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Y en plena ola conservadora en Europa, Illa y el ‘procés’ se van a la cama del «alterne»

Salvador Illa esgrimiendo en un debate el documento firmado por ERC y Junts contra el PSC (Europa Press).

En esta Cataluña cuyos ánimos se debaten todavía entre el hastío, tan enervado, y la inquietud, porque las cosas siempre pueden ir a peor, el chispazo que Díaz Ayuso acaba de protagonizar en Madrid incluso ha parecido un relámpago, por lo deslumbrante. Pero la tormenta continental justo acaba de empezar. Las elecciones británicas, con contundente victoria conservadora en feudos laboristas, han marcado tendencia en este mismo inicio de mayo, y las presidenciales francesas están ya a la vuelta de la esquina, para el año próximo y con Macron muy en el alero.

Y en estas, ERC ha decidido finalmente formar gobierno con Comuns, y no con Junts, lo cual era y es de cajón. Fue tema de un artículo en El Liberal, el pasado 20 de febrero: El alterne y la cama de Canonges. Va con el resultado electoral y las alianzas en el Congreso de los Diputados a las que Pedro Sánchez se aferrará mientras pueda, a no ser que decida abrirse hacia Ciudadanos y, como haría otro PSOE en una situación tan crítica como la actual, acercarse al PP. Para Sánchez, más que para el procés, vienen años complicados. El escrutinio madrileño, recién le ha avisado.

El gobierno ERC-Comuns contribuirá a apuntalar el de PSOE-Podemos en la Moncloa que, bien en otoño o si no antes, en verano, deberá afrontar un reto crucial: La formación de la «Mesa de Diálogo y Negociación Bilateral», Generalitat y gobierno central, para tratar del «Derecho de Autodeterminación» (sic), fruto de la moción que ERC presentó en el Congreso de los Diputados y éste aprobó en febrero pasado con los votos de PSOE, Podemos, y los independentistas más o menos diversos de Galicia o el País Vasco, del PNV a Bildu. Por así decir, el sanchismo en bloque.

Pedro Sánchez se juega mucho en esta mesa, tanto como la continuidad del mandato o la reelección en las próximas legislativas

Además de tratarlo con el Junts de Puigdemont, como bien habrán hecho durante la larguísima negociación, ERC deberá buscar el apoyo del PNV y, antes que el del PSOE, el de Podemos. Se resuelva o no con un referéndum más o menos de autodeterminación, por ejemplo en forma de un mandato plebiscitado para emprender una reforma constitucional, Pedro Sánchez se juega mucho en esta mesa, tanto como la continuidad del mandato o la reelección en las próximas legislativas. Hasta donde sea capaz, intentará llegar a algún acuerdo con los independentistas.

Así será como el procés entraría en fase «alterne», lo de las queridas o las putas y ramonetas. Como en los tiempos de Pujol con Roca y después Durán Lleida, o los de Aznar y antes Felipe, Aragonès con Rufián de un lado, y Pedro Sánchez del otro»maîtriseran» (tampoco ninguna mala palabra) en sus respectivos palacios, la Moncloa y las góticas Casas de los Canónigos sitas entre la calle de la Piedad y la del Obispo. En público, los acuerdos de la «liaison» fructificarán en el Congreso de los Diputados. Y, en privado, incluso pueden recurrir a hoteles como el Majestic.

El ‘procés’ entraría en fase «alterne», lo de las queridas o las putas y ramonetas. Como en los tiempos de Pujol con Roca y después Durán Lleida

Se consume o no, escenificarán pues al menos el intento, que Puigdemont habrá bendecido al dar ahora su paso al lado y, a la vez, expresar el mandato explícito, de Jordi Sánchez, para que Aragonès pacte con los Comuns. Puigdemont, no obstante, mantiene el mango de la sartén en su mano. Y, por tener, tampoco le falta un plan B: el del bloque ERC-Junts-CUP que, de gobernar más adelante, lo haría tras la peripecia de la tal mesa de diálogo, y en términos más dramáticos, y duros, que los considerados en estas aún recientes negociaciones. El procés sigue, claro está.

Si los Comuns entran en el gobierno, Illa no tendrá otra que ejercer incluso más de socio tácito o implícito que de leal oposición. Lo de «eixamplar base», que dice ERC, no es broma ni fantasía ninguna. Parte del diseño obra de Tardá, Pablo Iglesias y asimismo Iñigo Errejón, porque data de 2014. Ya estuvo detrás de la moción de censura con la que Pedro Sánchez descabalgó a Rajoy. E, igualmente, de la zapa del propio Sánchez y desde luego Iglesias contra aquellos tan deseables pactos PSOE-Ciudadanos. Iglesias los dinamitó en 2015 y, junto con Sánchez, también en 2019.

Si los ‘comunes’ entran en el Gobierno, Illa no tendrá otra que ejercer incluso más de socio tácito o implícito que de leal oposición

Pudiera ser que el Illa a quien se presume tarradellista, por el magisterio de Romà Planes, siga por destapar. Pero, de momento, en su arranque de legislatura, las ha echado más de frías que de calientes. Entre las primeras, de puro icetismo o sanchismo, el decepcionante documento «La refundació de la Corporació Catalana de Medis Audiovisuals», o sea TV3 y Catalunya Ràdio entre otros canales, que está escrito a la medida de ERC y elude la brutal inmoralidad de lo que allí emiten, y asimismo sus lamentables devaneos ante el llamado «cordón sanitario» contra Vox.

Por lucidez, y por constitucionalista si acaso lo fuera, debe asumir un hecho que no por obvio deja de resultar fundamental. A saber: A la vista de la composición del parlamento autonómico, Cataluña va a la cabeza de Europa en populismos. Lo indican la suma de diputados y, tanto o más grave, la intensidad, diversidad y alcance de las versiones varias del fenómeno. En efecto, este rincón de Europa supera al respecto a la Italia de Salvini y los Grillini entre otros, la Polonia del Pis o la Hungría de Orban, si se toman por exponente sus respectivas cámaras legislativas.

A la vista de la composición del parlamento autonómico, Cataluña va a la cabeza de Europa

en populismos

Populistas son los partidos del «procés» con sus «mandats del poble» y demás, así como la parte o facción Podemos de los Comuns, que no tiene reparos en presumir de ello. Detrás de Iglesias e Iñigo Errejón va el magisterio del ideólogo franco-argentino Ernesto Laclau, con su peronismo teñido con jergas presumidamente «gramscianas», de quien ambos se tienen por discipulos, y en cuyo nombre se discutieron en 2016. En 2014, a la muerte de Laclau, Errejón escribió su necrológica en Público. Sin embargo, Iglesias le tilda de blando, en cuanto a laclauismo.

«El populismo garantiza la democracia», llegó a afirmar Laclau, en la evidencia que no se refería a la liberal-representativa. «El gran teórico de la hegemonía», a juicio de Errejón. El influjo del neoperonista al caso inspira al kirschnerismo y, más todavía, al indigenismo «plurinacional» de Evo Morales, tan profundamente antirepublicano, o al chavismo entre otros exponentes. Y aqui en España, donde radica su punta de lanza en Europa, ha dado el paso inédito de aliarse con la socialdemocracia histórica del PSOE y los restos del leninismo que desprendieron PCE y PSUC.

Que estos populistas se entiendan con los de ERC

y la CUP resulta tan coherente como su falso veto

al Junts de Puigdemont

Que estos populistas se entiendan con los de ERC y la CUP resulta tan coherente como su falso veto al Junts de Puigdemont, por aquello tópico de «la derecha» o porque quizá no han leído el imprescindible libro de Josep Burgaya, «Populismo y relato independentista en Cataluña, ¿Un peronismo de clases medias?». Ni tampoco, ni ellos ni Illa, no parecen haber tomado nota del memorable análisis publicado en febrero por el New York Times, obra de David Jiménez, cuyo titular traducido sería «El enemigo de Cataluña no es España, sino el populismo».

Se entienda o no, lo de Salvador Illa con Vox resulta hasta grotesco. Tras ser el primero en propugnar el «cordón sanitario» para con el partido conservador, y firmar el pacto usual con los del «procés» Comuns incluídos, en otro Tinell, ha tenido sin embargo la decencia de denunciar la ilegalidad que pretende privar a la formación conservadora del senador autonómico que le corresponde. Por mucho que Vox esté o no en la frontera del populismo, al populismo no se le combate con más populismo. Bien el contrario, viene a ser como echar gasolina a un fuego.

Por mucho que Vox esté o no en la frontera

del populismo, al populismo no se le combate

con más populismo. Viene a ser como

echar gasolina a un fuego

El episodio recuerda, tal vez, el de aquellas sanciones que durante unos meses, entre febrero y septiembre de 2000, la Unión Europea impuso a Austria a raíz de la entrada de Jorg Haider en el gobierno de la república alpina. La propia comisión europea las tumbó por razones tan de cajón como la ilegitimidad de castigar presuntas intenciones o, más todavía, el menoscabo hacia los electores, a quienes se limita la actuación de sus representantes. Y mientras, también. Chirac y Moscovici comprobaron el alcance de la propaganda indirecta que el veto brindaba a Haider.

En este Parlamento, solo Ciutadans y el PP han estado donde debe estar cualquier demócrata. En el caso de los socioliberales catalanes porque, entre otras razones, su partido va impregnado de buen principio por los valores de la ilustración. No hay mejor bastión frente al populismo. Si no cede a las pulsiones más autodestructivas que «renovadoras», y piensa en quienes como Pericay, Nart o Toni Roldán Monés nunca estarán en el PP, y asimismo en el recio Girauta que ahora le aplaude, tiene campo para recuperar fuerza en Cataluña, a la vista del panorama.

Pero los vientos que ahora soplan, van a favor de Vox. En esa nueva ola conservadora europea, la próxima cita clave estará en las presidenciales francesas

Salvador Illa, si no corrige y, en mas definitivo, mientras Sánchez y el laclauismo populista sea el de Iglesias o el de Errejón sigan de aliados, estará más pendiente del renovado alterne y sus camas que por la alternancia, a la que apenas dedicará gestos como el de vindicarse en vano como candidato a la investidura. Lo tiene tanto o más crudo que Arrimadas en su momento, aunque con la diferencia que, en ella, las insistencias que ahora prodiga el socialista habrían sido tildadas de demagógicas, y a saber si también por el PSC. Ciutadans tiene otro estilo.

Pero los vientos que ahora soplan, van a favor de Vox. En esta nueva ola conservadora europea, la próxima cita clave estará en las presidenciales francesas. Macron ha dirigido su diana hacia los restos del neogaullismo, o sea la derecha. Y desde la derecha conservadora, mucho más cerca de Vox que de Le Pen, hay dos posibles candidatos a seguir, el periodista de Le Figaro Eric Zemmour y el general Pierre de Villiers, que fue jefe de estado mayor con Macron y es hermano de Phillippe de Villiers, ministro de Cultura en gobiernos de Chirac. Vox ha llegado para quedarse.

Josep Ache
Josep Ache
Josep Ache (Sabadell, 1962). Periodista desde 1979, a diario en medios sabadellenses. Tras Radio Sabadell-EAJ 20, trabajó de 1981 a 2016 en Diari de Sabadell. Llegó a ser corresponsal de Tele/eXpres o El Correo Catalán, y ha colaborado en medios más globales. Autor de libros, capítulos, artículos o ponencias en congresos o cursos universitarios, y encargos de museos o fundaciones, sobre arte, ciencias, arquitectura, historia del teatro o de la música, incluida la flamenca. A juicio del cantaor Chano Lobato, "es lo que hablamos con Romerito (de Jerez, otro grande): En Sabadell está ese señor catalán, tan buen aficionao y tan formal".

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