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La Diada de la gran divergencia

Participantes en la manifestación separatista del 11 de septiembre en Barcelona.

El mismo 11 de septiembre un resumen de Carles Castro en la Vanguardia demuestra con datos que el procés ha reducido el electorado nacionalista a los niveles de 1980, «confirmando el carácter ruinoso de aquella peripecia identitaria».

«Expresado en porcentaje de voto sobre censo (es decir, sobre el conjunto de los ciudadanos con derecho al sufragio), el independentismo ha perdido casi 12 puntos con respecto a su techo del 2017. Entonces, 37 de cada 100 catalanes mayores de 18 años respaldaron opciones secesionistas. Cuatro años después, ese porcentaje cayó por debajo del 26%.»

Este retroceso significa que volvemos al punto de partida: 40 años después de las primeras elecciones autonómicas, las del 1980, «el voto nacionalista apenas se ha movido. En 1980, sumaba algo menos del 25% del censo, y en el 2021 se quedó por debajo del 26%. Y esa tasa supone siete puntos menos si la comparativa se realiza con los comicios del 2012, punto de arranque del procés.»

Pero cuatro décadas es mucho tiempo para hacer este tipo de paralelismos. El electorado ha cambiado mucho, y las opciones políticas también. Entonces CiU representaba un regionalismo dinámico e influyente que se convirtió en el voto útil de la derecha, ERC era un soberanismo teórico muy reticente ante las izquierdas, y el independentismo explícito quedaba lejos de conseguir un escaño.

Pero cuatro décadas es mucho tiempo para hacer este tipo de paralelismos. El electorado ha cambiado mucho, y las opciones políticas también.

Ahora todo es muy diferente. Si el electorado nacionalista perseguía entonces la consolidación del autogobierno, el electorado independentista de hoy se aferra mayormente a una idea de Cataluña que ya no existe y aspira a la creación de un nuevo estado ante la indiferencia del mundo entero. El lento declive electoral de las opciones que apostaron por el gran desafío de 2017 se debe no sólo al reconocimiento de los obstáculos que se oponen al proyecto sino también a la convicción que cada parcela de poder administrada por los independentistas acelera la quiebra del país entero.

Cambiar el tablero de juego

Ese lento declive tiene su reflejo en la pérdida de manifestantes de la ANC. Según la Guardia Urbana de Barcelona fueron unos 150.000, y según los convocantes, unos 700.000. En cualquier caso, lejos de las grandes movilizaciones de otros tiempos, e incluso la cifra de la GU parece bastante generosa. Pero la ANC siempre se plantea objetivos que sabe que puede conseguir, en este caso mover unos miles de personas desde el Paralelo, pasando por el Paseo de Colón, hasta llegar a la estación de Francia.

Ese lento declive tiene su reflejo en la pérdida de manifestantes de la ANC. Según la Guardia Urbana de Barcelona fueron unos 150.000, y según los convocantes, unos 700.000.

Y lo ha conseguido, con una cantidad de gente que les hace sentirse legitimados para decir que hemos cambiado el tablero de juego y que «el pueblo de Cataluña» —al parecer concentrado todo en el Paralelo y encarnado en esos manifestantes que nadie ha elegido para esa labor—, «firme y persistente, ha vuelto a demostrar que somos capaces de todo y más«.

El editorial de la Vanguardia advierte algo que no es ninguna novedad: El independentismo no es un suflé. Más bien es una constante de la política catalana desde hace una década. «Las elecciones han seguido dando el poder a los partidos independentistas a pesar de sus errores, improvisaciones e impotencias», lo que es tanto un mérito suyo como un demérito de los partidos antiindependentistas.

La cuestión es si «la confirmación de la fuerza de la Assemblea» —aún es pronto para darla por confirmada— «podría favorecer la cristalización de un nuevo partido decididamente unilateralista» —Dolors Feliu no para de amenazar con presentar una «lista cívica» a las elecciones— «que perjudicaría más a Junts que a ERC» —según a quién presenten, habría que verlo, porque esa lista no va a salir de la nada sino de los partidos actualmente existentes—.

Dolors Feliu no para de amenazar con presentar una «lista cívica» a las elecciones— «que perjudicaría más a Junts que a ERC»

Golpe sobre la mesa

Pilar Rahola estrena columna en el Periódico para decir que esta manifestación ha sido un golpe sobre la mesa. Y en un párrafo reitera los tópicos habituales: «ERC ha cometido el grave error de enfrentarse a la ANC, es decir, a la ciudadanía independentista organizada, y ahora ha perdido el envite, lo que es una doble derrota: primero, porque la ciudadanía le ha recordado que el independentismo es un movimiento que va de abajo arriba, y no un partido dirigido; y segundo, porque ha dejado de liderarlo. Su reacción a la defensiva, sacando las uñas boca arriba [sic], demuestra que aún no ha sabido leer lo que le está pasando. En cierto modo, la afonía de su líder Junqueras cuando intentaba demostrar firmeza ha sido toda una metáfora.»

«ERC ha cometido el grave error de enfrentarse a la ANC, es decir, a la ciudadanía independentista organizada, y ahora ha perdido el envite, lo que es una doble derrota»

Pilar Rahola

Ciudadanía organizada, movimiento de abajo arriba… ¡Hasta cuándo los propagandistas como Rahola repetirán ideas ya sobradamente desmentidas! «Los republicanos han hecho la prueba de la calle y han perdido por goleada, con el presidente de la Generalitat desmentido por la misma ciudadanía que lo ha llevado a la presidencia.» Pere Aragonès ha llegado a la presidencia con los votos de los diputados de su partido y de JxCat y CUP, que en total representan a más de 1.300.000 votantes. Dejando a parte que lo que llaman «la calle» no puede anular unas elecciones normalmente desarrolladas, ni mucho menos ha habido tanta gente manifestándose en contra.

El presidente Puigdemont contribuyó al disenso con un tweet afirmando que «hoy la corriente central del independentismo ha demostrado inclusión, civismo y sobre todo fortaleza». Lo que demuestra una vez más que vivimos en un mundo orwelliano, pues aquí inclusión significa exclusión: la del partido independentista más votado; civismo significa incivismo: el del abuchear a los políticos con quienes se está en desacuerdo táctico; fortaleza significa debilidad: la que resulta del conflicto entre socios de gobierno que marchan en direcciones opuestas.

«Hoy la corriente central del independentismo ha demostrado inclusión, civismo y sobre todo fortaleza»

Carles Puigdemont

Vuelven las prisas

Francesc-Marc Álvaro, en la Vanguardia La noria y la nueva prisa—, constata que «la división estratégica y discursiva del bloque independentista se ha agudizado. No sólo porque los dirigentes de ERC se han desmarcado de la convocatoria de la ANC, también porque las palabras de la presidenta de esta entidad, Dolors Feliu, tienen poco que ver con las palabras del presidente de Òmnium, Xavier Antich, que en el acto de la mañana dijo que ‘nunca cederemos a la tentación populista de la antipolítica’.»

Consciente o no, Antich está haciendo méritos para ser llamado traidor en los próximos eventos, porque la antipolítica —basada en el populismo y la bullanga— hace tiempo que es la aspiración más obvia de un procesismo que, a falta de saber adónde ir, se queda donde está, sosteniendo lo mismo y apelando a su propia infalibilidad.

Álvaro constata también que «una parte de la frustración y la impotencia del movimiento se transforma en un señalamiento del hipotético enemigo interior, con ataques que antes se dedicaban sólo a los partidos centralistas». Todas las revoluciones devoran a sus hijos con gran voracidad; las revoluciones frustradas también, pero más lentamente.

«Una parte de la frustración y la impotencia del movimiento se transforma en un señalamiento del hipotético enemigo interior, con ataques que antes se dedicaban sólo a los partidos centralistas»

Francesc-Marc Álvaro

Sigue Álvaro: «Los vigilantes de una supuesta ortodoxia han enterrado la ‘revolució dels somriures’ y ven enemigos en cada esquina.» Lo que pasa es que antes confiaban en la fuerza del número y en que al final, viendo la bondad de la causa independentista, los contrarios y los reticentes no se opondrían. Ahora saben que éstos sí se opondrán y que su número disminuye y pierde fuerza, por lo que la denuncia del divergente dentro de las propias filas irá a más.

«Los vigilantes de una supuesta ortodoxia han enterrado la ‘revolució dels somriures’ y ven enemigos en cada esquina.»

Francesc-Marc Álvaro

Ante la petición de Dolors Feliu, «haced la independencia o convocad elecciones», Álvaro reflexiona: El ultimátum de la ANC al Govern Aragonès tiene un regusto de inquietante déjà vu: «el retorno a la prisa como eje de la política independentista. «Hagámoslo y hagámoslo pronto», repitió Feliu, como si la correlación de fuerzas, el apoyo social y las condiciones objetivas fueran hoy más favorables al independentismo que en el 2017.» Todo el mundo sabe —incluso la legión de politólogos que ha surgido últimamente— que las condiciones objetivas son hoy peores que entonces. Eso no es motivo para abandonar, por supuesto, pero quita credibilidad a los nuevos aires desafiantes que ensaya la ANC.

La Diada de la confusión, para unos

El editorial del diario Ara pedía el día 10 una Diada de todos: «Lo urgente es neutralizar el peligro de que la Diada sea secuestrada por una minoría. El Onze de Setembre es la fiesta nacional de Cataluña e interpela a todos sus ciudadanos en el sentido que expresa la voluntad de un país de persistir a pesar de todas las dificultades. Los debates sobre la estrategia para conseguir un estado propio no deberían esconder esta realidad. Convertir la Diada en un campo de batalla independentista no es sólo un error para el propio independentismo, que cada vez será más reducido y poco atractivo, sino un problema para la cohesión del país.· Llegan tarde: la Diada ya fue «secuestrada por una minoría» hace muchos años, por la minoría independentista, y la «cohesión del país» se fue deteriorando con cada abucheo.

Y el del dia 11, después de los actos, tenía que reconocer que fue la Diada de la confusión: «Las dos grandes entidades del soberanismo, Òmnium (con 190.000 socios) y la ANC (con 45.000), han sacado a la calle a miles de ciudadanos» pero «los mensajes y los llamamientos han sido claramente contradictorios». «Para unos (Òmnium) se trata de rehacer puentes, encontrar consensos mínimos y dar paso a nuevas voces; para los otros se trata de pasar al ataque (ANC).»

«La pluralidad del independentismo, pues, ha quedado perfectamente retratada» —es decir desmentida por la exhibición a la luz pública de sus contradicciones—. «El Govern de ERC y Junts también ha mostrado esta división: todos en el acto de la mañana con Òmnium, que se ha ofrecido a trabajar por un nuevo marco que permita sumar la diversidad del país y sólo los segundos yendo a la cita encabezada por la ANC.» Este editorial se ve en la necesidad de reconocer, ya era hora, que «una buena parte del país queda al margen» —es decir la mayor parte—.

Una nueva etapa que se abre, para otros

El editorial del Punt-Avui del día siguiente celebra un éxito que debe espolear a los partidos: «El triunfo de la convocatoria es un guantazo a aquellos que habían apostado por un tropiezo que indicara, definitivamente, un punto de no retorno en la voluntad de la gente para hacer oír su voz.»

Y aplaude la idea de la ANC «presentar una lista cívica en las próximas elecciones», que «es una propuesta legítima» ante la que «tanto ERC como Junts, que luchan divididos por apropiarse de la idea del independentismo, ya sea histórico o actual, deben asumir la situación y convencer al soberanismo de que es posible un plan de gobierno que incluya las demandas de sus propios votantes».

No obstante, el editorial del día 13 —Estratègia amb gent, entitats… i partits— ponía un cierto freno a la antipolítica: «Despreciar a los partidos en la búsqueda de la estrategia independentista, a pesar de que la Diada haya sido un toque de atención para el presidente Aragonès, sería también un error.»

Vicent Partal, desde Vilaweb, dice que enhorabuena: el Paralelo ha encendido una luz al final del túnel: «El país —superado el trauma de los prisioneros políticos y la dificultad de la pandemia— ha vuelto a encauzar el proceso de independencia, ha dado un puñetazo rotundo sobre la mesa y ha dicho, sobre todo a los partidos políticos catalanes, que ya basta.»

«El país —superado el trauma de los prisioneros políticos y la dificultad de la pandemia— ha vuelto a encauzar el proceso de independencia, ha dado un puñetazo rotundo sobre la mesa y ha dicho, sobre todo a los partidos políticos catalanes, que ya basta.»

Vicent Partal

A su entender, «cuando ayer la gente (…) empezó a gritar ‘gobierno dimisión’, toda una etapa del proceso de independencia fue superada», y lo mejor es que «se ha abierto de par en par un nuevo capítulo de la vida política catalana. Porque o bien los partidos cambian radical y rápidamente de actitud, o en [las próximas] elecciones la ANC promoverá una lista cívica, al margen y contra esos partidos políticos que tanta decepción y desánimo han esparcido.»

Los partidos no van a cambiar de actitud, y no van a jugar al todo o nada como les reclaman los profesionales de la agitación. Por tanto, en cuanto volvamos a votar, podría haber cuatro candidaturas independentistas con posibilidad de conseguir escaños, lo que demostraría una vez más que todo es susceptible de empeorar y que la inestabilidad de la política catalana empieza a ser una enfermedad crónica.

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