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ENTREVISTA | Albert Soler: «El separatismo señala al discrepante por complejo de inferioridad»

El periodista publica ‘Un botifler en la Villa y Corte’, un volumen que recoge sus andanzas madrileñas

El periodista Albert Soler. ANIOL RESCLOSA.

Periodista en El Diari de Girona y colaborador en El Periódico y El Periódico de España, el vitriólico Albert Soler (Gerona, 1963) es junto a Ramón de España el cronista que más hecho reír a los catalanes y el resto de españoles hartos del «esperpéntico circo del independentismo», como lo llamó en su anterior libro. En el nuevo, Un botifler en la Villa y Corte (Península), sigue azotando al secesionismo y al poder en general, pero esta vez desde la capital de España.

Como señala en el prólogo, el nacionalismo se refiere a los catalanes no nacionalistas de diversas maneras: «ñordo», «facha», «botifler», etcétera. ¿Qué dice del separatismo su empeño por señalar al discrepante?

Pues indica esencialmente un exagerado complejo de inferioridad. Se sienten tan poca cosa intelectualmente, que no tienen otro remedio que inventar epítetos para quien no piensa como ellos, aunque quizás debería decir hacia quien piensa, porque ellos no lo hacen. Un complejo de inferioridad que, contra lo que suele suceder, en este caso está bien fundamentado. Son gente inferior en todos los aspectos, efectivamente, y ya va siendo hora de que se diga claramente. Ni son buena gente, ni son ilusos, ni son románticos ni nada de eso: son gilipollas.

El secesionismo acostumbra a pensar que en Madrid existe obsesión con el asunto catalán. ¿Es así?

La única persona que en Madrid se preocupa por el «conflicto» —como le llama él— catalán es Pedro Sánchez, también es mala suerte que esa única persona sea presidente del gobierno. Nadie más en Madrid se acuerda de esos pobres desgraciados que se inventaron una republiqueta a la que aspirar. No entiendo a qué viene hacer concesiones a gente que ha demostrado ser incapaz de crear el menor problema, fuera por cobardía o por imbecilidad. Lo más seguro es que por ambas cosas.

«No entiendo a qué viene hacer concesiones a gente que ha demostrado ser incapaz de crear el menor problema, fuera por cobardía o por imbecilidad. Lo más seguro es que por ambas cosas»

Otro tópico es que los madrileños tratan con desprecio a los catalanes. ¿Ha sido su caso?

Todo lo contrario. Durante mis estancias en Madrid, cuando alguien —camareros, taxistas o parroquianos de bares— ha sabido de mi catalanidad, ha elogiado a Cataluña y a los catalanes. La gente de a pie, a diferencia de los políticos de uno y otro bando, huye de los problemas creados artificialmente. Bastante tiene con los problemas reales.

Se lamenta en el libro de que los madrileños «no tenga una opresión que llevarse a la boca». Sin embargo, diversas voces han acusado a Ayuso de liderar un procés a la madrileña. ¿Son fenómenos comparables?

Es que oprimido se vive muy bien. Ante cualquier problema, en lugar de buscar soluciones, basta con echarle la culpa al opresor. Estoy seguro de que hay lacistas que, ante la vergüenza de haber sufrido un gatillazo con la parienta —la legítima o la ilegítima, tanto da—, se excusan en la tensión que supone estar bajo el yugo español. «Fins que no siguem lliures, no podré complir», le dicen a la pobre e insatisfecha mujer. Y después pasa lo que pasa, que un policía infiltrado se pasa por la piedra a casi una docena. Lo de Ayuso será comparable cuando esta señora se salte las leyes para fundar una republiqueta. Hasta entonces, quizás en algunos momentos sea populista, pero un populista que acate la ley no es algo que deba preocuparnos demasiado. El mundo está lleno de ellos.

«Lo de Ayuso será comparable al procés cuando esta señora se salte las leyes para fundar una republiqueta. Hasta entonces, quizás en algunos momentos sea populista, pero un populista que acate la ley no es algo que deba preocuparnos demasiado»

Según ha desvelado un diario nacionalista, en TV3 se ha desatado una guerra entre varios periodistas de prestigio por la corresponsalía que ha quedado libre en Madrid. ¿Le sorprende?

Jajaja, no sabía nada de eso, voy a presentar mi candidatura, aunque creo que lo tengo crudo, en TV3 no soy muy apreciado, o eso parece a tenor de las veces que he aparecido en ella: ninguna. Es que en Madrid se vive muy bien, casi tan bien como antes del procés en Cataluña. Sucede que un catalán de bien debe poner a todas horas cada de estreñido, para demostrar que vive oprimido. Y claro, a fuerza de poner cara de estreñidos, nos hemos convertido realmente en un pueblo estreñido. Es lo que ocurre: si rezas un par de horas cada día de rodillas, acabas siendo creyente. En Madrid, en cambio, la gente vive con alegría, se nota nada más pisar la calle.

Le pondré un ejemplo: en mi ciudad, Gerona, la sentencia del procés coincidió con las fiestas. Pues bien, la alcaldesa suspendió los fuegos artificiales. Era obligatorio estar afligido y no celebrar las fiestas. Alguien podría pensar «el que no quiera ver los fuegos, que se quede en casa». Pues no, porque de lo que se trataba era de que todo el mundo estuviera triste por decreto. Es la perfecta alegoría de lo que es Cataluña, un lugar donde se ha de estar triste y enojado porque así lo mandan.

«Para el lacismo, España es siempre culpable, como lo era Rusia para el falangismo, hasta en eso se parecen». ¿En qué más se asemejan?

En pensar que la republiqueta que nos quisieron endosar, sería una unidad de destino en lo universal, ya que todo el mundo estaría pendiente de nosotros. También en el culto al líder, un megalómano que vive en Waterloo y que creía estar llevando a cabo una misión divina mientras se saltaba las más elementales leyes de la democracia. En calificar de desafecto al régimen a todo el que se desvíe un milímetro de la doctrina oficial. En señalar al discrepante. En impedir por la fuerza actos no solo políticos, también culturales, si no son del agrado del régimen. En convocar a las masas para demostrar que el pueblo apoya las decisiones del líder, aunque ante la falta de un Palacio de Oriente deba hacerse por las calles de Barcelona. Y en fin, en creer que ese invento llamado «mandato popular» faculta a pasarse las leyes por el forro.

«Oprimido se vive muy bien. Ante cualquier problema, en lugar de buscar soluciones, basta con echarle la culpa al opresor»

La Generalitat acaba de crear la figura de «enviado territorial a Irlanda». ¿En qué medida es el proyecto separatista un medio de vida en sí mismo?

En toda medida. Es que no es nada más que eso. Conozco a cientos de personas que gracias al procés han conseguido un buen puesto de trabajo en la Administración. La mayoría de ellos son unos completos inútiles, lo cual —justo es reconocerlo— les convertía en los candidatos ideales para esos puestos. Una persona capaz en un puesto que dependa, poco o mucho, de la Generalitat, es un verdadero peligro. Igual le da por hacer algo de provecho, y a ver cómo deja eso a los demás.

Celebra que varias plazas catalanas se hayan rebautizado como 1 de octubre. ¿Nos lo explica?

Con el paso de los años, será bueno recordar que en Cataluña hubo unos políticos que estafaron a los ciudadanos. Las plazas «1 d’Octubre» quedarán ahí, para que todo el mundo recuerde que no debes fiarte jamás de un político, pero mucho menos de un político lacista, porque fueron los que mandaron a a la gente un 1 de octubre a defender no sé qué urnas mientras ellos se quedaban en casa. Y después de las votaciones, se largaron dejando Cataluña hecha unos zorros. Prometieron una republiqueta en la que no creían ni ellos, engañaron, mintieron, fueron cobardes y fueron imbéciles. Está muy bien que las generaciones venideras sepan todo eso, cada vez que vean una plaza «1 d’Octubre».

Recientemente, la ANC confesaba su dificultad en atraer a la juventud a la causa secesionista. ¿A qué lo atribuye?

Bueno, tenga en cuenta que para la ANC, «juventud» es la franja de edad que va de los 50 a los 60 años. Supongo que intentan así rejuvenecer la media de edad de quienes acuden últimamente a sus manifestaciones. A los actuales adolescentes, el procés les suena a batallitas de sus abuelos, por ahí no tiene la ANC tela que cortar, hacen bien en atraer a los prejubilados, para sumarlos a los jubilados que ya tenían en sus filas.

Por último, ironiza que, gracias a la desjudicialización, «a semejanza de Las Vegas, lo que pase en Cataluña, se quedara en Cataluña». Pero, ¿qué ocurrirá si los secesionistas «ho tornen a fer»?

No veo por qué se debe desjudicializar la política, si los políticos no quieren que se les juzgue, les basta con no delinquir. Si desjudicializar la política significa que pueden saltarse la ley, entonces reclamo desjudicializar la fontanería, el periodismo, la agricultura, la informática y todo el resto de profesiones, todo el mundo ha de tener el mismo derecho a no ser juzgado, haga lo que haga. De todas formas, no volverán a hacer nada, por la cuenta que les trae. Lo que ocurre es que tienen que soltar esa parida de vez en cuando, porque les va en ello votos y cargos. O sea, el sustento. Como le he dicho al principio, son cobardes y son tontos. Un cobarde inteligente puede intentar algo. Un valiente idiota, también. Pero ese hatajo de cobardes e idiotas a la vez, no son capaces de nada.

«Conozco a cientos de personas que gracias al procés han conseguido un buen puesto de trabajo en la Administración. La mayoría de ellos son unos completos inútiles, lo cual les convertía en los candidatos ideales para esos puestos»

Y si lo intentaran, pues nada, ya se ha demostrado que con un par de funcionarios llegados en tren, la mitad echó a correr y la otra mitad se puso a las órdenes de los dos chupatintas para lo que fuera menester, e incluso más. A partir de ahora el simple miedo a la inhabilitación, no digamos al embargo, que es gente acostumbrada a vivir muy bien, es suficiente para pararles los pies. Ni siquiera es necesaria la cárcel, que aunque ha demostrado poseer un innegable valor pedagógico —hay que ver lo modositos que han salido de ella Junqueras y compañía—, nos obliga a mantenerles. Que se mantengan como puedan, aunque sea de manera tan horrible para ellos como trabajando honradamente.

Óscar Benítez
Óscar Benítez
Periodista de El Liberal. Antes, fui redactor de Crónica Global y La Razón; y guionista de El Intermedio.

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