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ECOS INDEPENDENTISTAS |La CUP no es ajena al patriarcado

El exdiputado de la CUP en el Parlament Quim Arrufat Foto: Europa Press

El lunes día 5 el diario Ara ha soltado que Arrufat se fue de la CUP con una denuncia interna por agresión sexual. «Con», en este caso, debe leerse como «a causa de».

Quim Arrufat fue diputado en la X Legislatura del Parlamento de Catalunya, de 2012 a 2015; era la primera vez que la CUP se presentaba y consiguió tres escaños.

En abril de 2019 anunció que dejaba la política activa y que no se presentaría a las municipales. Esto es lo que alegó: Necesito parar. Dedicar tiempo a casa. Al trabajo. A mí, también.

Según el Ara: «Cuando Quim Arrufat se fue de la CUP, en abril de 2019, justo antes de las elecciones municipales en que tenía previsto formar parte de la lista de la CUP en Vilanova i la Geltrú, lo hizo con dos denuncias internas por casos de abusos sexuales, uno de ellos una agresión. Dos episodios, uno del 2014 y otro durante los últimos meses de Arrufat como miembro del partido, que no fueron denunciados a la justicia ordinaria, sino que se trataron dentro del partido, a través de su comisión sobre casos de agresiones machistas y siguiendo los protocolos que tiene la CUP para tratar estas situaciones.»

A partir de esa información, la CUP saca un comunicado en que afirman: «Asumimos y reconocemos que se dan casos de agresiones en el seno de la organización y que la CUP no es ajena al patriarcado en general ni a las agresiones machistas en particular.»

El debate antropológico sobre el carácter patriarcal de nuestra sociedad escapa a la cuestión muy concreta planteada por la información del Ara: ¿qué pasó realmente con Arrufat? El comunicado nos deja prácticamente igual: «Quim Arrufat se encontraba dentro de un proceso de gestión de agresiones machistas y mientras se estaba gestionando a través del protocolo con que cuenta la CUP, abandonó la militancia en la organización.»

El fin de la militancia no puede significar la extinción de la culpa, si la hubo. Del comunicado parece desprenderse que existió una denuncia por agresión, pero dado que «la CUP respeta el anonimato y protección de la persona agredida para evitar victimizarla doblemente», sabemos quién es el acusado pero no el acusador.

Todos los partidos, todas las organizaciones de cualquier tipo, tienen tendencia a limpiar en casa la ropa sucia, pero si ha habido algo delictivo en la actuación de Arrufat, debería haber una denuncia en comisaría. Una denuncia inmediatamente después del hecho, no al cabo de años. Aunque eso suponga acogerse a las leyes del Estado «represor» y «demófobo» —allá cada cual con sus contradicciones—, el delito ha de ser demostrado y castigado.

Los procesos internos perjudican a todo el mundo: al partido, porque da la impresión de querer amagar la verdad; a la víctima, si la hay, porque no consigue reparación, y al acusado, porque no puede defenderse de una acusación que no se formula.

Ruido y polémica

Luego el aludido Arrufat ha sacado su propio comunicado para decir que las actitudes que me atribuye el Ara no son ciertas. Afirma que «no contribuiré a generar ruido y polémica, forzosamente simplista, aún menos a las puertas de unas elecciones, para desprestigiar a la CUP». Pero si el hombre ya no está en la CUP, el desprestigio recae principalmente en él.

Algo que, seguidamente, reconoce cuando acusa al mensajero: «El Ara recibió unas informaciones anónimas, derivadas de rumores, a raíz de mi entrevista a Vilaweb, que tenían por objetivo atacar a mi persona.» Parece estar muy al tanto de los rumores que circulan sobre él, motivo de más para proclamar su versión de lo sucedido.

La entrevista a Vilaweb Ja no sóc militant de la CUP— fue en junio pasado. En ella hablaba, entre otras cosas, de su iniciativa de crear, junto con Xavier Domènech, de Catalunya en Comú, el Instituto Sobiranies —nacido «para promover el debate, la reflexión, el análisis y la formación, en el amplio campo sociopolítico de la izquierda soberanista catalana»—.

Sobre la militancia que dejaba atrás, manifestó: «Tras dejar el secretariado nacional tuve varias y decisivas decepciones políticas con la CUP. El ánimo general, no únicamente en la CUP, era un nubarrón oscuro, de mal ambiente y de buscar culpables en todas partes, de no ver futuro y de querer pasar cuentas (…) Vi que se agotaba el ciclo personal, de energía, de ideas.» ¿Alguien quiere atacarle por esta entrevista? ¿O por tener opiniones propias?

La opacidad del partido da pie a preguntarse si detrás de la acusación por agresión sexual no se esconde un ajuste de cuentas político. Es sólo una suposición; pero si no se aclara todo el asunto, las agresiones sexuales también se quedan en suposición.

El caso Boya

Tampoco se ha aclarado todavía el caso de la también diputada de la CUP Mireia Boya, que dimitió del secretariado nacional porque por allí había alguien que le hizo sufrir un «episodio continuo de agresión psicológica». Emitió un comunicado el 29 de marzo de 2019, aclarando que el agresor «no es miembro del actual Secretariado Nacional ni del grupo parlamentario, sino un militante con quien he tenido que compartir espacios».

Pocos días después, el 5 de abril, fue cuando Arrufat anunció que no se presentaría a las municipales por Vilanova i la Geltrú después de pensarlo mucho.

Surgen preguntas elementales: ¿Es Arrufat el acosador de Boya? ¿O es otro? La cúpula de la CUP es un grupo relativamente pequeño de personas. Cuando Boya lanzó su acusación anónima, ¿no se ofendió nadie?, ¿no vieron la necesidad de aclarar la situación?, ¿de impedir que las sospechas recayeran en inocentes?

Y, puestos a preguntar, ¿cómo sería la «república feminista» a qué dicen aspirar los de la CUP?

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