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Una diplomacia de aficionados

Imagen publicada por el equipo de Carles Puigdemont en sus redes sociales tras conocerse la detención en Italia del expresidente fugado de la Justicia española.

El Consell per la República, o sea Carles Puigdemont, ha creado una nueva entidad con la que aparentar movimiento en la inmovilidad: una red diplomática, o «red de Representantes Exteriores en ciudades clave de todo el mundo». Para ser uno de ellos, hay que apuntarse a un proceso de selección mediante este formulario. «Necesitamos personas que vivan fuera —dicen— y quieran dedicar una parte de su tiempo —de su tiempo libre, se supone, porque de remuneraciones no se habla— a representar al Consell per la República en su país de residencia.» 

Nada nuevo, pronto hará un año que ya se anunciaba una red de cónsules honorarios. No quedaba muy claro de qué se trataría. El cónsul honorario, decían, «no es sólo un amigo del país del que es cónsul sino que tiene una representatividad oficial, por lo que puede actuar y hablar en nombre de ese país, pero al mismo tiempo lo hace por sus propios medios». La amistad se le supone; la representatividad,   la que quieran reconocerle, o sea, en principio, ninguna.

En el desplegable de países del formulario está todo el mundo menos España; con los diputados, senadores y eurodiputados independentistas, ya debe ser suficiente. Dicho desplegable tiene la peculiaridad de incluir por separado los 50 estados de los USA, aunque también están los “Estats Units d’Amèrica”, por si alguien no tiene residencia fija, pero no sucede lo mismo con los estados unidos mexicanos ni las provincias canadienses. Escocia sigue en el “Regne Unit”, también está el Vaticano y, curiosamente, no figura Kosovo a pesar de que su reconocimiento por gran parte de los miembros de la Unión Europea fue muy bien valorado por el independentismo catalán. Otra peculiaridad del listado es que ha sido incorporado en castellano y luego traducido al catalán sin resituar alfabéticamente los países, y así entre “Ceilan” y “Colòmbia” aparecen “Txad, Txèquia, Xile, Xina, Xipre”, como si empezasen por “ch”.

El Parlament reconoce la labor del Consell per la República

Siendo así que el Consell per la República no puede ser más que un lobby, este es el camino correcto. Van quedando atrás las pretensiones de ser una representación legítima de todos los catalanes, ya que lo primero que hace un gobierno en el exilio es desautorizar al gobierno de hecho, acusarlo de usurpador y de traidor, e intentar derrocarlo por todos los medios. El Consell per la República puede hablar sólo en nombre de sus 102.000 afiliados, que no es poca cosa —aunque la participación en sus elecciones internas es mucho menor: «22.216 votantes, de un censo de 87.842»—, pero no en nombre de los ciudadanos de estas cuatro provincias; ciudadanos que, dicho sea de paso, ya han votado varias veces desde que Puigdemont emigró a Flandes, por lo que el Consell per la República no puede argumentar indefensión democrática.

La idea, actualmente, es servir de complemento: «Donde el Gobierno debería actuar con naturalidad y el Estado lo impide estará el Consell: esta es una de las vías de actuación de la institución republicana y podemos hacerlo sin miedo, sin pedir permiso a nadie, ni sentir el aliento en la nuca de la represión española.» Se apoyan en una moción parlamentaria sobre las dificultades con que se encuentra el Departamento de Acción Exterior presentada por JxCat, mediante la cual «el Parlamento de Cataluña reconoce la labor que lleva a cabo el Consell per la República en el ámbito internacional, gracias a la libertad que le proporciona actuar de fuera del Estado español, tarea destinada a dar a conocer el conflicto político entre Cataluña y el Estado y en hacer entender que su resolución sólo es posible desde el respeto del derecho a la autodeterminación de los pueblos, recogido en el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos de Naciones Unidas». Este apartado de la moción fue aprobado el 10 de febrero por 72 vots a favor (ERC, JxCat, CUP) y 59 votos en contra.

Si el propósito es influir en la opinión pública en un sentido favorable a los intereses catalanes, no habrá problema. Si de lo que se trata es de hacer desde fuera lo que no se puede hacer desde dentro, como por ejemplo convocar un referéndum, cortes de carreteras o un asalto al aeropuerto, sí habrá problemas, y entonces el gobierno de la Generalitat no podrá defenderse diciendo que no les conoce a los de Waterloo. Después de haber reconocido su labor en esa moción, después de haber expresado la necesidad de actuar en comandita, no podrá desentenderse en el último momento de las iniciativas que tome el llamado exilio.

¿Qué clase de personas formarán la «red de Representantes Exteriores»? Los que son influyentes de verdad no están para rellenar formularios en una web, ni se relacionan con grupos minoritarios y partidistas, ni trabajan de voluntarios. Más bien al contrario, los que constituyen auténticos lobbies hay que ir a buscarlos y pagarles bien. El Consell per la República no aspira más que a utilizar a catalanes residentes en el extranjero y si hay suerte a reclutar simpatizantes entre estudiantes universitarios de lenguas románicas y algún concejal de extrema izquierda, que como máximo escribirán alguna carta al director o montarán una feria naciones sin estado. Más una red social que una red diplomática.

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