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¿Quién no quiere asaltar el Capitolio?

La polarización del electorado en torno a dos opciones radicalmente antagónicas lleva a menudo a resultados finales muy ajustados. En estas circunstancias, es fácil que surjan sospechas de fraude. El trasiego de los votos por correo y el ignoto funcionamiento de las máquinas de cómputo ayudan a especular sobre manipulaciones que inclinarían la balanza ligera pero suficientemente hacia el lado correcto.

La crisis generada por las últimas elecciones presidenciales americanas podría reproducirse a pequeña escala en escenarios menores como Cataluña. Ya ha habido alguien que ha dicho ¿Voto por correo? ¡No, gracias!. Joan Fonollosa, en un artículo publicado en Unilateral.cat el 30 de diciembre, advierte a los independentistas del peligro que tiene votar por correo y les conmina a no hacerlo.

Parte de la idea, nada original, que las próximas autonómicas «son unas elecciones decisivas, en las que el proyecto de independencia se juega el ser o no ser». Hemos oído tantas veces esa advertencia que ya nadie se inmuta. La novedad sería que alguien dijera que serán decisivas porque nos jugamos el ser o no ser de la autonomía, el imperio de la ley y la continuidad del país.

Y seguidamente razona que, «si son decisivas para nosotros, significa que también lo son para el otro lado, que lógicamente también jugará sus cartas». El otro lado, o sea España, ya se sabe, nunca juega limpio. Fonollosa tiene la mosca detrás de la oreja debido a la que llama «la propuesta estrella de la Generalitat, (…) favorecer el voto per correo». Afirma que «la propuesta parte de ERC y la Junta Electoral Central la ha bendecido», lo que se convierte en una prueba de su maldad intrínseca. Ahora que las encuestas parecen anunciar una victoria de ERC, ¿Cómo puede ser que esté «la tan neutral y ponderada JEC facilitando que un partido independentista gane las elecciones? ¿La misma JEC que sirvió para inhabilitar al presidente Torra? Raro.»

Pasa por alto que votar por correo facilita el voto, no el voto a ningún partido concreto, a no ser que se haya detectado en los votantes de ERC una significativa predisposición a no desplazarse a los colegios electorales. También pasa por alto que la JEC no inhabilitó al presidente Torra, lo hizo el Tribunal Supremo porque incumplió una orden de la JEC, algo que podía haber evitado perfectamente.

¡Nos roban los votos!

Por otra parte, le «llama la atención la proliferación de candidaturas digamos que provenientes del mundo catalanista, que están saliendo como setas y que difícilmente obtendrán ningún escaño, pero que entre todas pueden llevarse un buen puñado de votos». No son trigo limpio, está claro. Su veredicto es contundente: «No estoy diciendo que los dirigentes de estas candidaturas estén trabajando voluntariamente contra la independencia: digo que los profesionales —infiltrados, instigadores o directamente extorsionadores— han hecho su trabajo.» Nadie en esas candidaturas —PDECat, PNC, Demòcrates, Primàries, FNC…— se ha dado por aludido de momento.

En el otro lado tienen una estrategia. Favorecer a ERC, ya que «sus dirigentes han pactado en Madrid pararlo todo, a saber a cambio de qué». ERC es «el independentista bueno (…) el submarino para reconducir el proceso hacia la independencia en un neoautonomismo digerible». Por eso, y a pesar de que «está perdiendo apoyos entre los independentistas a marchas forzadas», sale tan bien parada en «encuestas debidamente cocinadas». No hace falta decir que Joan Fonollosa está claramente alineado con JxCat.

Y ahora viene lo mejor: el voto por correo forma parte de esa estrategia del «otro lado» para manipular el resultado de las elecciones catalanas y poner la presidencia de la Generalitat en manos de ERC. «Resulta que el sistema de voto por correo es de una fiabilidad muy baja. Empezamos por el hecho de que Correos es una empresa estatal, controlada por “servidores del Estado”, y que los procedimientos facilitan enormemente la posibilidad de manipular el voto por correo si se quiere. Y es evidente que se querrá.»

En apoyo de su aserto, cita un estudio de las elecciones pasadas que concluye que «Ciudadanos obtuvo unos seis escaños más gracias al voto por correo manipulado, en detrimento de ERC, JxCat y la CUP» —lo analizaremos otro día—. Dado que el voto presencial «es mucho más difícil de manipular», la conclusión de Fonollosa es que «hay que ir a pie de urna y depositar la papeleta física dentro de la urna física».

Pues bien, cuando alguien se presenta a las elecciones sosteniendo la premisa que el sistema de votaciones está trucado y controlado por autoridades que están decididas a perjudicarle, pueden pasar dos cosas: O bien consigue un resultado aceptable, con lo que dejará de hablar del tema inmediatamente; o bien no lo consigue, con lo que sus seguidores se sentirán frustrados, estafados y resentidos, y sus líderes actuarán en consecuencia, estimulando sus miedos y sus bajas pasiones. En este caso, serán fácilmente conducibles a ocupar edificios o cortar carreteras. Estamos avisados.

¿Qué esto no va a pasar nunca aquí? Todo parece imposible hasta que sucede. Vean este tweet:

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