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ANÁLISIS / Contracción a la vista

Lo más sorprendente es que la Comisión ha acusado al Kremlin de usar las exportaciones de gas como arma

Vista de una planta regasificadora.

Georgieva, directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI), reconocía al presentar el informe elaborado por su organismo para la reunión de ministros de finanzas y banqueros centrales del G-20 celebrada en Bali el 15-16 de julio, que la situación económica global ha empeorado considerablemente desde que publicó el informe sobre Perspectivas de la Economía Mundial (WEO) el pasado 19 de abril. La proyección de crecimiento global de 3,6% para 2022, anunciada en primavera y más de un punto inferior a la proyectada en el informe de octubre de 2021, ya no resulta creíble porque varios de los riesgos que se vislumbraban entonces “se han materializado, y las múltiples crisis que enfrenta el mundo se han intensificado”. Entre estos riesgos y crisis ocupa un lugar preeminente “la inflación [que] es más alta de lo esperado y se ha ampliado más allá de los precios de los alimentos y la energía”. 

Las dificultades de aprovisionamiento provocadas por la propia pandemia, la subida de los precios del gas natural y otros bienes energéticos en 2021 y las tensiones desatadas en los mercados por la invasión de Ucrania el 24 de febrero han disparado los precios de los alimentos y el incendio se ha extendido y afecta ya a todos los sectores productivos. Los bancos centrales de casi todos los países del mundo han adelantado sus planes para poner fin a las políticas expansivas puestas en marcha en 2020 para afrontar la pandemia y han iniciado con mayor intensidad de la anticipada la normalización de tipos de interés. En consonancia con el cambio de escenario, Georgieva avanzaba “una nueva rebaja del crecimiento mundial tanto para 2022 como para 2023 en nuestra Actualización de las Perspectivas de la economía mundial a finales de este mes”. “Va a ser un 2022 duro, y posiblemente un 2023 aún más duro, con un mayor riesgo de recesión” son las palabras con las que la cabeza visible del FMI resumía el ensombrecido panorama actual.

Recuperación entrecortada

La Oficina Nacional de Estadística de China ya ha hecho público el parón que registró el PIB a consecuencia de las severas restricciones a la movilidad adoptadas por las autoridades para afrontar el aumento de casos por Covid-19, con una caída en el segundo trimestre de 2022 de 2,6% respecto al trimestre anterior y un crecimiento insignificante de 0,4% respecto al mismo período del año anterior. Estamos a la espera de que el Oficina de Análisis Económico (BEA) publique el 28 de julio su primera estimación de la variación del PIB de los Estados Unidos en el segundo trimestre, después  de que  tras la tercera revisión de sus estimación la BEA haya confirmado que la economía estadounidense registró una caída de 1,6% en el primer trimestre de 2022 respecto al primer trimestre, posible preludio del inicio de una nueva recesión que podría confirmarse dentro de unos días.

La situación no es mucho mejor en la UE. Algunos países como Dinamarca y Suecia registraron también caídas apreciables del PIB en el primer trimestre de 2022, y si bien la UE en su conjunto creció 0,6% y la Eurozona 0,5%, estos resultados positivos obedecen más al crecimiento de algunos países de menor peso, como Irlanda, Hungría, Croacia, Latvia, Chequia,  Grecia y Malta, que al crecimiento en las cuatro economías centrales que se situó entre los valores ligeramente negativos de Francia (-0,2%) e Italia (-0,1%) y el magro crecimiento de Alemania y España (0,2%). El anuncio de subida de 0,5 puntos porcentuales del tipo de interés por parte del BCE, mayor de la esperada y prólogo a la de septiembre, puede inclinar la balanza hacia el lado oscuro.

Hay pocas dudas de que las tres principales áreas económicas del mundo se encuentran caminando sobre la cuerda floja a causa de los riesgos que entrañan la pandemia a nivel global, la subida de los precios del gas natural en el ámbito regional de la UE por la reducción de los flujos procedentes de Rusia y Argelia, y, por último, a causa de las políticas más restrictivas implementadas por los bancos centrales que pueden terminar de dar la puntilla a la debilitada recuperación económica en los próximos trimestres. Sólo China, si logra evitar tener que imponer nuevas restricciones a la movilidad, podría salvar el segundo semestre con un crecimiento netamente positivo.

¡Ay de mi gas ruso y argelino!

Los resultados de un estudio publicado por FMI el 19 de julio alertan, por ejemplo, de las negativas consecuencias del corte total de los suministros de gas ruso, una circunstancia que podría arrastrar a la UE a una recesión en los próximos trimestres. Y es que, pese a la importante disminución de los flujos de gas natural ruso y la baja tasa de utilización de los gasoductos registrada en 2021, 55% según el propio FMI, Rusia suministró todavía más de la mitad (52,94%) del gas que arribó a la UE por gasoductos el año pasado. Por supuesto, el apagón total daría un nuevo impulso a los precios de la energía en general y del gas natural en particular, aunque posiblemente esta eventualidad ya se ha reflejado en los precios del gas en Europa que, como puede comprobarse en el Gráfico 1, han repuntado con fuerza en los mercados mayoristas desde junio. Más combustible a la inflación y mayor presión sobre los gobernadores de los bancos centrales para que endurezcan las políticas monetarias. 

Gráfico 1. Precios del gas en los principales mercados europeos 2021-2022

Fuente: FMI, procedente de Bloomberg Finance L.P.

La magnitud de la caída del PIB en cada economía dependerá en gran medida de cuatro factores. Primero, el nivel de dependencia del gas ruso. Segundo, la posibilidad de sustituir las importaciones de gas natural ruso con importaciones de GNL, procedentes de lugares tan lejanos como Estados Unidos, Catar o Australia, y con otras fuentes energéticas como las centrales nucleares, las energías eólicas y fotovoltaicas o incluso el hasta ayer mismo denostado carbón. Tercero, las mejoras en los sistemas de interconexión y almacenamiento. Y, cuarta, la respuesta de la demanda ante el aumento de los precios del gas natural y otros combustibles y la eficacia de los mecanismos de racionamiento implementados por las autoridades para afrontar un invierno en el que la escasez de gas podría producir más disrupciones en la producción. 

El documento del FMI cuantifica en 0,2% la caída del PIB atribuible hasta ahora a las restricciones y disrupciones en el suministro de gas ruso y a la consiguiente necesidad de sustituirlo por otras fuentes de energía alternativas más costosas. Pero el estudio apunta a que las consecuencias podrían ser mucho más severas en caso de que se produzca el cierre total del suministro de gas ruso a la UE. Los autores del estudio presentan los resultados obtenidos con varios modelos multisectoriales que tienen en cuenta los efectos directos producidos por la escasez de gas, los indirectos causados por las interrelaciones sectoriales, y los efectos de equilibrio general que toman en consideración las consecuencias de la caída en las rentas sobre el consumo y el ahorro y la demanda de inversión. Además, se contemplan distintos tipos de fricciones que pueden agravar la reducción de suministros y políticas que pueden restar efectividad a la subida de los precios para cortar la demanda.

Gráfico 2. Caídas del PIB ocasionadas por el cierre de suministros de gas ruso

(En porcentaje)

Fuente: IMF.

Los resultados que se presentan en el Gráfico 2 correspondientes al modelo sectorial indican que los países más dependientes del gas ruso, como Hungría, Chequia, Eslovaquia, Italia, Alemania y Austria, resultarían los más perjudicados. España no se encuentra entre los países más damnificados por la escasa dependencia del gas ruso, si bien nuestro calvario particular empezó con el cierre del gasoducto del Magreb el 31 de octubre de 2021 y la subsiguiente necesidad de recurrir a suplementar la oferta con importaciones de gas natural licuado (GNL) procedentes, principalmente, de Estados Unidos. Como puede observarse en el Gráfico 1, la evolución del índice Spanish Enagas muestra que estamos siempre a la cabeza en lo que ha subidas de precios se refiere.

La caída para la UE en su conjunto se situaría en una horquilla que va de 1,8% en el escenario base a 2,7% si los gobiernos protegen a las familias de la subida en los precios del gas. Los  resultados de un estudio realizado por el BCE para estimar el impacto sobre el PIB de un recorte de la oferta de gas de 10% en 19 países apuntan en la misma dirección. El impacto, según el FMI, se podría mitigar considerablemente introduciendo medidas de ahorro energético para reducir la demanda de gas y eliminando fricciones para mejorar la integración del mercado europeo y su integración en el mercado mundial de gas natural licuado. 

Ahorren gas, señores

Ante esta perspectiva, Van der Layen, presidenta de la Comisión Europea, acaba de anunciar la inmediata puesta en marcha del Plan europeo de reducción de la demanda de gas “para reducir el uso de gas 15% hasta la primavera próxima”: ahorren gas para el invierno. Ya veremos en que queda esta actualización improvisada del cuento de la cigarra y la hormiga. Algunos ciudadanos europeos se preguntarán, con razón, por qué las instituciones europeas han impulsado hasta ayer mismo la construcción de gasoductos para asegurar la llegada de gas ruso a la UE, y ahora nos dicen nos que hay que apretarse el cinturón porque esos gasoductos van a quedar ociosos para castigar a Putin. Menudo negocio, indicativo de que la UE es un pollo sin cabeza.

Pero lo más sorprendente del documento es que la Comisión acuse al Kremlin de utilizar las exportaciones de gas como un arma (“Kremlin’s weaponisation of gas exports”), cuando la UE y otros países occidentales llevan años empleando las sanciones económicas como arma para castigar al gobierno ruso. ¿Qué esperaban los beatíficos comisarios europeos? Lo verdaderamente sorprendente es que el gobierno de Rusia no haya cortado todavía los suministros a la UE, y si Putin no ha dado ese paso no ha debido ser por falta de ganas, sino porque necesita más tiempo para colocar el gas en otros mercados, o porque quizá espera el momento en que el cierre total de los gasoductos rusos resulte más dañino para la UE. O ambas cosas tal vez. A instancias de otros gobiernos, la UE se ha adentrado en una política de confrontación con Rusia cuyos costes económicos para consumidores, empresas y gobiernos van a resultar muy elevados.

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