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ECOS INDEPENDENTISTAS / En la muerte de Benedicto XVI

Benedicto XVI

No demasiado interés ha despertado en la prensa catalana la muerte de Benedicto XVI. Nos tienen acostumbrados a prescindir de las figuras señeras de nuestra época y a seguir al detalle las opiniones de cantantes y deportistas, superficiales en el mejor de los casos y prescindibles en todos. ¿A quién le importa si un jugador del Barça está a favor —como Gerard Piqué: Es compatible ser independentista y jugar con España, decía el pasado abril— o en contra de la independencia de Cataluña —declaró Héctor Bellerín el día 30: en el mundo en que vivimos, tan globalizado, no tiene ningún tipo de sentido poner barreras—? Son opiniones privadas que sólo sirven para llenar sobremesas familiares y tertulias de radio.

No hay peor ignorancia que la voluntaria. Como la de Jordi Galves en este tweet: «Siguen diciendo que Benedicto XVI fue un brillante intelectual pero sin explicar por qué». Pues bien fácil es descubrirlo, como Papa y como teólogo. Sólo hay que acudir a la web del Vaticano, Benedictus XVI, y a la de la Fundación Ratzinger. «Las izquierdas culturales, abanderadas de una razón que, en plena posmodernidad, presentaba (y presenta) muchos síntomas de fatiga, en lugar de preguntarse “¿qué es lo que dice este líder mundial?”, prefirieron el panfleto: “Escuchar a un inquisidor? ¡Ni hablar!”. Ahora, en su muerte, además de inquisidor lo tachan de pederasta.» Esto sostiene Antoni Puigverd en la Vanguardia: Ratzinger y nuestra política.

Un terreno sembrado para las reformas

Las crónicas que le han dedicado inciden en los lugares comunes de su renuncia al pontificado —Adeu al papa que va plegar, titulaba el Punt-Avui—; de la pederastia —«una lacra que afecta, como sabemos, a toda la sociedad, pero que sólo se utiliza contra la Iglesia, que es una de las pocas instituciones dispuestas, ya cuando Ratzinger era cardenal, a limpiar a fondo este lodo», dice Puigverd—, y de su venida a Barcelona en 2010 para declarar la Sagrada Família como basílica menor. 

Otro aspecto maliciosamente evocado, lo recuerda Arturo San Agustín, también en la Vanguardia —Ratzinger—: «Al muy inteligente y muy culto Joseph Ratzinger la prensa llamada progresista, que aún no sé lo que es, lo recibió con el kaláshnikov en la mano. Y lo primero que hizo fue definirlo como un nazi, sin explicar que, como a todos los niños alemanes de su generación, se le obligó a alistarse en las juventudes hitlerianas.»

No se le ha perdonado, ni dentro ni fuera de la Iglesia, su fidelidad a la tradición católica, el esfuerzo constante en la conciliación entre la fe y la razón, y el cuidado por los símbolos que la identifican. San-Agustín afirma: «Ratzinger recordó que, por estas latitudes, a Dios se llega mejor con Bach y sus órganos que con una guitarra aficionada. Cuando uno arrincona a Bach, ya me entienden, regresan la magia, las brujas con escobas voladoras, las patas de gallo y el veneno de sapo. Algo que ya está sucediendo en Europa.»

En el Ara, Jordi Llisterri le resta importancia al situarlo como Papa de transición: Sin Benedicto XVI no hay Francisco. «Si el pontificado de Juan Pablo fue el del rearme interno y las consignas claras, el de Benedicto XVI fue el del diálogo. Quizás no llegó a las masas ni le dio popularidad, pero dejó un terreno sembrado para las reformas y la apertura de Francisco.» Como si la suya fuera una fase por la que había que pasar, antes de llegar a otra más feliz: «Sin rupturas, los diez años de Benedicto XVI dieron paso a los cambios que ha promovido Francisco. Cuando haces pensar y dialogar, no hay más camino que la reforma, aunque sea conservando todo lo que haya que conservar.» 

El pastor alemán

Con fecha 1 de enero, aunque escrito antes de la muerte del Papa, aparece en la web del Ara un artículo con un ambiguo título: El pastor alemán, el apodo con que era conocido en Roma. «El mandato de Benedicto XVI hace honor a su condición de filósofo riguroso y valiente. En particular, critica a menudo el “relativismo” de nuestra sociedad, que pone en el mismo plano de igualdad cualquier creencia o afirmación (…) Pero los clichés sobre el conservadurismo y el racionalismo del Papa a veces ocultan aportaciones de otro cariz, como las encíclicas sobre el amor y la esperanza o su aproximación al protestantismo, que tan bien conocía (…) Benedicto XVI no ha logrado revertir el aumento desmedido del poder de la curia vaticana durante el pontificado anterior. No ha podido ordenar un submundo eclesiástico en el que personajes influyentes, incluso colaboradores suyos muy cercanos, intrigan, espían, se enfrentan sin escrúpulos y protagonizan escándalos financieros y sexuales.»

En el Punt-Avui, el día 7, hay un artículo de Míriam Díaz Bosch, algo más entusiasta: L’amor de Benet XVI: «Un hombre aparentemente tímido y feliz en la biblioteca, que aparecía patentemente incómodo en los baños de masas y que se preocupaba aparentemente más de reestructurar la Iglesia que de hacer políticas expansivas y mediáticas (…) Un pensador consistente, una persona reservada y un pontífice centrípeto. El prolífico teólogo Ratzinger ha encontrado en la escritura su máxima forma de comunicar su pensamiento, y escribir tanto como lo ha hecho él implica una vida más recluida y menos pública. Pero Ratzinger se tomó muy en serio su papel de Papa, tanto, que cumplió ese acto inédito de renunciar, porque de acuerdo con su lógica, si ya no podía servir en condiciones, mejor dejar paso a otro que tuviera más energía.»

En resumen, «Benedicto XVI ha sido un pensador universal, no un teólogo católico cerrado», que «tras arremeter contra el marxismo, el sincretismo, el relativismo, se ganó el apelativo de guardián de la fe». Y añade un párrafo para vaticanólogos: «Desconocemos el historial de traiciones de todos los papas, pero tenemos muchos detalles de las altas deslealtades cometidas contra Benedicto XVI, empezando por el mayordomo y continuando por asesores de supuesta máxima confianza. Ahora su secretario ya ha anunciado que saldrá un libro en el que veremos toda la oposición que sufrió. Tras arremeter contra el marxismo, el sincretismo, el relativismo, se ganó el apelativo de guardián de la fe.»

Un chantaje personal

Fue Papa durante ocho años, y ha vivido casi diez años más siendo «Papa emérito». Por qué cesó de su cargo en 2013 es un extraño misterio o un secreto a voces, según quién opine, pero de eso poco se habla en este país. Vicent Partal, en Vilaweb, evoca una conversación con un periodista italiano, que no identifica, en 2010: El día que entreví los oscuros pasillos del poder mundial

«Cuando lo eligieron, lo hicieron bajo el impacto del avance del islam y buscaban a un líder a la contra. Pero pensaban que sería dócil con la curia y resulta que no les hace ni caso. Están hartos y son muy poderosos. Toda la información sobre los casos de pederastia sale de dentro. Están ensayando la muerte civil (…) Antes a los papas molestos los mataban. Ahora han descubierto que pueden hacer que la presión de la opinión pública internacional contra el papado sea tan intensa que acabe echándole. El escándalo es muy grande y todavía queda mucha munición por disparar.»

Asegura Partal que este periodista «nunca me ha dado detalles concretos, pero siempre me ha dejado claro que hubo un chantaje. Un chantaje personal preparado con tiempo y ejecutado de forma específica para apartar a Benedicto XVI del poder».  

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