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Quim Torra, como Malcom X

El president de la Generalitat, Quim Torra, en el Parlament. Foto: Europa Press

Cuando uno anuncia el fin del mundo y luego no sucede, no hay más que echarle cara y anunciar otra fecha. Lo hicieron los Testigos de Jehová en 1914, luego en 1975, y ahora ven en la pandemia una señal incuestionable de su llegada. Lo hicieron los que dicen interpretar el calendario maya: en 2012, luego en 2020, y ahora quién sabe. Y tantos y tantos otros.

Una subespecie de milenaristas son los que anuncian la inminencia de la revolución, o de un alzamiento largamente preparado, o de un cambio radical de sistema. Vicent Partal, desde Vilaweb, lleva años tocando esa cancion. 

Esto escribía el 1 de octubre de 2017: «España se ha deslegitimado por siempre jamás para defender nada, para pedir nada, ni siquiera para opinar nada sobre Cataluña. Hoy ha dejado de ser un interlocutor, convertida literalmente en un poder colonial, puesto al borde de la derrota.» 

Y esto veinte días después: «Volved a prepararos porque el próximo fin de semana será el más importante, políticamente hablando, de nuestras vidas.» 

Y el 28 de octubre, recién aplicado el articulo 155 a la administración autonómica: «Hemos de ser conscientes de que los ciudadanos y el resto de las instituciones del país están en condiciones reales de causar el colapso y la inoperancia del régimen antidemocrático que nos propone Madrid. Y de que, más allá de los episodios concretos de estos días, conseguir esta inoperancia será la victoria de la Generalitat y la victoria de la República.» 

La victoria de los catalanes contra el decadente, corrupto y maléfico Estado español era entonces inminente, tanto como lo es ahora; siempre es inminente, desde hace un montón de años.

La descortesía como deber

El miércoles 23 el presidente Torra compareció ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya y se acogió a su derecho a no declarar. Fuese y no pasó nada. 

Pero Partal ve ahí una hazaña nada anecdótica. Y establece un insospechado paralelismo: «Hay un concepto popularizado (…) por Malcolm X, que va como anillo al dedo al caso que nos ocupa y que define perfectamente el gesto que el jefe del gobierno catalán tuvo ayer con el tribunal: es el deber de la descortesía.»

Torra ya está a punto de pasar a la historia, y aunque no tiene la gallardía de Macià ni la pulsión destructiva de Companys, algo hay que hacer para envolverlo en épica. 

«Cuando el gran dirigente afroamericano [Malcom X] se propuso cambiar la relación entre su pueblo y los blancos, entendió que era imprescindible hacerlo a partir del cambio de actitudes, y no sólo de discursos. Y por eso propuso oponer a la tradicional sumisión tímida, al respeto a los blancos por el simple hecho de ser blancos, lo que él llamaba “el deber de la descortesía”, de la irrespetuosidad, de la insubordinación a las normas y los mitos y sobre todo a las exigencias.» 

Las opiniones del llamado Malcom X evolucionaron bastante, pero hay que aprovechar lo que se pueda: «Cuando se asume la descortesía como manera de hacer, cuando se hace eso que hizo ayer el presidente Torra, se ha acabado para siempre reconocer al otro, al blanco, al español, lo que sea, como superior.»

Hay que ver lo que puede dar de sí el ejercicio del derecho a no declarar. Torra, con «este pensamiento y esta manera de hacer y de comportarse», se convierte para Partal en un modelo a imitar. Si se generaliza, «será la prueba más tangible que algunas cosas profundas, muy profundas, van cambiando en nuestra sociedad».

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