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Opinión/ Andalucía y el constitucionalismo catalán

Papeletas de elecciones en su sobre Foto: Europa Press

La historia es maestra de vida, ensañaban los clásicos. Pero sobre todo, es maestra de libertad. Porque lo primero que enseña el conocimiento histórico es que las cosas fueron distintas en el pasado y, por tanto, pueden ser también muy diferentes en el futuro. Nada está trabado para siempre. Por eso, cuando estamos descorazonados ante el presente, la historia nos abre a la libertad y a la esperanza. Y nos hace conscientes de nuestra responsabilidad.

Lo primero que enseña el conocimiento histórico es que las cosas fueron distintas en el pasado y, por tanto, pueden ser también muy diferentes en el futuro.

A pequeña escala, el caso andaluz es también significativo. Durante decenios, muchos conservadores y liberales andaluces pensaron que la alternancia política era una quimera inalcanzable. Les sucede seguramente algo similar a los socialistas frente a la hegemonía popular en Madrid o Castilla León. Y nos pasa, sin duda, a los constitucionalistas catalanes, descorazonados ante el infranqueable régimen de poder que ha levantado el nacionalismo durante 45 años. Pero Andalucía demuestra que nada es para siempre.

¿Qué elementos han hecho posible el cambio en Andalucía y pueden empujar el vuelco sistémico en Cataluña o en otras partes de España?  En síntesis, deben darse dos variables fundamentales. En primer lugar, una conciencia extendida del desgaste y del fin de ciclo de un régimen. En segundo lugar, la percepción de una alternativa factible que mueva la ilusión.

Las circunstancias están tristemente maduras para el cambio en Cataluña. La oscura década del Procés ha destrozado la mejor Cataluña. Ha golpeado la economía y las oportunidades, ha desprestigiado nuestras instituciones y ha herido la confianza social. El nacionalismo quiso construir un Estado de fantasía y en su aventura nos ha dejado sólo escombros autonómicos.

Las circunstancias están tristemente maduras para el cambio en Cataluña. La oscura década del Procés ha destrozado la mejor Cataluña. Ha golpeado la economía y las oportunidades, ha desprestigiado nuestras instituciones y ha herido la confianza social.

Pero no es suficiente con que el ciclo nacionalista esté agotado. La ciudadanía debe ser consciente de ello. Está en manos de los responsables cívicos, políticos, sociales, económicos y culturales alertar del agotamiento, señalar el desastre, y llamar con claridad a revertirlo. Por patriotismo -también por patriotismo catalán- hay que hablar y llamar al cambio.

La segunda variable es la construcción de una alternativa. Y no me refiero aquí a un único liderazgo o partido. También Andalucía ha demostrado que el cambio muchas veces requiere varios actores, que no se fusionen pero sí colaboren. Cataluña exige la formación de un bloque histórico para propiciar el vuelco. Es decir, una constelación de sintonías políticas y cívicas variadas en su origen y objetivos, pero que compartan la necesidad de acabar con el mal gobierno y tengan la deportividad democrática suficiente para compartir una estrategia de mínimos que devuelva Cataluña a la senda de la concordia cívica.

Para ello hay que atraer también a sectores que habitualmente no han estado en nuestra órbita, pero que están desengañados con el desgobierno nacionalista por motivos variados. Muchas veces, por causas muy pragmáticas y poco ideológicas. Esta alternativa no pasa por moldear Cataluña a nuestra imagen y semejanza sino, precisamente, por romper los moldes y los corsés que ha impuesto el nacionalismo y fomentar el pluralismo vital de nuestra ciudadanía, nuestra cultura y nuestra economía.

El cambio es posible y el cambio llegará. Nuestra tarea es acelerarlo. Y cuando se produzca tener presente siempre que un día el objeto del cambio seremos nosotros. Es el sello irónico y liberador con el que la historia embrida toda hybris humana. Las municipales de 2023 son la próxima gran oportunidad. El constitucionalismo tiene un año para ganarlas y poner las bases de un cambio de ciclo profundo en Cataluña.

El cambio es posible y el cambio llegará. Nuestra tarea es acelerarlo. Y cuando se produzca tener presente siempre que un día el objeto del cambio seremos nosotros.

Fernando Sánchez Costa

Historiador y expresidente de Societat Civil Catalana

Fernando Sánchez Costa
Fernando Sánchez Costa
Presidente de Societat Civil Catalana

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