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Pedro Sánchez quiere indultar

El presidente Pedro Sánchez (Europa Press).

Al plantear la cuestión de los indultos, Pedro Sánchez ya tiene donde quería a las derechas, es decir unidas y dispuestas a repetir la foto de Colón, y también donde quería a los independentistas, es decir más divididos que nunca entre los partidarios de la solución del indulto y los que reclaman una imposible amnistía.

El PSOE, en la fase populista de los últimos tiempos, necesita una oposición frontal; así se ahorra argumentos, apela al miedo a la alternancia democrática y se presenta como garantía de moderación. Si tú no vas, ellos vuelven.

La apuesta es muy arriesgada. Autorizadas voces socialistas, empezando por Felipe González, se oponen a la excarcelación de líderes independentistas que no han variado su postura ni han mostrado ningún gesto de conciliación.

Tiene Sánchez razón al decir que la venganza o la revancha no son valores constitucionales, pero se equivoca mucho al dar a entender que las penas impuestas por el Tribunal Supremo estuvieron inspiradas por la venganza.

El sentido de los indultos

No sorprende que el Tribunal Supremo haya informado negativamente sobre la concesión de indultos, puesto que, como dice Javier Melero en la Vanguardia Sánchez, solo ante el indulto—, «los delitos por los que condenó y la fundamentación jurídica que utilizó para ello (…) nada tiene que ver con la activación del derecho de gracia que corresponde al Gobierno».

«Los delitos por los que condenó y la fundamentación jurídica que utilizó para ello (…) nada tiene que ver con la activación del derecho de gracia que corresponde al Gobierno»

Javier Melero

Sí reprocha Melero al TS que «se extienda en consideraciones políticas que deberían resultarle ajenas, referidas siempre a las pretendidas motivaciones espurias del Gobierno a la hora de plantearse los indultos, o en consideraciones preventivo-generales relativas al arrepentimiento que ni están en la ley, ni se han tomado en consideración en otros indultos, ni falta que hacen».

La concesión depende sólo de «la existencia de razones de utilidad pública que aconsejen el recurso a esta vía de resolución de conflictos», y en eso el gobierno va a estar solo; solo ante los que se oponen radicalmente a toda concesión a los independentistas y ante los independentistas que afirman que los indultos no servirán para nada ni resolverán el conflicto.

Es la extraña manera de centrarse que tiene Pedro Sánchez, que tantas veces le ha dado buenos resultados.

¿Combatir o animar al independentismo?

Muchos piensan en Cataluña que los indultos son necesarios para apaciguar los ánimos, para reconciliar posturas demasiado enconadas, para recuperar la estabilidad; pero Andreu Claret, en el PeriódicoIndultos para combatir el cuanto peor mejor—, advierte:

«Puede que la derecha no tenga un plan, mas allá de organizar una algazara en la plaza de Colón, pero tiene un relato: los indultos no servirán para combatir al independentismo. Al contrario, darán alas a quienes están dispuestos a volver a quebrar el orden constitucional y estatutario, como hicieron en 2017. Pedro Sánchez no debería despreciar esta idea porque está profundamente arraigada en la opinión pública española (incluida parte de la catalana). Debe combatirla si quiere que el coste de los indultos sea asumible. En otras palabras, a los defensores de las medidas de gracia les falta acompañar su propuesta de un relato que pueda contraponerse con verosimilitud y eficacia al de la derecha.»

Nadie discute la potestad del gobierno de concedir indultos, y que su criterio sea cuestionado por la oposición es bastante previsible. El problema que va a ser si no se obtienen frutos inmediatos de la medida. No es lo mismo indultar a un militar golpista, que no va a estar en condiciones de reincidir, ni a un condenado por corrupción, que tampoco. Cuando se indulta a un agitador social, se espera que al menos cambie de táctica, y eso está muy lejos de estar garantizado.

«Cuando se indulta a un agitador social, se espera que al menos cambie de táctica, y eso está muy lejos de estar garantizado».

Por otra parte, Claret advierte también que las derechas reinciden en actuaciones como la recogida de firmas —igual que hace quince años, contra el Estatut— que no harán más que volver enconar los ánimos: «Munición para Carles Puigdemont y quienes viven de la confrontación.»

Sin odio ni rencor

En la investidura de Pere Aragonès, coincidieron el preso Jordi Cuixart —el régimen penitenciario permite estos asuetos— y el ministro Miquel Iceta. Se abrazaron, algo que ha generado muchos comentarios, como si ya fuera la confirmación del indulto. Cuixart parece dar a entender que no fue un gesto improvisado:

«El odio y el rencor no son una posibilidad».

Francesc-Marc Álvaro, en Nació DigitalL’abraçada (política) de Cuixart—, decodifica el abrazo y el mensaje que Cuixart está dando:

«Por un lado, está diciendo que se siente fuerte, seguro y sin rencores, que puede abrazarse y hablar con quien sea necesario, porque no le han podido doblegar ni convertirlo en alguien movido por el odio; por otro, está diciendo que —como siempre ha expuesto— no hay ninguna solución al conflicto catalán sin la participación de los socialistas, lo que sabe también cualquiera que haya pisado un poco el país y se haya dado cuenta de la complejidad de la nuestra sociedad. Los que censuran abrazos y dan carnés de buen patriota desprecian estas cosas, claro.»

Dejando aparte una hiperbólica referencia a Nelson Mandela, evoca también una entrevista a Cuixart en que afirmó, en 2019, que «quien crea que habrá solución sin el PSC, que gobierna en l’Hospitalet, Santa Coloma y buena parte del Barcelonès, se equivoca. Nosotros consideramos al PSC entre los actores para la construcción nacional». Puro sentido común, según Álvaro.

«Quien crea que habrá solución sin el PSC, que gobierna en l’Hospitalet, Santa Coloma y buena parte del Barcelonès, se equivoca. Nosotros consideramos al PSC entre los actores para la construcción nacional».

Francesc-Marc Álvaro

Ciertamente, no habrá solución al conflicto catalán sin la participación de los socialistas, pero tampoco sin la de todos los que no son socialistas. El PSC puede ser, en estos momentos, el partido más importante dentro del sector social contrario a la independencia, pero no es el único.

Iceta ya lo dijo

Iceta fue el primero en hablar de indultos, en diciembre de 2017, a favor de la reconciliación entre catalanes. Tal vez demasiado pronto; se dijo que eso le costó al PSC unos 100.000 votos, que facilitaron la victoria de Ciudadanos en las primeras elecciones después de la proclamación de independencia. Sin esa desviación, tal vez los indultos habrían llegado antes.

El talante de Pedro Sánchez siempre se inclina más a la confrontación que a la búsqueda de consensos. Ahora intentará imponerse ante los independentistas como el único interlocutor que puede aportar soluciones a los problemas catalanes, y ante la sociedad española toda como la alternativa moderada a los revanchistas de la derecha, siempre dispuestos a la guerra civil.

Que haya políticos en la cárcel es una anomalía, pero más anómalos fueron los hechos que les han llevado a la cárcel.

Que haya políticos en la cárcel es una anomalía, pero más anómalos fueron los hechos que les han llevado a la cárcel. Ahora, mediante un indulto precipitado u oportunista, puede ser peor el remedio que la enfermedad.

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