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La conexión rusa de Puigdemont

El 'expresident' Carles Puigdemont. EP.

Cuando se produce una secesión, cuando aparece un nuevo Estado en el concierto de las naciones, no se debe únicamente a la iniciativa propia. Siempre hay alguna potencia que provoca, influye o interfiere en el conflicto. Los promotores del proceso independentista catalán, a lo largo de la segunda década del siglo XXI, lo han presentado como un impulso irresistible surgido del pueblo que sus representantes políticos han aceptado a fuer de demócratas. En realidad, la democracia es lo de menos; primero se consigue la independencia y luego, si acaso, se hace un referéndum para certificar los hechos consumados. Siempre ha sido así, y no puede ser de otra manera.

«La democracia es lo de menos; primero se consigue la independencia y luego, si acaso, se hace un referéndum para certificar los hechos consumados».

Al cabo de cuatro años aún se oye a muchos partidarios de la causa lamentándose de que, después de la declaración unilateral de independencia, sus líderes no tenían nada preparado. Es que, si hubiesen preparado algo, ya os habríais enterado. Una declaración de tal magnitud no es una fiesta sorpresa, es la culminacion de toda una serie de actos de fuerza.

«Al cabo de cuatro años aún se oye a muchos partidarios de la causa lamentándose de que, después de la declaración unilateral de independencia, sus líderes no tenían nada preparado».

Es cierto que esos líderes administraron la ilusión de que todas las «estructuras de Estado» necesarias estarían a punto, emitiendo oportunos mensajes del tipo: se están haciendo gestiones a muy alto nivel, tengo información que no puedo revelar, muchos países nos reconocerán en cuanto demos el paso… Pero el influjo avasallador de la propaganda no es excusa; creyeron lo que quisieron creer, y siguen haciéndolo.

Una ventana de oportunidad, por favor

Aún Oriol Junqueras, el domingo 5 de setiembre en el Punt-Avui, habla de la finestra d’oportunitat que se abrirá un día de estos cuando «las resoluciones judiciales europeas dejen al descubierto que en su plato [en el plato español de la balanza] sólo hay represión».

Reconoce —a buenas horas, porque en 2017 ya era así— que «sin reconocimiento internacional no hay independencia que podamos gestionar»; aunque vuelve a ejercer de vendedor de humo al afirmar que «si abanderamos esta negociación política, será la misma comunidad internacional la que avalará el independentismo».

«Sin reconocimiento internacional no hay independencia que podamos gestionar».

Oriol Junqueras

Cuando desde cualquier instancia internacional le dicen que no tiene otra salida que la negociación, no le están diciendo que negocie la independencia, ni que se enroque reclamando la amnistía y un referéndum de autodeterminación, sino todo lo contrario.

El mismo día, en el mismo diario —se nota la intención de caldear los ánimos con vista al día 11—, la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, dice que echa de menos un debate sobre cómo preparar una DUI efectiva. Pero si la declaración de 2017 no fue efectiva sino únicamente simbólica —es fácil coincidir en eso—, ¿por qué insiste en que «el 1-O es una gran victoria colectiva sobre el Estado, sobre las fuerzas de ocupación que ejercieron violencia, pero no consiguieron su objetivo»?

¿Por qué insiste en que «el 1-O es una gran victoria colectiva sobre el Estado, sobre las fuerzas de ocupación que ejercieron violencia, pero no consiguieron su objetivo»?

En buena lógica, no se puede sostener que todo está por hacer y, al mismo tiempo, que «lo volveremos a hacer»; pero la lógica fue una de las primeras bajas en todo este asunto. Ahora, lo de hacer «una DUI que esta vez sea realmente efectiva», dice Paluzie que está al caer, «con un Parlamento empoderado con un 52% del voto», y que se hará «en el momento en que estemos preparados y se den oportunidades o circunstancias que lo faciliten». No queda claro, nunca queda claro, cuáles han de ser esas circunstancias, pero «esto en una legislatura de cuatro años debería ser posible».

«En buena lógica, no se puede sostener que todo está por hacer y, al mismo tiempo, que «lo volveremos a hacer»; pero la lógica fue una de las primeras bajas en todo este asunto».

Una cierta visión más realista parece que se abre paso, pero no lleva a una conclusión sensata: «A la comunidad internacional, en sentido amplio —aunque me gustaría que se definiera mejor qué es—, no le interesa la independencia de Cataluña; en estos niveles, hay conflictos mucho más importantes en el mundo. A la UE sí que le interesa más, porque le es incómodo tener un estado miembro con presos políticos, exiliados que viven en otros estados, conflictos de inmunidad en Luxemburgo, las sentencias que vendrán de Estrasburgo sobre el juicio, sobre las que somos bastante optimistas… Siendo conscientes de esto, y de que a la UE tampoco le interesa que el conflicto se resuelva con un referéndum de independencia, la mesa [de negociación] puede ser una trampa en el sentido que nos arrastre a un escenario de acuerdo pero no basado en un referéndum sobre la independencia, sino de pacificación de la represión más visible, de medidas antirepresivas como los indultos, y en el que se vuelva a hablar de temas de competencias o infraestructuras.»

«Desde la ANC se contempla la mesa de negociación como un peligro porque puede facilitar un retorno a la normalidad».

Así pues, desde la ANC se contempla la mesa de negociación como un peligro porque puede facilitar un retorno a la normalidad. Si se quiere volver realmente a la normalidad, algún día habrá que afrontar la existencia de núcleos generadores de inestabilidad.

Movimientos políticos divisivos

Si uno quiere generar inestabilidad, lo mejor es recurrir a una gran potencia como Rusia. Inspirándose en variadas doctrinas —la más persistente fue el comunismo—, hace más de un siglo que, con más o menos intensidad, lo hace en toda Europa. Los contactos entre el sector puigdemontista y funcionarios rusos que reporta el New York TimesUna pareja de espías del Kremlin, una sospechosa misión a Moscú y agitación en Cataluña—, aunque se demostrase que no llegaron a nada, debería encender todas las alarmas, en Bruselas, en Madrid y sobre todo en Barcelona, que es donde pagamos los platos rotos.

«No está claro qué tipo de ayuda ha provisto el Kremlin a los separatistas catalanes, ni si ha brindado algún apoyo. Pero tras los viajes de Alay a Moscú en 2019 rápidamente surgió un sigiloso grupo de protesta, Tsunami Democràtic, que interrumpió la operación del aeropuerto de Barcelona y bloqueó una autopista importante que une a España con el norte de Europa. Un reporte confidencial de la Guardia Civil española, que el Times obtuvo, afirmaba que Alay estuvo involucrado en la creación de ese grupo.»

«No está claro qué tipo de ayuda ha provisto el Kremlin a los separatistas catalanes, ni si ha brindado algún apoyo. Pero tras los viajes de Alay a Moscú en 2019 rápidamente surgió un sigiloso grupo de protesta, Tsunami Democràtic«

Más que una nueva organización, fue el nombre utilizado por la parte más combativa del movimiento independentista para dar una respuesta contundente, en el otoño de 2019, a la sentencia del juicio a los líderes del proceso. El apoyo ruso, si lo hubo, pudo materializarse en algún manual de tácticas subversivas o en algún apaño informático, pero nada que ver con los años 30, cuando nos llenaron el país de comisarios políticos.

En todo caso, desde el punto de vista independentista, nada más oportuno que buscar apoyo en quien puede y quiere ofrecerlo por poco que encaje en su estrategia global. «Para Rusia, la vinculación con los separatistas iba en línea con la estrategia del presidente Vladimir Putin para intentar promover alteraciones en Occidente al apoyar movimientos políticos divisivos.» Provocar algo de zozobra en los Estados democráticos y fomentar la división en el seno de la Unión Europea es una constante histórica a la que deberíamos estar acostumbrados.

Desde Cataluña nadie ha presentado a Rusia como un modelo a imitar ni como un amigo al que pedir ayuda, más bien todo lo contrario; pero no importa, cuando pretendes jugar en la liga de los estados, lo primero que has de perder son los escrúpulos.

La conexión rusa del partido de Waterloo, aunque no haya pasado de una aproximación superficial, certifica mejor su apuesta secesionista que todas las hojas de ruta repletas de foros de debate, reuniones interminables, entidades espectrales, invocaciones a la sociedad civil y declaraciones grandilocuentes que nos han servido durante más de diez años.

Desde Cataluña nadie ha presentado a Rusia como un modelo a imitar ni como un amigo al que pedir ayuda, más bien todo lo contrario; pero no importa, cuando pretendes jugar en la liga de los estados, lo primero que has de perder son los escrúpulos.

En todo este tiempo, algunos observadores han insistido en que no se puede conseguir la independencia con un apoyo popular que no llega al 50%; pero claro que se puede, hasta con menos. Basta con tener la capacidad de desestabilizar el Estado cuya voluntad se pretende doblegar. Para esto cuentan poco las grandes masas en concentraciones festivas y cuentan mucho los grupos reducidos y bien disciplinados, capaces de asestar golpes decisivos.

Las cosas han cambiado mucho desde que Curzio Malaparte entendía el golpe de Estado como una cuestión de orden técnico y no de orden político, pero no tanto como para desoír sus lecciones. Un sabiamente administrado apoyo ruso pueda dar algunos frutos; no para conseguir el objetivo, pero al menos para sostener durante un tiempo un vector de inestabilidad en el corazón de Europa.

«Un sabiamente administrado apoyo ruso pueda dar algunos frutos; no para conseguir el objetivo, pero al menos para sostener durante un tiempo un vector de inestabilidad en el corazón de Europa».

Dos plumillas del New York Times

Como para contrarrestar la información del New York Times, los medios afines a JxCat han aportado algunas jugadas de exhibición. En el Món, Quico Sallés cita algunos pasajes de un documento, el “plan de acción exterior” de Puigdemont que interceptó la Guardia Civil en la llamada Operación Vóljov, en octubre de 2020.

Ya se sabe que, para la prensa independentista, la Guardia Civil tiene presunción de falsedad; pero el documento debe ser auténtico puesto que ahora sirve para dibujar una estrategia de relaciones públicas amable, y ajena a toda maniobra con espías rusos de por medio.

En ese documento se establecen tres objetivos: uno, «relanzar el derecho a la autodeterminación en el siglo XXI y promover el reconocimiento internacional de la República catalana»; dos, «dar a conocer el Consell per la República en la esfera internacional mediante la participación y presencia activa en foros, eventos e iniciativas internacionales, y participar en los grandes debates globales», y tres, «posicionar el Consell en los medios de comunicación internacionales». Al menos, en el NYT ya lo han conseguido.

En el Punt, Salvador Cot se mofa de una supuesta catalanofilia rusa remontándose al célebre lema «Rusia es culpable», que lanzó Serrano Súñer en 1941. «El anticomunismo, mezclado con una evidente rusofobia», de aquellos tiempos resurgió en 2017 «con acusaciones constantes de Madrid sobre una supuesta simpatía del régimen ruso por la causa catalana. Desde los famosos “bots” en las redes hasta la operación Volhov (…) Ahora Rusia es culpable de catalanofilia.» Y concluye: «En fin, cosas suyas.» Sólo falta decir: España es así.

El Nacional cita «el rotativo ruso Sputnik» —en realidad es una agencia de noticias al servicio del gobierno—, que descalifica la información del NYT como «lo de siempre, paranoia» y suscribe «la opinión del politólogo de comunicación e investigador social Víctor Prieto, quien asegura que la vinculación de Rusia con el “procés” responde a intereses del Estado, y que por lo tanto es un mecanismo para desprestigiar a los enemigos independentistas». Otra autoridad en la materia que cita Sputnik es el investigador Marc Guinjoan, quien «asegura que no es la primera vez que la Guardia Civil busca vincular el procés con cualquier tormenta» y «lamenta la impunidad con que se hace». Así pues, no hay que dar «ningún tipo de credibilidad a la información».

«No es la primera vez que la Guardia Civil busca vincular el procés con cualquier tormenta».

Marc Guinjoan

Ya veremos. Afortunadamente, aunque muy menguada, todavía tenemos en Cataluña la posibilidad de dudar, cuestionar y dar credibilidad a las informaciones que nos parezcan más consistentes y fiables.

También en el Nacional, el abogado Gonzalo BoyeNo en defensa de Alay, sino de todos— cuestiona el uso de escuchas telefónicas que «vulneran el derecho a la intimidad y al secreto de las comunicaciones con finalidades políticas». Y carga contra el NYT como receptor de la información así obtenida, que «se ha procedido a filtrarla a un par de “periodistas” sin escrúpulos que, amparados en la credibilidad del medio en el que trabajan, proceden a construir un relato que solo se justifica porque o están muy bien pagados o no son conscientes del daño que hace al propio sistema del cual se presentan como principales defensores».

Más todavía, se atreve a afirmar que si se analizara el contenido de las comunicaciones de «los dos “plumillas” del New York Times», «saldrían datos sobre sus reuniones con altos mandos españoles, con importantes personalidades de la extrema derecha o con más de algún ex alto cargo del gobierno central». Si los periodistas sólo pudieran reunirse con personas del gusto de Boye, poca información obtendrían.

Habrá más reacciones y comentarios, en los próximos días, sobre la supuesta conexión rusa y sus efectos en el mundo procesista. Da la impresión que se ha tocado algún punto sensible en la problemática relación de los promotores de la independencia de Cataluña con el mundo circundante, con ese «mundo que nos mira», como decía su propaganda. Cándidos o aprendices de brujo, la diplomacia les viene muy grande.

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