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Salvador Illa viene seguro, las vacunas no tanto

El candidato socialista a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa. EP.

Hemos puesto nuestra economía, nuestra salud y, en último término, nuestras vidas en manos de perfectos irresponsables. Cada día que pasa uno se da cuenta que, si la situación es susceptible de empeorar, las autoridades no sólo no harán nada por impedir que empeore sino que encontrarán la manera más rápida de que lo haga.

La llegada de las vacunas, que en diciembre se anunciaba como el principio del final, pero no el final, aún está en el principio del principio. Joan Vall Clara, en el Punt-Avui, resume así la situación el miércoles 27 —Pura propaganda—: «Ahora que ya hace un mes, en España se han dado 1.237.593 pinchazos. Multipliquen y dividan, y verán que con esta media necesitan más de 50 meses (4 años) para hacer el 70% de la inmunidad de rebaño que el ministro saliente y su presidente han prometido reiteradas veces para finales de junio, de aquí a 5 meses.»

No sólo el ritmo es lento sino que se interrumpe. Informa la Vanguardia que Catalunya prevé quedarse sin vacunas este viernes. Peor todavía: «10.000 personas que recibieron la primera dosis no recibirán ahora la segunda». La recibirán más tarde, o sea: vuelva usted mañana. Según Josep Maria Argimon, secretario de Salud Pública de la Generalitat, eso «en principio no será un problema». En principio. Veremos más adelante.

Las ganas de salir del bucle

Y en esto que el ministo de Sanidad acaba de dimitir para dedicarse a hacer de candidato socialista a la Generalitat. Lo extraño es que, en estas circunstancias, y después de una gestión tan poco lucida, los independentistas en el gobierno catalán teman tanto lo que llaman el «efecto Illa», hasta el punto que las malas lenguas han especulado con que el intento de desconvocar las elecciones del 14 de febrero y trasladarlas al 30 de mayo obedecía al temor a competir con él. Sin embargo, es más probable que esos cuatro meses fueren tiempo suficiente para mejorar su imagen y hacer olvidar su paso por el ministerio.

Javier Melero, el martes 26 en la VanguardiaEl aplazamiento —, viene a decir que, sean cuando sean las elecciones, no le irá demasiado mal: «Al señor Illa, para salir bien librado, tan solo le hace falta hablar lo menos posible y aparecer ante los medios con esa pose circunspecta que tanto le asemeja al gerente de una funeraria de postín. Ya serán sus competidores los que, con la habilidad cinegética para la que están especialmente dotados, acaben por pegarse un tiro en el pie.»

Hay un cierto y justificado temor por el malestar general de la ciudadanía, y bastante incertidumbre por cómo vaya a traducirse ese malestar en términos electorales. Ante la enorme crisis sanitaria y económica existente, es comprensible que muchos electores no aprecien como el mejor de los remedios la persistencia en el desafío institucional del que los partidos independentistas parecen incapaces de salir. Y así, como dice Melero, «la experiencia reciente podría hacer que el electorado recompensara cualquier mínima expectativa de acabar con el bucle que paraliza Catalunya».

Dejando al margen las discrepancias ideológicas, todo el mundo ha visto que el cargo de presidente de la Generalitat, «en los últimos tiempos, suele atraer a las personas menos adecuadas para ejercerlo», y conviene volver a ponerlo en manos de alguien que entienda su función y se haga cargo del país entero.

Con mítings no hay confinamiento

Lo que ha acabado de desmoralizar a muchos ciudadanos es que las restricciones de movimientos caigan rendidas ante la campaña electoral. Tenemos una pandemia pero vamos a hacer mítings como si no pasara nada, nos dicen ahora. Incluso Vilaweb no puede por menos que titular: Indignació i sorpresa perquè el govern permeti de trencar el confinament municipal per anar a un míting.

Uno no puede ir a ver a amigo o un pariente que vive en el municipio de al lado pero podrá moverse por todo el país si va a asistir a un míting político, y ello «constará como uno de los supuestos que recoge el certificado de autorresponsabilidad». Si las elecciones no se suspenden, podríamos ver cómo algunos irresponsables organizan excursiones hasta la puerta de varios mítings, por hacer algo.

Por supuesto, nos dicen, asistir a un míting será seguro, puesto que ya se encargarán los organizadores de garantizar el aforo, las distancias y toda la pesca. En este país, cuando se analizan las diferentes actividades una por una todas son seguras: el transporte público es seguro, la escuela es segura, las salas de concierto son seguras, la hostelería es segura (pero sólo a mediodía, por la noche no) y ahora los mítings son seguros. Pero ¿dónde se contagia la gente?

Hace años que a un míting electoral sólo va gente del partido que lo organiza, incluso de la facción del partido a la que pertenece el candidato, por lo que los argumentos sobre el derecho a la participación son bastante obsoletos. Pero esta es la manera como se hacen las campañas desde hace bastantes legislaturas, y no vamos a cambiar de costumbres por una pandemia. Para que el ciudadano se entere de que toca votar, necesita ver en el telediario unas imágenes bien seleccionadas de varios mítings, con los respectivos candidatos pronunciando alguna frase clave, ante un público que aplaude fervorosamente.

Por si alguien tenía dudas, Ismael Peña-López, director general de Participación Ciudadana y Procesos Electorales, ha declarado, el miércoles 27 en Rac1, que donde no llega la ley, que llegue la responsabilidad de los partidos. Si la tuvieran, cancelarían todos los actos de masas, aunque sean masas más bien reducidas, ya que si se está potenciando el teletrabajo y las reuniones por videoconferencia siempre que es posible, los partidos deberían dar ejemplo, puesto que nada es más teletrabajable que un míting.

Y, que no cunda la abstención, los colegios electorales serán seguros. «No habrá ningún lugar de la vida pública con más seguridad que los locales electorales», afirma Peña-López. Pero como el miedo es libre y la desconfianza en nuestras administraciones está más que justificada, un millar de personas convocadas a mesas electorales ya se están organizando para no ir: «Nosotros no promovemos la negación a ir a una mesa electoral, pero no queremos que nos obliguen a ir en estas condiciones.»

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