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Ecos Independentistas/ El reparto del pastel

Pere Aragonès conversa con Laura Borràs Foto: Efe

Quién sabe si están negociando desesperadamente y contra reloj, pero en principio no lo parece. La Semana Santa impone una cierta relajación y los discursos, tan apremiantes de los días pasados, pronto caen en el olvido.

Salvador Sostres, en Abc, desvela algunas de las condiciones que JxCat exige a ERC: «Elsa Artadi a Economía. Damià Calvet conserva Territorio y Sostenibilidad. Anna Erra, Educación. Joan Vall i Clara, editor de El Punt Avui, o Xevi Xirgo, director del mismo periódico, serían el secretario de Difusión. José Antich, presidente de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales o director de TV3. Éstas son las condiciones que JxCat exige a ERC para votar la investidura de Pere Aragonès. De fondo, Puigdemont quiere conservar el mando y los recursos del Consell de la República, y que el Govern se pliegue a sus directrices.»

«Ya se sabe que quien parte y reparte se lleva la mejor parte. En el asunto de las subvenciones no sólo hay que ser objetivo sino también parecerlo»

Es lógico que JxCat tenga aproximadamente la mitad de las consejerías y esos nombres no son ninguna sorpresa. Los citados para gestionar el control de los medios, en cambio, supondrían una operación demasiado descarada. Ya se sabe que quien parte y reparte se lleva la mejor parte. En el asunto de las subvenciones no sólo hay que ser objetivo sino también parecerlo.

A por otro “estado mayor”

En espera de que se resuelvan las cuestiones importantes, o sea el reparto del pastel, el independentismo sigue multiplicando las entidades. Ya en el preacuerdo entre ERC y CUP, del 23 de marzo, se menciona un «espacio de debate estratégico» o «mesa de dirección estratégica» —aunque no es lo mismo debatir que dirigir—; ahora ERC, en declaraciones de Sergi Sabrià que recoge Vilaweb, habla de una dirección colegiada del independentismo, que esté «inspirada en el “estado mayor” del 1-O» y que sea «autónoma aunque formalmente funcione bajo el paraigües del Consell per la República».

En ese nuevo organismo tendrían que estar presentes todos los partidos y asociaciones independentistas, no queda claro con qué criterio de representatividad. A saber por qué tendría que funcionar «bajo el paraigües del Consell per la República» si ya todo el mundo tiene claro que, al menos por ahora, no es más que un instrumento de JxCat y más específicamente de Puigdemont. Y es un misterio qué sentido tiene si, como dice Sabrià, «aquí quien manda son las urnas, el parlamento y el gobierno» y «no se aceptarán tutelas, esto ha de quedar clarísimo».

Basta de malabarismos

En Nació Digital, FrancescMarc ÁlvaroDe portes endins, demasiado inteligente para no ver venir el desmoronamiento del tinglado, reflexiona: «Los argumentarios han caducado y apestan (…) La rabia y el pasado pesan más hoy que la ilusión y el futuro. La política del reproche es un callejón sin salida donde sólo hacen vida los tontos, los cínicos y los náufragos.»

«Los argumentarios han caducado y apestan (…) La rabia y el pasado pesan más hoy que la ilusión y el futuro. La política del reproche es un callejón sin salida donde sólo hacen vida los tontos, los cínicos y los náufragos»

Francesc-Marc Álvaro

De manera algo críptica, explica así el muy relativo éxito del independentismo en las últimas autonómicas: «Hemos votado, sobre todo, para que no digan que estamos muertos. Que Llarena, Marchena y toda la tropa no crean que nos han enterrado. Que sepan que existimos. ¿Cuánto tiempo me valdrá —os valdrá— esta coartada antes de despedir a los gestores de la mala suerte?»

«Ha llegado la hora de guardar los malabares y pensar nuevos caminos. Ha llegado la hora de dejar de ordeñar los espejismos»

Francesc-Marc Álvaro

A nadie le gusta reconocer los errores; a los políticos, menos, a los políticos independentistas les provoca pánico. Pero Álvaro les advierte: «Ha llegado la hora de guardar los malabares y pensar nuevos caminos. Ha llegado la hora de dejar de ordeñar los espejismos.» Frase esta última que suena tan mal en catalán —«munyir els miratges»— como en castellano, pero cuyo sentido parece evidente: que no nos vendan más fantasías.

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