezarán a entender dónde están ahora. 

Acaba Josep Gisbert con esta reflexión: «Ahora quizá algunos, o muchos, se dan cuenta del error de haber prescindido tan alegremente de una marca de éxito como CDC. Porque por muchos problemas que tuviera, que los tenía, y relacionados sobre todo con casos de corrupción —el PSOE y el PP también los han tenido y a nadie se le ha ocurrido que la solución fuera cambiar de nombre—, eran unas siglas con un capital político que se echa de menos.»


Mascarilla, o multa de 100 euros 

Vuelven las restricciones, la mascarilla será obligatoria desde hoy en las cuatro provincias que administra la Generalitat y se multará con 100 euros a quien no la lleve, aunque hay división de opiniones entre los científicos. 

El diario Ara cita a Miquel Pujol, jefe de enfermedades infecciosas del Hospital Universitario de Bellvitge, quien afirma que «parece muy probable el contagio a través del aire, y no sólo por las gotas de saliva», y cree que esta medida «se debería haber llevado a cabo antes».

Coincide Esther Calbo, del Hospital Universitario Mútua Terrassa: «El impacto de la medida cuando hay distancia física puede ser bajo, pero en cambio sí puede contribuir a consolidar un cambio de conducta.» Habría que añadir que la distancia de seguridad que nos recomiendan, de 2 metros o de 1,5 metros según los días, es de imposible cumplimiento en bares, restaurantes, comercios de alimentación, transportes colectivos y pasillos de edificios.

En cambio, Benito Almirante, del Hospital de la Vall d’Hebron, dice no conocer «ninguna base científica que avale la normativa» y que pocos países del mundo han aprobado una normativa semejante. «Se pregunta, además, si los ciudadanos que vienen de otros lugares del estado español la deberán utilizar, y si, cuando un residente en Cataluña marche a otra comunidad autónoma, podrá dejar de usarla.» En cuanto al contagio a través del aire, afirma que «sólo se da en espacios cerrados con poca ventilación».

De lo que no hay duda es de que habrá multa de 100 euros a quien vaya sin mascarilla en los espacios públicos a partir de este jueves, aunque es cuestionable desde el momento que la consejera de Salud, Alba Vergés, «ha reconocido que no se harán controles sobre el uso obligatorio de la mascarilla, por ejemplo en el ámbito laboral. “El objetivo no es hacer controles específicos, sino que todo el mundo interiorice estas medidas y cambiar ciertos hábitos”.»

Si hay vidas en juego, no parece muy sensato confiar en la «interiorización» que puedan hacer los ciudadanos. ¿No ha quedado bastante claro que la gente hace lo que le da la gana? ¿Y que quien quiere seguir al pie de la letra las instrucciones oficiales vive sumido en la confusión?

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