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ECOS INDEPENDENTISTAS / Clara Ponsatí, siempre discrepando

La eurodiputada de JxCAT, Clara Ponsatí

«No hay que desesperar a Billancourt», dijo Sartre en los años 50, cuando las noticias que venían de los territorios sometidos a la URSS se alejaban cada vez más del paraíso socialista que prometía la propaganda. Decir Billancourt, una zona industrial cercana a París, era decir la clase trabajadora, y Sartre y tantos otros no desconocían la realidad de los países donde se había implantado la llamada dictadura del proletariado; pero, en beneficio de la causa, preferían mantener en la ignorancia al proletariado de su propio país.

No hay que desesperar a los independentistas, debieron pensar en TV3 al decidir que ciertas frases de la eurodiputada Clara Ponsatí no debían ser emitidas. El libre contraste de pareceres no ha sido nunca  una característica del proceso independentista. En el día a día, se impone el discurso único, unitario, solidario, que los medios se encargan de construir. Las discrepancias y las discusiones entre los líderes no trascienden, o en todo caso se guardan para más adelante y se administran en pequeñas dosis que mitigan el tedio de los libros de memorias.

El programa FAQs emitió el pasado sábado una entrevista a Clara Ponsatí de media hora y el lunes divulgó un contenido extra de cuatro minutos más. Una nota sin firma en El Nacional aporta un dato interesante: «La extraña decisión de distribuir vía Twitter una parte previamente descartada» de la entrevista obedece a «una petición de la propia consellera Ponsatí para que se emitiera la entrevista íntegramente».

El resultado del 1-O es válido

Por una parte, se ve que Ponsatí tiene influencia suficiente para imponerse a los criterios de la cadena, que por supuesto niega que se haya producido ningún tipo de censura. A mucha gente le gustaría que sus palabras fueran siempre recogidas íntegramente en prensa, radio y televisión. Por otra parte, habrá que ver la importancia de los pasajes omitidos. Tanto El Nacional como Vilaweb coinciden en que lo más relevante es el rechazo a la propuesta de Jordi Cuixart, expuesta en su último libro, Aprenentatges i una proposta, de hacer otro referéndum acompañado de «una gran mobilización de desobediencia civil»:

«Creo que si la movilización permite negociar un referéndum con garantías de reconocimiento internacional no seré yo quien diga que no se tiene que hacer. Pero creo que es muy improbable que eso pase; España sólo se sentará a negociar cuando la República Catalana ya exista. Y ahora mismo no me parece que tengamos que invalidar el resultado del 1-O, me parece que fue bien claro y tuvo unos niveles de participación, dadas las circunstancias, altísimos, y a mí no me parece necesario eso, sino avanzar en hacer realidad la República Catalana.»

O sea, no hay que repetir lo que ya se hizo; entre otras cosas, porque salió mal. Nada más lógico. Aunque no tanto viniendo de Clara Ponsatí, que dejó bien asentado hace tiempo que estábamos jugando al póquer e íbamos de farol. Pues debería aspirar a conseguir una mejor mano, con la que no hiciera falta ir de farol. Pero no, prefiere quedarse con el resultado de hace cuatro años, considerar que el pueblo ya se ha autodeterminado y esperar a que algún día los «nuevos liderazgos» que reclama materialicen la ya proclamada república.

Esta discrepancia entre el «ya lo hemos hecho» de Ponsatí y el «volveremos a hacerlo» de Cuixart era demasiado estridente para que TV3 no intentase mitigarla. Está claro que desmoraliza a los fieles, esparce la desconfianza y derruye su fe en un futuro compartido. 

Tsunami Democràtic, una estafa

Clara Ponsatí estuvo tres meses en el gobierno de la Generalitat que preparó el desafío al Estado en forma de referéndum, aunque parece que sólo estuvo de oyente. En la misma entrevista, afirma que, en aquel momento «había un potencial que no se aprovechó» y que «si había un plan para el día siguiente de un día de éxito tan importante como el 1 de octubre, yo no lo vi». Es para perder la fe, si no en la independencia, en los independentistas. 

Persiste en su papel de verso suelto del movimiento, un papel que gusta a los militantes de base sin incomodar excesivamente a los líderes. Así, por ejemplo, sobre el Tsunami Democràtic: «Me parece que fue una estafa tremenda al pueblo de Catalunya. No me atrevería a afirmar rotundamente que se diseñó como una estafa. Pero poner en marcha una herramienta de esa potencialidad, que coordinó una movilización tan potente como la del aeropuerto, para después desactivarlo, si no es una estafa, ¿qué es?» O sobre el presidente Puigdemont: «Sabe que a mí no me gustó que encabezara la lista de Junts per Catalunya, porque me parece que él es una figura que está por encima de las contiendas electorales de la autonomía, y que la manera de reforzarlo es no participar en ellas.»

Lo de Tsunami ha dolido. Cuixart aprovechó una presentación de su libro, el martes pasado, para recordar que en aquel momento luchamos como locos: «El pueblo tiene que recuperar la palabra, la voz, y de aquí la propuesta de un referéndum sin adjetivos.»

Carles Puigdemont se ha visto obligado a intervenir, Youtube mediante, para lanzar esta advertencia: «Sabemos quién es el adversario, de manera que no nos hacen falta más adversarios; no hace falta que añadamos adversarios interiores, ni que enfaticemos las diferencias legítimas hasta convertirlas en divergencias insalvables.» Insiste en que «no tenemos derecho a dejarlo correr» y que el objetivo final es «culminar el proceso de independencia de Cataluña, que quiere decir el reconocimiento internacional de la república catalana que proclamamos todos en el Parlamento de Cataluña el 27 de octubre de 2017». Mientras persista ese «todos», podrá haber concordia entre independentistas, pero el conflicto entre catalanes está asegurado.

Poca audiencia

Hemos estado años viendo como los rivales, incluso enemigos, políticos se dispensan en público efusivas referencias y almibarados elogios. Tal vez este hábito empieza a decaer y pronto asistiremos a discordias entre los líderes disputándose el favor del electorado.

Al programa FAQs podría irle bien, si logra superar el tono melifluo habitual, ya que, según refleja El Nacional, ha pinchado este fin de semana, con la entrevista a Ponsatí, que se desplazó de Bruselas a Perpiñán para hacerla: «El 10’6% que marcó el sábado por la noche es un dato impropio de la trayectoria del espacio, reuniendo a 152.000 espectadores a lo largo de sus 4 horas de emisión. Fue la cuarta opción, detrás del duelo entre el “Deluxe” de Telecinco (13’6%) y “La Voz” de Antena 3 (13’5%), pero también incluso de la película de La 1, “En busca de la felicidad”.» 

No hay que confundir los índices de audiencia de un programa de televisión con la adhesión a las ideas políticas que vehicula, pero no estaría de más que se lo planteasen.

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