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Ecos independentistas| Josep Sort, maestro del insulto

El expresidente de Reagrupament, Josep Sort/ Reagrupament

Ya se sabe que las opiniones y comentarios vertidos en Twitter son la versión virtual de los disparates que se dicen a altas horas en la barra de un bar —que se decían, cuando había bares— y nadie debería concederles demasiada importancia. 

El problema es que los políticos y a remolque suyo los medios de comunicación —o tal vez ha sido a la inversa— sí han empezado a darles importancia. En la vulgarización de la política, primero fueron los discursos ante un público sólo de militantes, luego las opiniones cazadas al vuelo al entrar o salir del despacho, y ahora, más fácil todavía, el tweet que sintetiza una toma de postura y ya viene con el titular hecho. 

En este barrizal, politicastros sin escrúpulos pueden labrarse una reputación con poco esfuerzo. El razonamiento está excluido de entrada, y su lugar lo ocupa la afirmación que no admite réplica. Cuanto más detonante es la frase, mejor puntúa. Apelar a las bajas pasiones es un requisito fundamental, y matizar es de cobardes. 

España está acabada

Los excesos verbales de Josep Sort eran conocidos desde hace años. Dejemos los tweets, ahora oportunamente evocados, y repasemos algunos artículos suyos, que es de suponer que no fueron escritos al calor del momento sino como resultado de alguna mínima reflexión.

Esto escribía en enero de 2014La insignificança d’Espanya—: «España, incluso contando con Cataluña en su interior, es un estado que no cuenta para nada en el mundo mundial». Y, muy quijotescamente, mostraba así su conciencia humanitaria: «Cataluña, cuando sea independiente, propongo que destine una partida de ayuda solidaria —esta sí que lo será de verdad— para que la sociedad española no tenga que sufrir la inutilidad de sus gobiernos, su corrupción y su ineficacia.» 

En mayo de 2017, habiéndose producido largas colas en el aeropuerto del Prat a causa de una pésima gestión, aventuraba una hipótesis conspirativa —Es vol provocar un nou Scala—: «La desesperación de los españoles es tan grande, porque ven perdida Cataluña, que ya hemos entrado en la fase psicópata, como cuando los nazis veían perdida la guerra y se dedicaban a cometer barbaridades a punta pala, sin importarles las consecuencias.» La acumulación de personas dentro del aeropuerto, que «como todo el mundo sabe es uno de los objetivos principales del terrorismo, es una situación de alto riesgo, provocada por los españoles. Cualquier organización extremista puede aprovecharlo y provocar una masacre, de manera que se relacione la imagen del Prat, y por extensión de Cataluña, y por extensión de la causa independentista, con esta tragedia». Sin embargo en octubre de 2019, cuando un nutrido grupo de independentistas fueron a ocupar el aeropuerto no apreció ningún peligro.

El pasado junio, ya entrando decididamente en campaña —Blanquejant Espanya—, manifestaba: «Hay que prepararse para el reto de las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña con el fin de reventar a los que han demostrado últimamente su condición de amigos de los españoles. Una actitud que ha dolido a muchos patriotas que han constatado que toda su buena fe se ha visto traicionada por grupúsculos dirigentes que sólo se preocupan de su comedero o de mantener un statu quo que les garantiza un nivel de vida más que acomodado.» Los ajustes de cuentas, dentro del campo independentista, están claramente anunciados. Si llegan a gobernar juntos otra vez, habrá que recordar este clarificador punto de partida.

La grosería como valor político

La superficialidad en la argumentación, el desprecio por el adversario y la inminencia de un desenlace que satisfará las ansias independentistas y hará desaparecer España del mapa son ingredientes del discurso independentista desde hace muchos años. Josep Sort es sólo uno de ellos. Mediante un grupúsculo llamado Reagrupament, ha llegado a ocupar el nº 65 de la lista por Barcelona de JxCat —el partido de Waterloo siempre intenta parecer una gran coalición— del que ha sido descabalgado inmediatamente después de cometer un tweet insultante contra Ada Colau: «Colau no es nada más que una puta histérica española». Es imposible encontrarle la gracia, ni siquiera a altas horas de una noche bien regada.

Un observador lejano podría pensar que su presencia en la lista obedecía a méritos políticos, a pesar de ocasionales excesos verbales; pero no, es más bien al contrario: son sus excesos verbales, su grosería y su simplicidad lo que le ha mantenido en el candelero. Todo el mundo tiene un mal momento, pero Josep Sort tiene muchos. Basta recorrer sus afirmaciones a lo largo de los años. Y es llamativo que en su denso curriculum aparezca su participación como profesor en un Diploma de postgrau en resolució de conflictes públics i mediació comunitària el 2016 en la Universitat de Girona. Cuando a veces piden un mediador o un relator para hipotéticas negociaciones, habrá que ver llegado el caso que el mediador no haya sido alumno de Josep Sort.

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