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A por el cuarto partido independentista

Independentistas posando con urnas del referéndum ilegal del 1-O de 2017.

Cinco años después del gran fracaso, tenemos a políticos que dicen que la gente no estaba preparada y gente que dice que los políticos no prepararon nada. Sorprendentemente, los mismos políticos siguen confiando en la misma gente para volverlo a hacer —más bien deberían decir: volverlo a intentar— y la misma gente sigue votando a los mismos políticos.

Para conjurar la posibilidad de que una cantidad significativa de electores cambie sus prioridades y quiera salir del bucle, se empieza a hablar de la posibilidad de un nuevo partido que compita con los ya existentes, que siguen siendo los mismos que iniciaron el proceso, a saber: CDC, ahora con el nombre de JxCat y habiendo perdido algunos efectivos por el camino; ERC, y CUP.

A primeros de mes, en un mitin, Elisenda Paluzie se despidió de la presidencia de la ANC cargando contra la estrategia del diálogo, contra el actual gobierno de la Generalitat y contra los partidos independentistas. La idea central, según cuenta la crónica del diario Ara, en fecha 3 de abril, es que «el principal problema para conseguir la independencia ya no es el Estado, sino los políticos del 52%».

«El principal problema para conseguir la independencia ya no es el Estado, sino los políticos del 52%».

Ara

¿Somos el 52%?

Después de las últimas elecciones autonómicas se lanzó, mediante malabarismos numéricos, la consigna de que «somos el 52%», atribuyendo al conjunto del independentismo una mayoría política que, aun si lo fuera, es claramente insuficiente. La consigna es muy cuestionable. Lo hizo Jaume Barberà en este artículo de marzo de 2021: No somos el 52%, en el que acusaba a Elisenda Paluzie de practicar el «realismo mágico».

Barberà, a quien nadie puede acusar de extremismo españolista, decía entonces algo que sigue lamentablemente vigente: «Con el lenguaje se crean marcos mentales. Algunos sirven para ayudarnos a entender la siempre poliédrica realidad. Y hay quienes lo que buscan es mantenernos en la mentira, en el engaño. En política, sobre todo en política, es donde se manipula más el lenguaje. El proceso es todo un manual de manipulación del lenguaje que debería estudiarse en las universidades del mundo entero. Y algunos siguen anclados en el sueño y así quieren hacerlo creer.»

«Con el lenguaje se crean marcos mentales. Algunos sirven para ayudarnos a entender la siempre poliédrica realidad. Y hay quienes lo que buscan es mantenernos en la mentira, en el engaño. En política, sobre todo en política, es donde se manipula más el lenguaje».

Jaume Barberà

Se hayan creído o no su propia propaganda, los independentistas se ven en la necesidad de ser consecuentes con ella. Decía el Ara: «Esta es una de las principales contradicciones actuales del movimiento. Nunca había tenido una mayoría tan amplia en el Parlament, pero tampoco había estado nunca antes tan dividido.» Pero se trata de una división imaginaria, porque ERC y JxCat comparten gobierno, y CUP les apoya, a su manera, claro; o sea que estamos como estábamos desde los tiempos de Àrtur Mas.

La división no existe por lo que respecta al arte de lo posible, es decir a la política autonómica, pero sí en cuanto al mantenimiento de la ilusión secesionista, que no saben cómo mantener encendida. Cada cual lo hace a su manera, esperando aglutinar una mayoría en torno a su programa, que deje en segundo plano a sus compañeros de causa.

Una «lista cívica»

La sensación de que «nunca una mayoría tan abrumadora había sido tan inútil» —ni tan inútil: ¿acaso no están gobernando la autonomía?, ni tan abrumadora: si lo fuera, ya se sabría— recibe el consuelo de una frase de Paluzie: «No estamos en la cumbre, pero estamos en un campo base superior.» ¿Empieza una etapa en que las metáforas marineras serán sustituídas por metáforas montañeras?

Pero también aparece la esperanza en «una lista cívica» para las próximas elecciones al Parlamento, «una lista que, si el resto de los partidos independentistas no avalan, se acabará convirtiendo en una nueva oferta independentista que entrará en competición con las opciones actuales». Y si hay una «lista cívica», ¿las otras qué seran, incívicas?

Otro dato: «Incrementaremos la presión sobre las instituciones.» Habrá que ver cómo. No es lo mismo presentar un memorial de agravios que chantajear con desórdenes públicos. También se opondrán a los pactos con «partidos españolistas, en alusión a los acuerdos que ERC y JxCat mantienen con el PSC».

Lo que nos lleva a lo que pide el Consell per la República en un comunicado del pasado día 24 a propósito del llamado CatalanGate, «el mayor escándalo de violación masiva de derechos fundamentales en la Unión Europea», donde se aprecian algunas coincidencias: «Romper toda relación política con España», «retirarse de la mesa de diálogo, por inútil», y «romper todos los pactos políticos que incluyan a los partidos españoles que no condenen la violencia digital».

Consiguientemente, «establecer una alianza entre fuerzas independentistas para que en todas las elecciones la fuerza más votada encabece el gobierno de las instituciones, con o sin coalición de gobierno.» Si no es posible, «todas las fuerzas independentistas ejercerán la oposición». Y culmina el comunicado con el tópico: «Definir una estrategia de confrontación democrática que permita reanudar el camino iniciado en octubre de 2017.»

En espera de la próxima ola de descontento

Organizar un cuarto partido independentista en Cataluña va a ser más difícil que un tercer partido en Estados Unidos. Se vio en el frustrado intento de una candidatura unitaria en las municipales de 2019, especialmente en Barcelona: Primàries Catalunya, se llamaba, y lo encabezaba Jordi Graupera, profesor de filosofía y tertuliano. Sólo consiguió el 3,7% de los votos en la capital, y no llegó a 6.000 votos en las autonómicas de 2021. La ANC, que la había impulsado en un principio, se alejó de ella ante sus escasas perspectivas y siguió pidiendo el voto para cualquier partido independentista.

«Organizar un cuarto partido independentista en Cataluña va a ser más difícil que un tercer partido en Estados Unidos.»

Para acordarse del proyecto, hay que recurrir a un medio tan esotérico como Esperit, donde se puede leer, en un artículo aparecido el pasado 17 de abril, Graupera i el post-procés: «El proyecto de Graupera era democratizador en un sentido mucho más profundo y específico: pretendía abrir una brecha letal en las coordenadas mentales del país, y logró arropar a gente nueva, ilusionada y joven, que no se había dejado trinchar por la trituradora de cerebros de la autonomía (…) En Catalunya, el centro político está copado por los grandes partidos y no hay prácticamente espacio para otra cosa, Graupera, a pesar de todo, no supo darle la vuelta a las reglas de los espacios que pisaba. (…) Y Graupera no está solo. En este triste papel, le acompañan altavoces de toda provinencia política, que van desmarcándose del discurso oficial y lo critican (a pesar de seguir viviendo de la autonomía y la herida del país) mientras esperan cabalgar la próxima ola de descontento para volver a ocupar poltronas.»

Alimentando el rumor

Entrevistado en Vilaweb el pasado día 26, a Albano-Dante Fachín le preguntan: «Existe desde hace tiempo el rumor que hace falta un cuarto partido independentista. ¿Cómo lo vería?» Y responde: «Confirmo el rumor. Existe (…) Lo he notado en conversaciones de cien personas en las que hay setenta que dicen que están hartas. Una idea muy minoritaria ha avanzado.»

La idea está un poco verde pero existe: «Parece que, los partidos, uno de los pocos lenguajes que entienden es el electoral. Si hay un cuarto partido independentista puede que ayude a mover las cosas. Pero, insisto, si el cuarto partido quiere ser creíble y quiere asustar y aportar ideas frescas, debería ser el resultado de un proceso muy grande. No cuatro amigos que se juntan (…) Sin gente organizada fuera, ya se pueden ir presentando partidos. La situación actual no puede solucionarla un partido en unas elecciones.»

Con listas electorales bendecidas por, o diseñadas desde, el Consell per la República sería otra cosa. Y eso deben estar barruntando en las alturas de la ANC, pero sería una candidatura alternativa, no al régimen del 78, no al «unionismo», sino antes que nada a las otras candidaturas independentistas.

La ANC como liebre mecánica

Francesc-Marc Álvaro, en la Vanguardia el día 11 —ANC, de liebre a estorbo—, resumió la historia de la organización: «La ANC nació en el 2012, justamente cuando la Convergència de Artur Mas abrazó oficialmente la causa de un Estado catalán soberano. Con Carme Forcadell al frente, esta entidad actuó respecto de los tres partidos independentistas y el Govern como la liebre mecánica lo hace en las carreras de galgos. “President, posi les urnes” fue una frase que trastocó todas las previsiones. El resultado de aquel momento fue el lema “Tenim pressa”, que se convirtió en un dogma al que se sometió cualquier decisión de la cúpula independentista.»

«President, posi les urnes” fue una frase que trastocó todas las previsiones. El resultado de aquel momento fue el lema “Tenim pressa”, que se convirtió en un dogma al que se sometió cualquier decisión de la cúpula independentista.»

Francesc-Marc Álvaro

La prisa es mala consejera siempre, sobre todo cuando no se sabe adónde ir ni cómo ir, ya se ha visto. Y reconocer errores no es propio de políticos, y aún menos en el caso de políticos que se creen imbuidos de una misión histórica.

Sigue Álvaro: «Hoy por hoy, la ANC no ha hecho autocrítica y se ha especializado en el cultivo del rechazo a los partidos y “los políticos profesionales” por no mantener la confrontación con el Estado». Para seguir en el candelero, «ha optado por presentarse como guardiana de la pureza y la ortodoxia procesista, un sesgo acusadamente antipolítico».

Un empacho de populismo sólo puede generar más populismo. Pero si bien el populismo independentista en todo el proceso ha sido impulsado y sostenido desde la administración autonómica y su red clientelar de medios de comunicación, habría que ver qué puede dar de sí una iniciativa al margen del hábitat político que creó la ANC.

«Esta nueva oferta —según Álvaro— debería pescar entre los votantes cuperos y aquellos que se sienten más motivados por la retórica desobediente de Laura Borràs, lo cual llevaría a fragmentar todavía más un espacio que pierde atractivo social a medida que en él crece la discordia.»

Como no hay que por bien no venga, si la ANC decide presentarse a las elecciones, al menos tendrá que abandonar la ficción de representar a la sociedad civil catalana y asumir lo que siempre han sido: gente que se representa a sí misma, como cualquier militante de cualquier partido.

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1 COMENTARIO

  1. El separatismo ha perdido el 30% (casi 1 de cada 3) de los votos que obtuvo en 2017: de 2.079.000 a 1.456.000, més de 623.000 catalans han dit adéu al prusés,(14-F 2021) la secesión ya no les ilusiona,.En 2019 hubo cuatro elecciones en Cataluña y , en todas, el separatismo perdió más de 300 mil votos.Por cierto, no había COVID com

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