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ENTREVISTA | Teodoro León Gross: «Euskadi es un territorio de racionalidad si se compara con Cataluña»

El columnista de 'El País' cree que la pandemia ha evidenciado la necesidad de que el Estado autonómico se dote de instituciones federales

El periodista Teodoro León Gross.

Doctor en Periodismo y autor de ensayos como «El periodismo débil» (Almuzara), Teodoro León Gross (Málaga, 1966) es colaborador de medios como El País, Cadena Ser y Canal Sur, donde conduce el programa matinal Mesa de análisis. Para Gross, el nacionalismo y el populismo son tan difíciles de combatir porque vivimos «bajo la lógica de la democracia sentimental, una versión degradada de la democracia».

El director de comunicación de la Generalitat, Jaume Clotet, ha propuesto dedicarle una plaza de Barcelona al polémico ex presidente del Parlament, Heribert Barrera, que afirmó soñar con una Cataluña independiente «como la de la República: sin inmigrantes». ¿Es posible un nacionalismo libre de la pulsión xenófoba?

Es difícil; y en el caso de Cataluña, al menos para esta generación soberanista, parece irreparable. El nacionalismo, uno de los jinetes apocalípticos en la modernidad contra la modernidad, se expresa contra un otro, un enemigo al que se odia o se desprecia, o ambas conjuntamente. Como acabo de leerle al historiador Julián Casanova, la nación y la raza inspiraron los mayores crímenes del siglo XX. Del nacionalsocialismo al comunismo estalinista.

Recuerde el discurso de Vargas Llosa aquel 8 de octubre de 2017, en el que distinguió la pasión altruista y la pasión destructiva, que aflora cuando la mueven el fanatismo y el racismo, para concluir que el nacionalismo es la peor de todas: «religión laica, herencia lamentable del peor romanticismo». En el caso catalán, ese racismo de hechuras supremacistas es muy evidente. Heribert Barrera es la excrecencia de esa herencia del peor romanticismo, con mensajes no tan alejados a veces de Sabino Arana.

El Ayuntamiento de San Sebastián planea convertir el euskera en idioma preferente del consistorio y dominante en la rotulación de los comercios de la ciudad. ¿Qué opina de las políticas lingüísticas llevadas a cabo por los partidos nacionalistas?

Lo ocurrido en Euskadi y en Cataluña es diferente. En Cataluña, se ha percutido mucho más con el mensaje de que el castellano era una «lengua de imposición». Y efectivamente el Estado, en momentos de la historia, ha usado el castellano como lengua de imposición: pero lo opresor no era la lengua, sino el Estado, que restringía la libertad. Hoy eso sucede con el catalán, que es una «lengua de imposición», no porque lo sea el catalán, sino porque lo es el nacionalismo desde el poder, restringiendo la libertad y la pluralidad al servicio de la causa. La inmersión se ha pervertido.

Hemos visto a la consejera de Cultura, Angels Posa, reclamar que el castellano se recluya a «intimidad de los hogares», proscribiéndolo en el espacio público,  y a otros altos o ex altos cargos indignados porque en la televisión pública de Cataluña se pueda hablar la lengua que usa la mitad de la población. En definitiva, son expresiones propias del totalitarismo. Estos días, sectores independentistas han pedido al Parlament que despida a una camarera conquense empleada en la cámara catalana por haber salido en TV3 hablando en castellano. Sí, el nacionalismo tiende al totalitarismo.

«El entorno de Podemos, y en particular los ‘comunes’, han mostrado siempre predisposición a alinearse con el soberanismo y con el discurso del derecho a decidir, e incluso el discurso falsario de los presos políticos»

Teodoro León Gross

En Euskadi se entendió mejor el riesgo de la fractura social, y todavía se plantea una lengua preferente, no excluyente, y la rotulación mediante subvenciones, no multas. Euskadi hoy es un territorio de racionalidad si se compara con Cataluña.

Un artículo de London School of Economics atribuye el declive económico de Barcelona frente a Madrid a la fractura social originada por el procés. ¿Por qué datos como éste parecen tener tan poca incidencia entre los votantes secesionistas?

Si hay algo característico del procés y el postprocés es su capacidad para instalarse en una realidad paralela, una suerte de matrix donde las cosas son no como son sino como se quiere que sean. Su electorado se ha instalado en ese magma de consignas prêt-à-porter. Y esa capacidad de hacer resbalar la realidad, como un gore-tex ideológico, es muy corrosiva.  Jack Welch, el legendario CEO de General Electric que ha sido considerado mejor ejecutivo del siglo XX, tenía como máxima para ser eficaz precisamente la contraria: afrontar la realidad como es, no como fue o como podría ser.

Quiero ver con cierta esperanza la pérdida de apoyo entre jóvenes y núcleos urbanos mayores, o sea, más cosmopolitas. El último CEO, el barómetro de opinión de la Generalitat, mostraba que los más jóvenes son los menos partidarios en el apoyo a independencia por grupos de edad. En algunos casos, será por considerar esto una guerra de sus abuelos; en muchos, intuyo, porque acumulan problemas y ven esto como capricho de una generación acomodada que se ha olvidado de ellos. Woody Allen decía que no le gustaba la realidad pero era el único sitio donde podía comer un buen filete… y esos jóvenes quieren su filete.

La izquierda mediática aplaudió la destitución de la portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, como un giro del partido de Pablo Casado a la moderación. ¿Es una interpretación atinada?

Es un error de interpretación. La estrategia de Casado está definida por un idea obsesiva: impedir que Vox se convierta en la referencia de la oposición. Por eso se ha radicalizado el PP hacia la derecha protegiendo ese flanco. No ha habido moderación, como se ha constatado en la  primera sesión de control del curso.

Lo sucedido con Cayetana Álvarez de Toledo obedece, creo, a otro factor por cierto nada desdeñable: ella no es una militante más, sino una inteligencia inusual en las estructuras grises de los aparatos; pero un portavoz no puede ir por libre, sino portar la voz del partido. Era imposible. Cayetana era demasiado autónoma intelectualmente como para renunciar a su brillantez y convertirse en una apparatchik de Génova.  A esto hay que añadir otro factor: Cayetana es una liberal ferozmente antinacionalista, y por tanto se ha granjeado la aversión del nacionalismo con la complicidad habitual de la izquierda. 

«El oportunismo de cierto republicanismo en sus ataques ha logrado que muchos filorepublicanos lleguemos a pensar que las perspectivas republicanas son mejores bajo la monarquía de Felipe VI que con la ‘mayoría de la investidura’»

Teodoro León Gross

Los sondeos pronostican un hundimiento en las elecciones generales de Unidas Podemos, que podría perder en torno a 13 escaños. ¿A qué lo atribuye?

A las imposturas. Sus dirigentes, en el viaje al poder, han perdido mucho de lo que ofrecían tras el 15M como aire fresco de una nueva política. Han tardado muy poco en parecerse peligrosamente a la vieja casta. Por añadidura, hay que añadir su complicidad con el nacionalismo, aunque tengan espacio propio. El entorno de Podemos, y en particular los comunes, han mostrado siempre predisposición a alinearse con el soberanismo y con el discurso del derecho a decidir, e incluso el discurso falsario de los presos políticos. En la Diada de 2020, Iglesias dijo que era una oportunidad para recordar al President Companys, «referencia de la justicia social y la fraternidad republicana». «Por eso fue asesinado por el fascismo», añadió.

Fíjese que las dos hipótesis son malas: tanto si ignora que Companys se levantó contra la República, y fue encarcelado por ésta, como si lo sabe. Podemos conserva la vieja alianza sentimental con los nacionalismos cimentada en el franquismo; y sus fetiches ideológicos se imponen al carácter racista y xenófobo del independentismo, aun a sabiendas de que la Cataluña más rica trata de desprenderse de su solidaridad interior y con el resto del Estado.

Es probable que los presupuestos salgan adelante gracias al apoyo de Ciudadanos. ¿Le parece acertado el nuevo rumbo que Arrimadas ha impreso a la formación?

Sí, pero con matices. La mayoría de la investidura que Podemos insiste en reclamar supone una garantía de polarización cada vez más beligerante. Eso es malo para el país. Ciudadanos representa la única posibilidad de introducir una cuña que rompa ese bloquismo que sustituye al bipartidismo pero más extremista por la tensión de los partidos populistas. Ese rol de Ciudadanos es necesario y saludable. Por supuesto, en su debilidad actual, las posibilidades son muy limitadas. Y cuestión distinta sería que Cs, un partido ya con hechuras de especie en extinción, pueda cometer el error de aprobarle a Sánchez algo inaceptable. Ese sería el final.

«La cultura de la cancelación es un verdadero peligro para la libertad y la creación»

Teodoro León Gross

Pedro Sánchez ha apelado a la unidad para superar la crisis del coronavirus. Pero, ¿es ésta posible con la gestión repartida entre 17 territorios?

Yo no creo que haya que estigmatizar el Estado de las autonomías. Esta crisis sólo ha confirmado descarnadamente una patología que se adivinaba desde hace muchos años: el efecto de la carencia de instituciones federales para que lo autonómico no impida una gestión nacional de determinadas áreas. Las comunidades se han batido contra la racionalidad del Estado; y la tensión ventajista de las nacionalidades históricas arrastró a todos. Necesitamos instituciones federales, a partir del Senado, eficaces y sin complejos.

En la pandemia, primero Sánchez incurrió en un cierto «dejarme solo», para tratar de ejercer de Churchill con sus discursos sobreactuados del estado de alarma, probablemente persuadido de que no se desataría un desastre semejante, mientras las comunidades se desentendían. Después, al regresar las comunidades a sus funciones, es Sánchez el que se ha desentendido para que el fracaso corriera de cuenta de los otros. No se ha estado a la altura como Estado. Como decía estos días David Mejía, cuando nadie sabe con certeza si el culpable de nuestro fracaso es el Gobierno central o las comunidades autónomas es porque la culpa es del sistema en su conjunto.

Según una encuesta reciente, la mayoría de los españoles considera un error la marcha de Juan Carlos I a Emiratos Árabes. ¿Usted también lo cree?

Sí. Tres razones: su salida de España traslada cierta percepción de huida; dos, esa salida facilita los ataques de nacionalistas y podemitas a los que interesa debilitar la institución, por previsibles que resulten; y tres, Emiratos es un mal destino cuando se investigan pagos de teocracias del Golfo Pérsico. Creo que no se ha hecho un favor a sí mismo, pero, sobre todo, no se lo ha hecho a la Corona. Su hijo, que parece tener la herencia genética de doña Sofía desprovista de la simpatía campechana de los borbones, se bate con armas complicadas en tiempos populistas.

Por lo demás, el oportunismo de cierto republicanismo en sus ataques probablemente ha logrado que muchos filorepublicanos lleguemos a pensar que las perspectivas republicanas son mejores bajo la monarquía de Felipe VI que con la mayoría de la investidura. El republicanismo cívico, largamente analizado por Philippe Pettit, es un programa de valores, no de administración del Estado. Y hoy Felipe VI garantiza más solvencia que esa mayoría. Aunque incomode tanto al nacionalismo, al que interesa presentar a España como un Turquía, este país figura entre las democracias plenas del mundo. 

«Si hay algo característico del ‘procés’ y el ‘postprocés’ es su capacidad para instalarse en una realidad paralela, una suerte de ‘matrix’ donde las cosas son no como son sino como se quiere que sean»

Teodoro León Gross

La diputada de Vox por Almería, Rocío de Mex, ha dicho en relación a la inmigración que es una cuestión de superviviencia, de «ellos o nosotros». ¿Cómo combatir el auge del nacional-populismo?

Todo lo dicho sobre los populismos y el nacionalismo vale para Vox. Malos tiempos para combatirlos, bajo la lógica de la democracia sentimental, que es una versión deteriorada de la democracia. Lo que dice Rocío de Meer es simplemente falso, irreal; pero insisto, es consustancial a la dinámica nacional-populista crearse una realidad a medida. ¿Por qué este asunto iba a ser una excepción? Cuando la realidad entorpece, se reinventa. A Vox le interesa crear la imagen de un país invadido por quienes le arrebatan sus esencias; y crea ese relato. Pero toda sociedad se enriquece con el mestizaje, y España además necesita jóvenes inmigrantes para tener futuro, porque este país envejece con indicios de suicidio demográfico.

La novela Diez negritos, de Agatha Christie, ha pasado a llamarse en Francia Eran diez para no herir sensibilidades. ¿Deben adaptarse las obras artísticas a las exigencias de lo políticamente correcto?

Ya en el ámbito anglosajón pasó a llamarse Ten Little Indians y después Ten little soldier boys o los diez soldaditos. Al menos la opción francesa no es ridícula. Yo no establecería una regla cerrada, aunque tendería a no tocar las obras artísticas como regla. Bajo la coartada de que se pervierte la moral, se acabará pervirtiendo la libertad de creación. Es peligroso. Creo en la pedagogía, y no precisamente  al modo de HBO o Netflix, como se ha visto con Lo que el viento se llevó. La cultura de la cancelación es un verdadero peligro para la libertad y la creación. Notas a pie de página o antes de la película pueden dar contexto a quienes no lo tengan, pero hay que apelar a la inteligencia, no a los instintos.

Óscar Benítez
Óscar Benítez
Periodista de El Liberal. Antes, fui redactor de Crónica Global y La Razón; y guionista de El Intermedio.

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