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ERC y Junts son como la Pepsi y la Coca-Cola del «procés», que dirían Perón o Billy Wilder

Pere Aragonès conversa con Laura Borràs Foto: Efe

El de Perón, continúa siendo el más longevo de los populismos, con lecciones que perduran. Respecto al nacionalpopulismo catalán y su procés, compartido por ERC y Junts sin apenas diferencias sustanciales entre sí, vendría al pelo estos días el célebre juicio de aquel general de multitudes, discursos y gobiernos siempre convulsos. «Los peronistas«, advirtió, «somos como los gatos. Cuando parece que nos peleamos es porque nos estamos reproduciendo»-

Las querellas internas les sirven para reproducirse, a los indepes en el procés como a los peronistas en lo suyo, porque en ellas se trata meramente de dirimir poderes y enfatizar qué, quien o quienes resultan más o mejores peronistas o indepes en propaganda, prácticas o jerarquías, Y así, al tiempo que discuten, los eventuales contendientes amplifican los discursos populistas correspondientes y contribuyen a ampliar las bases que les mantienen.

«Las querellas internas les sirven para reproducirse, a los indepes en el procés como a los peronistas en lo suyo, porque en ellas se trata meramente de dirimir poderes y enfatizar qué, quien o quienes resultan más o mejores peronistas o indepes»

ERC y Junts, ahora en tratos para formar gobierno, dirán que disputan sobre cual de sus dos marcas y a la vez aparatos alcanzarán antes y mejor la independencia, erigida como explicita finalidad suprema. Dado que se trata de populismo, la sitúan por encima de leyes o razones mayores, tanto si hay crisis con o sin pandemias, o si así hunden el mundo, la convivencia, lo que en esta España queda todavía común o, ya puestos, la Unión Europea, bréxits mediante.

Entre ERC y Junts, tal como se vuelve a constatar, no hay diferencias ideológicas sensibles. Vienen a ser el mismo nacionalpopulismo presumido de izquierdas, como el peronismo en otro modo. Se trata de dos aparatos burocráticos, el de ERC y el de Junts, con funcionarios públicos a la vez que de partido, con sus respectivas carteras de proveedores y de clientes, y sus asimismo respectivas apetencias en la parte «extractiva», sobre las que ahora negocian.

«Entre ERC y Junts, tal como se vuelve a constatar, no hay diferencias ideológicas sensibles. Vienen a ser el mismo nacionalpopulismo presumido de izquierdas, como el peronismo en otro modo»

Si antaño hubo diferencias entre ERC y Junts, sus experiencias compartidas en el procés las han borrado. Aun siendo viable en aquello de la «corrrelación de fuerzas», a ERC se la ve tan lejos de aquel «tripartit d’esquerres» de cuando Pasqual Maragall y Montilla, como cerca a estas alturas del Junts de Puigdemont, a quien tampoco le faltan elementos procedentes de las diversas estelas, Iniciatives o Enteses, que dejó el PSUC tras su ya tan lejano estallido.

Ni siquiera basta lo del postpujolismo, para diferenciarlos. A fin de cuentas, ERC consiguió sobrevivir como simple muleta de Pujol y gracias a fondos patronales, Foment ya en 1980, después que incluso en el exilio se extinguiera por si sola y, a la muerte de Franco, renaciera de la mano de unos pocos fanáticos perdidos y de meros oportunistas, entre los cuales el maoista Partido del Trabajo de España que, olvidado o no, puso los votos en 1977.

La historia siguiente es, por lo demás, bien conocida desde el primer día. Josep Tarradellas la expuso en aquella imprescindible carta que en marzo de 1981, hace justo 40 años, envió al entonces director de La Vanguardia, Horacio Saenz Guerrero, que de modo significativo, se resistió a publicarla. El separatismo encarnado por Jordi Pujol, un demagogo y profesional de fraudes fiscales, administrativos y políticos, empezaba a adueñarse de Cataluña entera.

«El separatismo encarnado por Jordi Pujol, un demagogo y profesional de fraudes fiscales, administrativos y políticos, empezaba a adueñarse de Cataluña entera»

De la política al marketing, y en cuanto a las actuales relaciones entre Junts y ERC, se podría recurrir igualmente a otro ejemplo, si no análogo sugestivo: la legendaria rivalidad entre la Pepsi y la Coca-Cola. Ambas marcas facturan, sabido es, un producto de lo más idéntico, elaborado además por fábricas de licenciatarios o concesionarios externos, y sin embargo las dos deben buena parte de su grandes éxitos comerciales a hacerse mutua competencia.

«Entre Junts y ERC, se podría recurrir igualmente a otro ejemplo, si no análogo sugestivo: la legendaria rivalidad entre la Pepsi y la Coca-Cola. Ambas marcas facturan, sabido es, un producto de lo más idéntico, elaborado además por fábricas de licenciatarios o concesionarios externos»

Se trata de falsos contrarios, a quienes por idénticos les conviene ir separados hasta cierto punto y, para diferenciarse y rivalizar, efectuar colosales inversiones publicitarias. Pero bien les funciona, al extremo que el «sabor de cola» es el más consumido en el mercado mundial de las gaseosas. Y, en su versión política catalana, la fórmula ERC versus lo que ahora llaman Junts lleva años arrasando literalmente toda Cataluña, incluidos enclaves metropolitanos.

Nadie recuerda, ni siquiera imagina ya, que el PP gobernó durante años alcaldías como la de Sant Carles de la Rápita, donde ya ni existe, o que Igualada, Manresa o Manlleu fueron auténticos feudos del PSC. Ahora, como en la mayoría de municipios de Cataluña, o bien los gobierna ERC o bien Junts, de forma indiferenciable y, en más sensible, sin alternativa alguna. O separatismo o el mismo separatismo, en simple cambio de nombre o de marca.

«O separatismo o el mismo separatismo, en simple cambio de nombre o de marca»

No hay más discurso que el del separatismo, el cual en su deriva ha excluido cualquier tema que no sea estrictamente el de su poder. En la actual negociación previa a la formación del gobierno autonómico, ni mencionan cuestiones de la actividad económica productiva, de la calidad de los servicios públicos, la enseñanza, la sanidad o las infraestructuras, a pesar de ser fundamentales y de tratarse de las competencias administrativas que han de acometer.

Como la Coca-cola o la Pepsi, el procés toma la fisonomía de una golosina, política y por lo tanto social y cultural, que avanza por ella sola, y en la realización hasta ahora implacable de sus fantasías, va alcanzando extremos terribles. Aunque lo parezca, no son ninguna broma, y si acaso de mal gusto. Ahora van a repartir carnets de buenos y malos catalanes, y a crearse una institucionalidad política paralela al margen del derecho, el Consell per la República.

«Como la Coca-cola o la Pepsi, el procés toma la fisonomía de una golosina, política y por lo tanto social y cultural, que avanza por ella sola, y en la realización hasta ahora implacable de sus fantasías, va alcanzando extremos terribles»

Como con la Generalitat, su poder y su gasto, ERC y Junts tan sólo disputan ahora sobre sus respectivas cuotas de explotación y beneficio en estos nuevos instrumentos de poder, con los ingresos crematísticos correspondientes en su parte extractiva. A ERC y CUP les duele que Puigdemont las haya patentado antes. Pero su implantación, viabilidad y rentabilidad sólo dependen de que estos tres comanditarios del cártel procesista se pongan de acuerdo.

«Habrá acuerdo, por la cuenta que les trae, y que es mucha. Lo van a hacer, faltaría más»

Habrá acuerdo, por la cuenta que les trae, y que es mucha. Lo van a hacer, faltaría más. El lado cómico de la broma podría relatarse a la manera de Billy Wilder en aquella película, «Uno, dos, tres» con la rivalidad Coca-Cola versus Pepsi como leit-motiv y el Berlín de la guerra fría como escenario. El gag final acababa siendo definitivo, cuando de la máquina expendedora de Coca-cola brota una botella de Pepsi, la falsa contraria y rival.

La película, cáustica a más no poder y por lo demás genial, se saldó con un absoluto fracaso de público tanto en Estados Unidos como en Alemania. El retrato, descarnado y sarcástico de aquel momento histórico, resultaba hiriente, en el fondo. Nada extraño, Ni Cataluña ni los catalanes, salvo quienes de él se benefician, tienen nada de lo que enorgullecerse, agradar o disfrutar entre los efectos del procés. Más bien lo contrario. Y lo contrario, aquí, sí es real.

«Nada extraño, Ni Cataluña ni los catalanes, salvo quienes de él se benefician, tienen nada de lo que enorgullecerse, agradar o disfrutar entre los efectos del procés»

Lo que sucederá a partir de ahora es perfectamente previsible. Pondrán en pie lo que les dé la gana para el «desbordament de l’Estat«, del cual hablan. Habrá «buenos catalanes» con sus carnets de tales, Consell per la República, el «mandat del 1-O» y el del «14-F«, porque en las últimas autonómicas ampliaron márgenes. Y, además, tendrán en caja lo que obtengan de los fondos europeos para la reconstrucción, de los que aspiran a beneficiarse.

De aquí a las próximas municipales, en el horizonte electoral, intentarán apoderarse de las cinco o seis ciudades de un cierto peso que, momentáneamente, todavía no controlan. En primer lugar Barcelona, que ya fue de CiU y en el nuevo paso sería ERC, y asimismo Terrassa, Sabadell y Granollers, donde tampoco les faltan posibilidades. No hay más ni, menos aún, alternativas visibles. Sólo les quedan algunos obstáculos, tirando a puntuales y débiles.

Ciutadans, el PP en Badalona y el movimiento, por lo demás desarticulado y más bien difuso, que emergió con Societat Civil Catalana en el otoño de 2017, son lo único que tienen enfrente. Porque el PSC es parte del problema, más que solución. Pedro Sánchez unió su poder al procesisme, ha hecho todo lo posible o más para hundir a Ciudadanos, en el que tendría un socio democrático y leal, y mientras pacta municipios y diputaciones con Junts.

«Pedro Sánchez unió su poder al procesisme, ha hecho todo lo posible o más para hundir a Ciudadanos, en el que tendría un socio democrático y leal, y mientras pacta municipios y diputaciones con Junts»

En los populismos, supera al peronismo. Y en el marketing, el Junts con ERC o viceversa, al Pepsi versus CocaCola. Más que un país, o una sociedad, la Cataluña del procés aparece como una sucesión de spots dulzones, capaces incluso de enmascarar crisis económicas, sociales, y asimismo la violencia y la degradación de la democracia y sus instituciones que el mismo procés genera. Para verlo, bastan TV3 o el hemiciclo del parlamento autonómico.

Josep Ache
Josep Ache
Josep Ache (Sabadell, 1962). Periodista desde 1979, a diario en medios sabadellenses. Tras Radio Sabadell-EAJ 20, trabajó de 1981 a 2016 en Diari de Sabadell. Llegó a ser corresponsal de Tele/eXpres o El Correo Catalán, y ha colaborado en medios más globales. Autor de libros, capítulos, artículos o ponencias en congresos o cursos universitarios, y encargos de museos o fundaciones, sobre arte, ciencias, arquitectura, historia del teatro o de la música, incluida la flamenca. A juicio del cantaor Chano Lobato, "es lo que hablamos con Romerito (de Jerez, otro grande): En Sabadell está ese señor catalán, tan buen aficionao y tan formal".

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