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El cuento de hadas de Ada Colau

Jordi Cuixart y Ada Colau, durante el pregón de las fiestas de Gracia. TWITTER.

Ada Colau, entrevistada por Esther Vera en el diario Ara, dice —qué va a decir— que los datos no dicen que Barcelona esté en decadencia. Los datos dicen lo que uno quiere que digan, siempre bailan al son de lo que se quiere demostrar. Aunque a veces se nota el abuso. 

Para sostener que «Barcelona tiene muchos motivos para el optimismo», la alcaldesa recurre a datos como que «ahora mismo somos capital mundial de la alimentación sostenible», que a saber qué significa y qué nos reporta. Cuando hay gente que no sabe qué comerá mañana, cuando hay colas para pedir alimentos y para conseguir ayudas de todo tipo, cuando Caritas alertaba en junio pasado de que la crisis social se alargará tres años más, lo de la alimentación sostenible parece una broma y el optimismo queda muy matizado. 

Otro dato aportado es que «hemos sido elegidas para ser la sede de la Bienal de Arte Manifesta para 2024» —un evento muy grato a los que asistirán pero que pasará desapercibido por la inmensa mayoría de la población— «y para ser la capital mundial de la arquitectura de caras al 2026». Pues falta mucho todavía; ¿no hay nada más inmediato con lo que poder lucirse? En cualquier caso estaría bien que los que nos tengan que visitar se encontrasen una ciudad menos sucia y que no tuvieran tantos números para que les roben el reloj y el móvil por la calle.

Colau no acepta críticas, desprecia a los «grupos de presión económicos que creo que cogen la bandera de la decadencia precisamente para impedir cualquier cambio y cualquier transformación», y se mantiene en sus posiciones: «La ciudad de Barcelona tiene que cambiar para ser una ciudad más saludable, más verde, más humana, para que en el centro estén personas y no los coches, para proteger las escuelas, para ganar más parques y más zonas verdes, para tener más vivienda pública y asequible.» La misma monserga sentimental de siempre, que sólo da de comer a los demagogos con mando en plaza.

La misma monserga sentimental de siempre que solo da de comer a los demagogos con mando en plaza

La entrevistadora alude a la «apología del decrecimiento» que el Cercle d’Economía ve en las actuaciones del Ayuntamiento y de la Generalitat, y la respuesta demuestra que ha dado en la diana: «¿Qué quiere decir “decrecimiento” cuando Barcelona es la administración que está licitando más obra pública en toda Catalunya?» La alcaldesa despista pero ya sabe, porque se lo debieron contar al principio de su carrera política, qué es el decrecimiento. Es el substrato ideológico que está condicionando las políticas de izquierda en toda Europa y que hace estragos a través de partidos como Podemos y similares. Se trata de detener el crecimiento económico, reducir el consumo y hacer que lo que llaman la huella ecológica de la presencia humana tienda a cero. El llamado urbanismo táctico, que ha llenado Barcelona de espacios vacios, obstáculos a la circulación y pinturas perturbadoras, forma parte del proyecto. 

El Cercle d’Economía ha dado a conocer un documento que todo el mundo tendría que leer detenidamente antes de volver a votar: Barcelona y Cataluña: un modelo compartido de prosperidad es necesario y urgente, en el que advierte que «podemos quedar atrapados en una espiral de irrelevancia económica, de lenta pero inexorable decadencia».

El Cercle pide normalidad, ambición, realismo, amplios consensos y coraje político. Se trata de poner «mucha más atención a la gestión diaria» y de que «Barcelona y Cataluña sean gobernadas desde la centralidad»: «No podemos estar de acuerdo en que el país se gobierne con una visión a corto plazo, táctica e ideológica, en lugar de una mirada a largo plazo, donde prevalezcan la visión estratégica, el pragmatismo y el interés general.» Aunque no lo afirman explícitamente, está claro que lamentan los años perdidos y los esfuerzos derrochados en ilusiones soberanistas: «El futuro de Cataluña pide una política de estado, y, por lo tanto, volver a tener presencia e influencia catalana en España, el único Estado realmente existente que tenemos los catalanes.»

El Cercle pide normalidad, ambición, realismo, amplios consensos y coraje político

Josep Martí Blanch se sorprendía, el pasado día 13 en La Vanguardia, de la «dureza del texto», aunque más bien se trata de la inusual claridad con que queda expuesto el argumento —El Cercle d’Economia se desmelena—: «Ejemplifica el momento en el que entidades tan relevantes como ésta perdieron definitivamente la paciencia y pasaron a decir las cosas tal y como las pensaban.» Sucede «que el nivel de decepción política entre sus miembros es mayúsculo, que la preocupación por la deriva política de Catalunya y Barcelona es muy elevada y que la lección sobre la ineficacia de la falta de contundencia en los posicionamientos públicos del pasado empieza a estar aprendida».

Sirva este resumen atropellado que hace Martí Blanch de la visión del mundo que impera en el Ayuntamiento de Barcelona y que «también ha ido injertándose en la Generalitat» por acción de ERC y por omisión, o despiste, de JxCat:  «La actividad económica es sospechosa, la riqueza —su creación, sin la cual no hay posesión ni reparto— es casi moralmente delictiva y, en paralelo, adoración de lo público en detrimento de lo privado.» 

Volviendo a la entrevista a Ada Colau, no hace más que tirar pelotas fuera y demostrar la inconsistencia que la caracteriza y que la prensa prefiere perdonarle

Volviendo a la entrevista a Ada Colau, no hace más que tirar pelotas fuera y demostrar la inconsistencia que la caracteriza y que la prensa en general prefiere perdonarle. ¿La suciedad en las calles? Lo que pasa es que ahora, después del confinamiento, estamos haciendo «un uso muy intensivo del espacio público». ¿La inseguridad? «Un fenómeno complejo», «tenemos que revisar qué pasa con el tema de la reincidencia». ¿Peaje a la entrada de la ciudad? «Una de las posibilidades que se tienen que estudiar.» Estudiar de qué manera, porque va a ser que sí. ¿Patinetes? «Yo creo que sí que hace falta una normativa más firme.» ¿Y a qué espera? Y mucho, mucho autobombo: «Estamos generando miles de puestos de trabajo, estamos liderando la recuperación económica con la disminución del paro más grande de todo el Estado.» Pero ¿se presentará a las próximas elecciones? «Ya valoraremos con la organización si es pertinente o no presentarse a un tercer mandato.» Ah, la «organización».

Después de la inanidad de la entrevista, Esther Vera, tal vez temiendo haber sido demasiado complaciente, añade esta reflexión en Barcelona y la decadencia: «La alcaldesa de Barcelona atribuye al inicio de la campaña electoral las críticas sobre la decadencia de la ciudad. Tiene razón, pero sólo en parte. Barcelona no se hunde hoy, pero sería un error actuar con autocomplacencia o a la defensiva. No todo son intereses electoralistas ni complejo de superioridad, y cuando la nueva generación del Cercle d’Economia advierte que “podemos quedar atrapados en una espiral de irrelevancia económica, de decadencia lenta pero inexorable”, se la tiene que escuchar.» Se la tiene que escuchar, no por ser quienes son, que ya sería bastante, sino por la exactitud de sus análisis y la urgencia del momento. 

Esa cooperación se producirá solo si el factor de división que representa el desafío secesionista desaparece o queda aparcado en beneficio del bien común

Sigue Vera: «Barcelona está triste y los barceloneses quieren razones para volver a enorgullecerse de la ciudad donde luchan y construyen día a día.» Los barceloneses quieren volver a sentirse seguros en su ciudad, y los forasteros también; quieren volver a tener esperanzas en el futuro, y en que el fruto de su trabajo no será dilapidado por la rapacidad de las administraciones. «La salida de la crisis no será cosa de un alcalde u otro.» No; pero será necesario un gobierno municipal que no se dedique a complicar la vida a los ciudadanos sino a garantizarles la seguridad y a facilitarles la iniciativa. «Será posible con un cambio de actitud que pase por la cooperación de todos los partidos con todos los agentes sociales.» Esa cooperación se producirá sólo si el factor de división que representa el desafío secesionista desaparece o queda aparcado en beneficio del bien común.

«Hace dos décadas, Barcelona competía con Londres y París», se afirma en Metrópoli Digital —¿Por qué Barcelona camina hacia el desastre?—, pero en estos momentos «una empresa que quiera montar una semana de reuniones con sus directivos no se viene aquí sino que elige otro destino». Ésta es la situación actual: «No se quiere el Hermitage porque decían que era una franquicia, lo que no era cierto; no se quiere el turismo de calidad ni se hace nada por atraerlo; no se quiere la industria automovilística; no se quiere ampliar el aeropuerto, cuando la protección de una zona como la Ricarda se podría garantizar perfectamente… El fondo del discurso de los comunes es muy preocupante, porque lo que defiende Colau es, en resumen, el decrecimiento económico. Y ante una crisis como la que hemos vivido, con más desigualdades y salarios bajos, la idea de hacer una ciudad más habitable y las medidas que quiere imponer provocará un empobrecimiento tremendo».

A pesar de todo, el independentismo mantiene, tal vez por aquello de ampliar la base, un claro apoyo al colauismo

En Foment afirman: «Las leyes aprobadas en el Parlament, como la de los alquileres, así como la influencia de la CUP en algunos proyectos del Govern generan desconfianza en los inversores. Esa deriva, unida a los vaivenes de Colau, han dibujado un panorama muy negativo y poco atractivo para los inversores.» Los ingredientes de la tormenta perfecta para llevar a la ruina la capital y el país. 

A pesar de todo, el independentismo mantiene, tal vez por aquello de ampliar la base, un claro apoyo al colauismo, como lo demuestra Toni Soler en La trampa de la decadencia: «La narrativa del decadentismo actual, martilleada simultáneamente desde Barcelona y desde Madrid, se basa en a) el contraste entre una Barcelona enfadada e hipernormativista frente a un Madrid abanderado de la “libertad”, b) la parálisis catalana derivada de la crisis interna del independentismo y c) factores puramente endógenos, sobre todo la “cultura del no a todo” a nivel municipal y nacional.»

Pero no hay que hacer caso de lo que nos cuentan los pájaros de mal agüero; no pasa nada, porque el enemigo es otro: «En términos económicos, el discurso decadentista es un simple camuflaje del ideario neoliberal, que si en 2007 nos condujo a una crisis económica nunca superada, ahora se nos aparece, además, como un suicidio colectivo por las consecuencias de esta “cultura del sí a todo” sobre el medio ambiente, a escala planetaria.» Qué más da que se hunda Barcelona, si salvamos el planeta.

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1 COMENTARIO

  1. El separatismo ha perdido el 30% (casi 1 de cada 3) de los votos que obtuvo en 2017: de 2.079.000 a 1.456.000, més de 623.000 catalans han dit adéu al prusés, la secesión ya no les ilusiona, no ven necesario movilizarse.Y JORDI C. (OMNIUM) Y PUIGDEMONT DICEN :» VICTORIA HISTORICA.»NO COMMENTS!

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