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La confrontación es inevitable, dice Puigdemont

El expresidente de la Generalitat fugado de la justicia, Carles Puigdemont. EP.

Vienen dos meses malos. Ya la ANC ha unido, en su convocatoria de este año, el 11 de setiembre con el 1 de octubre, día del referéndum que no pudo ser. Y Carles Puigdemont saca un comunicado para añadir la conmemoración del 27 de octubre, día de la declaración de independencia. Todo aquello fue, dice, «una victoria rotunda e inteligente de un pueblo organizado y movilizado sobre un Estado violento y condicionado por la herencia franquista; el inicio del proceso que ha de culminar con el reconocimiento de la república catalana».

Cuando Sansón se vio perdido, invocó a Dios para que le devolviera sus fuerzas por última vez y poder así vengarse de los filisteos. Sin tanta épica ni tanta ejemplaridad, el presidente en el exilio puede estar tentado de hacer algo parecido. Sintiendo que el tiempo no juega a su favor y que su influencia empieza a diluirse, puede estar tentado de dar otra vuelta de tuerca, otra sacudida al país, a riesgo de perecer políticamente en el intento.

Cuando Sansón se vio perdido, invocó a Dios para que le devolviera sus fuerzas por última vez y poder así vengarse de los filisteos. Sin tanta épica ni tanta ejemplaridad, el presidente en el exilio puede estar tentado de hacer algo parecido

Ya cortó con su partido, para hacerse uno a medida con los que se han arriesgado a seguirle; ahora parece que quiere cortar también con sus sucesores en el gobierno autonómico, como si los suyos no estuvieran en él. Reclama para su Consell per la República la legitimidad surgida de los hechos de octubre de 2017, y consiguientemente la iniciativa de la confrontación con el Estado:

«El movimiento independentista debe prepararse para la fase en que la respuesta del Estado vuelva a ser un “no” a todo, y mantenga la represión y la amenaza sobre miles de ciudadanos de Cataluña. No podemos dedicar más tiempo del que ya se ha dedicado a discutir banalidades partidistas» —él mismo divulga un meme con esta frase—. Y para que quede claro: «La confrontación con el Estado no se puede soslayar, es una realidad inevitable por la que tenemos que pasar si queremos que Cataluña sea reconocida como nación soberana e independiente.»

La nación será reconocida sólo después de haber luchado por ella «desde las calles, plazas e instituciones del país»; eso sí, «por todos los medios democráticos y no violentos posibles». Desgraciadamente ya hemos aprendido que, en este mundo orwelliano en que nos ha tocado vivir, «democrático» significa no democrático y «no violento» significa violento, o al menos esa es la tendencia.

Al Consell per la República nadie se lo pone fácil, dice: «Ni los que ya nos apalearon con extrema violencia el día del referéndum ni quienes, cuatro años después, actúan como si aquella victoria les estorbara.» Un paralelismo que tiene aires de guerra civil dentro del independentismo. Ya El Periódico, hace quince días, titulaba Diada 2021: contra el desánimo y contra ERC.

Desgraciadamente ya hemos aprendido que, en este mundo orwelliano en que nos ha tocado vivir, «democrático» significa no democrático y «no violento» significa violento, o al menos esa es la tendencia

Medalla a las víctimas de la represión

Debe ser contra el desánimo que el Parlamento ha acordado conceder su Medalla de Honor «a las personas víctimas de la represión y a los colectivos jurídicos que las defienden» —es decir sus abogados— «ante la causa general contra el independentismo». No es la primera vez que esa medalla se otorga a un conjunto de personas, pero sí la primera que el conjunto es indeterminado. El año pasado fue concedida a los «profesionales del sistema de salud de Cataluña», y está claro quién trabaja y quién no en dicho sistema; pero ahora no está tan claro quién puede sentirse parte de ese conjunto de «víctimas de la represión». 

¿El hecho de haber sido investigado y citado a declarar ya lo convierte a uno en «represaliado»? ¿Lo sigue siendo si cae en desgracia ante la opinión independentista, como es el caso del mayor Trapero? ¿Lo es Aleksandr Dmitrenko, mencionado por el New York Times como mediador entre el espionaje ruso y líderes del proceso? Laura Borràs, encausada por supuestas irregularidades en cuestiones de contratos, ¿también es una «represaliada», puesto que han ido a por ella por ser quien es?

Vilaweb presenta un dossier sobre unos 3.300 represaliados la cifra que más se ha aireado; pero al final pide colaboración «si sabéis de casos que no están recogidos». Un análisis de Newtral y Verificat arroja un poco más de luz a un recuento bastante confuso: ¿Quiénes son los “más de 3.000 represaliados” de los que hablan los partidos independentistas?. De entrada están incluidos los «712 alcaldes investigados (a la mayoría de los cuales no se abrió causa judicial)». Unos alcaldes que siguen siendo alcaldes: no es exactamente el concepto de «represaliado» que se tiene en el mundo.

Una entidad llamada Assemblea de Represaliades i Activistes ha llegado ya a «4.565 personas represaliadas contadas hasta el 2 de septiembre»habrán incluido también a los que discutieron con el cuñado durante las fiestas de Navidad— y consideran la concesión de la medalla como un «gesto inútil» porque no servirá para que «las multas se declaren nulas, se borren antecedentes, se acabe la represión y salgan de la cárcel todas aquellas compañeras que todavía están en ella o estarán próximamente».

Una entidad llamada Assemblea de Represaliades i Activistes ha llegado ya a «4.565 personas represaliadas contadas hasta el 2 de septiembre»habrán incluido también a los que discutieron con el cuñado durante las fiestas de Navidad

Queda claro que la cifra de represaliados, además de inconcreta, está destinada a aumentar, puesto que existe la intención de reincidir. Y dada la imposibilidad de encontrar un representante de los represaliados para recibir en nombre de todos la Medalla de Honor, ésta «será depositada por primera vez, excepcionalmente, en el Museo de Historia de Cataluña». Hemos llegado a un punto de locura tal que cualquiera que esté dispuesto a la «confrontación» contra el «Estado violento» y su «herencia franquista», ya forma parte de la Historia, incluso antes de salir de casa.

Finalmente, un aspecto singular es que, teniendo en cuenta que en la lista figuran, en lugar preferente, los principales impulsores del proceso independentista, y que estos también tienen o han tenido responsabilidades de gobierno, se puede decir que la Medalla de Honor del Parlamento de Cataluña se la van a imponer a sí mismos.

Se non è vero, è ben trovato

En Vilaweb, las noticias sobre contactos entre ciertos personajes independentistas y algunos agentes de la inteligencia rusa son leídas con escepticismo y acusaciones de montaje, como en: Las debilidades y vergüenzas del juez obsesionado con Rusia y Cataluña —«se han utilizado datos de una investigación policial para un juzgado, obtenidas mediante la intromisión en conversaciones privadas de ciudadanos, hechas de manera prospectiva, sin que hubiera el más mínimo indicio delictivo»—. O en: Un artículo confuso e inconsistente del New York Times intenta vincular el Tsunami Democràtic con Rusia —«sin informar en ningún momento a los lectores de que el movimiento nace en respuesta a las sentencias del Tribunal Supremo español e insinuando que sus acciones sólo tienen relación con los intereses de Rusia», como si pudiéramos creer que las actuaciones de Tsunami Democràtic surgieron espontáneamente y de un día para otro; puede que Rusia no tuviera nada que ver, pero la sentencia fue un mero pretexto largamente esperado—.

Hemos llegado a un punto de locura tal que cualquiera que esté dispuesto a la «confrontación» contra el «Estado violento» y su «herencia franquista», ya forma parte de la Historia, incluso antes de salir de casa

Pero Vicent Partal, en Tres consideraciones sobre la cosa esta de Rusia, después de decir que «no entiendo que ningún independentista pueda dar crédito a una investigación prospectiva de la Guardia Civil filtrada por un juez que incluso ha sido descalificado por la fiscalía», descubre las cartas que un cierto independentismo tiene en sus manos: «¿Hay alguien que piense que Cataluña debería reprimirse y evitar los contactos con Moscú porque Rusia no es un país de los buenos o para no enfadar a una Unión Europea que se ha comportado de la manera que se ha comportado con nosotros?» Dicho de otra manera, lo que se cuenta sobre esos contactos es mentira, pero ojalá fuera verdad.

Más todavía: «Durante un tiempo puedo entender que, teniendo la convicción de que la Unión Europea defendería políticamente los derechos de nuestros ciudadanos, no se hiciera nada que pudiera molestar a Bruselas. Pero, visto todo lo que hemos visto, ¿tiene sentido mantener aún esta política? Bruselas, ya lo hemos comprobado de sobras, sólo se mueve por miedo

Nadie podía tener la «convicción» de que la UE apoyaría el plan independentista, pero había que dar esa impresión para sumar voluntades. Un estado independiente integrado en la UE, de eso se hablaba al principio del proceso. Se daba por supuesto que ni siquiera saldríamos de la UE. Ahora, el europeismo ya está amortizado. Por culpa de la UE, por supuesto; aquí nunca tenemos la culpa de nada.

Que quede claro: «Si los catalanes (…) queremos hacer diplomacia de verdad, si queremos contar en la escena internacional, hemos de saber ya que alguno de nosotros tendrá que enfangarse hasta las cejas». A Partal no hay que explicarle que nadie regala nada, y menos en cuestiones internacionales; pero sí a los independentistas de base que han estado años soñando con una Cataluña «libre de ejército y fuerzas armadas», convertida en un «Estado republicano» que quiere transmitir a los pueblos del mundo una serie de «valores supremos» —es lo que reza el borrador de Constitución que redactó el juez Santiago Vidal—. Si Rusia o quien sea ayuda de alguna manera a la causa independentista, con diez mil soldados —como invoca algún iluminado como Hèctor López Bofill— o con algún apoyo logístico, no lo va a hacer gratis.

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