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ANÁLISIS / Dos años de pandemia

Las muertes causadas por el COVID-19 son una parte del gran coste ocasionado por la gestión de la pandemia

Una enfermera prepara la vacuna Pfizer-BioNtech contra el COVID-19 Foto: Europa Press

El pasado 31 de enero se cumplieron dos años desde que se confirmó el primer caso de una persona infectada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 (Covid-19) en territorio español, a la sazón un turista alemán que estaba de vacaciones en la isla de La Gomera. De inmediato, se puso en marcha el protocolo de actuación y cinco turistas alemanes fueron inmediatamente internados y aislados en el Hospital Virgen de Guadalupe de La Gomera. Ese mismo día, Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias informaba en rueda de prensa que “hay indicios de que esta enfermedad sigue sin ser excesivamente transmisible, sigue habiendo una sola zona, una sola provincia de China con transmisión comunitaria real… y parece que la epidemia tiene posibilidades de empezar a remitir”.

Y remachaba Simón su tranquilizadora intervención afirmando que “nosotros creemos que España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado. Esperemos que no haya transmisión local. Si la hay, será una transmisión muy limitada y muy controlada. Pero España tiene que trabajar en todos los escenarios posibles, y yo creo que los escenarios posibles son los mismos que se pudieron plantear en el año 2009 con la gripe”. A pesar de que las autoridades de China habían impuesto un férreo cierre de la prefectura de Wuhan el 11 de enero para frenar la expansión del virus al resto del país, y a pesar de que a finales de enero se había constatado tanto la elevada transmisibilidad como la virulencia del Covid-19, el Gobierno de España (y la mayoría de los gobiernos de los países occidentales) seguían sin ver ninguna necesidad de adoptar medidas extraordinarias para afrontar una epidemia cuyos efectos comparaban con la gripe de 2009.

Estamos ante errores de apreciación e inoperancia que superan cualquier estándar admisible. Dos años después, las cifras oficiales indican que se han contabilizado oficialmente 379 millones de infectados y 5,7 millones de fallecidos en todo el mundo. En España, las cifras oficiales son 9.961.253 de casos  y 93.225 fallecidos hasta el día del fatídico segundo aniversario. ¡Menuda gripe! Por otra parte, la necesidad de adoptar una y otra vez medidas restrictivas para frenar la expansión de los contagios y el colapso de la capacidad hospitalaria no sólo produjeron en el segundo trimestre de 2020 la caída más fuerte del PIB registrada desde la Guerra Civil, sino que ralentizaron la recuperación hasta el punto de que el PIB en el cuarto trimestre de 2021 era todavía 4,1% inferior al del cuarto trimestre de 2019. Aunque sólo fuera por respeto al elevado número de fallecidos y a las ingentes pérdidas económicas acumuladas en los dos últimos años en la mayoría de los países occidentales, ningún gobierno decente puede sentirse satisfecho de la gestión realizada, mucho menos ponerse un notable cuando la nota más justa sería un suspenso bajo.

Contagios, fallecidos, recuperados y casos activos

Hay pocas dudas de que las cifras de contagios y fallecidos que aparecen recogidas en las estadísticas internacionales son un pálido reflejo de la realidad. Ni siquiera en la mayoría de las economías más avanzadas, que cuentan con razonablemente buenos sistemas estadísticos y sanitarios, los gobiernos se han tomado en serio elaborar estadísticas fiables de contagiados y fallecidos, recuperados y activos para poder valorar la situación de la pandemia con cierta precisión. En cuanto a los países emergentes o en vías de desarrollo, la precariedad de ambos sistemas hace incluso más difícil otorgar credibilidad a sus cifras que en muchos casos resultan increíblemente bajas. 

Para ilustrar la elevada infravaloración de las cifras globales de la pandemia, basta con fijarse en que Estados Unidos encabezaba con 76.251.509 contagios y 911.181 fallecidos el ranking mundial en ambas categorías el 31 de enero de 2022. Pese a que su población estimada en 334,1 millones supone tan sólo 4,2% de la población mundial, las cifras de contagiados y fallecidos estadounidenses representaban 20,1% y 16,0% de todos los casos y fallecidos, respectivamente, en el mundo. Incluso si descontamos los 1.444,2 millones de población de China, el país donde la epidemia apareció y causó sus primeros estragos, la incidencia de la enfermedad en Estados Unidos continúa siendo excesivamente elevada en comparación con el resto del mundo.

En el caso de España, el país cuya evolución he seguido más de cerca, sabemos que las cifras de contagiados y fallecidos oficialmente reconocidas por el gobierno infravaloran groseramente lo acaecido, especialmente durante la primera oleada que nos alcanzó en la segunda semana de marzo de 2019 sin que nuestros gobernantes hubieran adoptado medidas para prevenirla y detectarla. Aunque resulta imposible conocer el grado de infravaloración de la cifra oficial de infectados, 262.783 hasta el 9 de mayo de 2020, cabe suponer que teniendo en cuenta que no se disponía de test y los servicios sanitarios estaban saturados, nadie puede disputar que fue asimismo muy elevada. Más precisos podemos ser sobre el número de fallecidos, porque si bien las estadísticas oficiales cifraron en 26.478 las muertes por Covid-19 hasta el 9 de mayo de 2021, los informes del Servicio de Vigilancia de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Centro Nacional de Epidemiología (ISCIII) estiman el exceso de mortalidad en 46.635 personas entre el 10 de marzo y el 9 de mayo de 2020, 20.157 más de las reconocidas oficialmente. Además, la Estadística de defunciones semanales, puesta en marcha por el INE para conocer el alcance de la pandemia, permite estimar el exceso de mortalidad entre las semanas 11 y 19 de 2020 (9 marzo a 10 de mayo) sobre las mismas semanas en 2019, en 50.026 personas, 23.548 fallecidos más de los recogidos en la estadística oficial. Se puede estimar entre 76,1% y 88,9% por ciento la infravaloración de fallecidos entre aproximadamente el 9 de marzo y el 10 de mayo 2020. Como para poner un notable a los responsables de gestionar la epidemia.

El Gráfico 1 muestra la evolución semana a semana de la epidemia en España en 2020 (línea morada) y 2021 (línea roja). Como puede apreciarse, 2020 comenzó siendo un año benigno con mortalidad inferior a la de 2019. Pero todo se torció a comienzos de marzo hasta alcanzar un pico de exceso de mortalidad de 12.880 en la decimocuarta semana (30 de marzo-4 de abril) de 2020. Nunca más se ha vuelto a registrar un exceso de mortalidad de tal magnitud pese a que el número de contagios alcanzó cifras mucho más elevadas en otros momentos, si bien el exceso de mortalidad ha continuado siendo positivo en la mayoría de las semanas de 2020 y 2021, y alcanzado algunos picos considerables a comienzos de año, y también en el segundo semestre, pese a los avances en el proceso de vacunación.

Gráfico 1. Excesos semanales de mortalidad en 2020 y 2021

Fuente: elaboración propia a partir de la Estimación del número de defunciones semanales durante el brote de covid-19 del INE.

En total, la cifra de exceso de fallecidos que proporciona el último informe MoMo publicado el 2 de febrero estima en 102.629 el exceso de mortalidad entre el 10 de marzo de 2020 y el 2 de enero de 2022, 72.331 corresponden a 2020 y 30.298 a los episodios en 2021. La Estadística de defunciones semanales del INE permite estimar el exceso de mortalidad en una cifra algo superior: 118.019, cuando la comparación se hace con 2019, y 115.3873 cuando el exceso se calcula respecto a la media de los años 2016-2019. Sobre lo que no cabe albergar duda alguna es que la cifra oficial de fallecidos a 31 de diciembre de 2021, 93.225, infravalora considerablemente el número de víctimas por Covid-19 en España, y las estimaciones de exceso de mortalidad obtenidas con la estadística de defunciones semanales apuntan a que esa cifra supera las 20.000 personas. Un buen agujero que se explica principalmente por no haber contado el gobierno todos los fallecidos por Covid-19 en la primera oleada.

Costes por enfermedad y bajas laborales

Las muertes causadas por el Covid-19 son sólo una parte del enorme coste ocasionado por la infructuosa gestión de la pandemia en España. A ello hay que añadir el sufrimiento padecido muchos de los 10,1 millones (a 3 de febrero de 2022) de personas infectadas, el gasto sanitario individual y colectivo que han realizado las familias, las empresas y las Administraciones Públicas para prevenir los contagios y recuperar a los enfermos, y, por último, las bajas laborales que ha producido la pandemia. Según el Ministerio de Inserción, Seguridad Social y Migraciones en 2020 se reportaron 2.499.570 bajas por Covid-19, sobre una población protegida de 17.680.714 personas, con una duración media de 15,99 días. Multiplicando las dos cifras obtenemos 39,9 millones de días de baja durante el primer año de la pandemia. Las cifras correspondientes entre enero y noviembre de 2021 son igualmente elevadas: 2.152.770 (sobre una población protegida de 18.574.848 personas) con una duración media de 14,16 días y un total de 30,5 millones de días de baja. Así que en 2020 y los once primeros meses de 2021 se han perdido 70,4 millones jornadas de trabajo por la incidencia de Covid-19.

No me sorprende nada que a la vista de los datos que acabo de presentarles, el director del Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias Sanitarias haya dejado de comparecer ante los medios de comunicación para informarnos con tan escaso acierto sobre la situación epidemiológica y su previsible evolución. Como Calvo, Ábalos, Campo, Redondo, etc., el epidemiólogo de cabecera del Gobierno de España durante el primer año de pandemia se había convertido en un lastre para el presidente Sánchez, puesto que su mera aparición en público constituía un amargo recordatorio de las erróneas previsiones y la pésima gestión de la pandemia realizada por el gobierno en su conjunto. Por ello Darias, la nueva ministra de Sanidad, jurista de profesión, lo ha devuelto a la trastienda del Ministerio donde tendrá tiempo para fantasear con recorrer las calles de Zaragoza, enfundado en su propio cabezudo que le regaló una asociación zaragozana hace pocas semanas, mientras los niños gritan al verle alborozados ¡Que viene el Covid!. ¡Que viene el Covid!

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