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ANÁLISIS / Inflación: pandemia, guerra y política II

La economía rusa ha salvado 2022 con una caída de 2,2 % del PIB, muy inferior a la anticipada por el Banco Mundial

Carro de combate ruso en Ucrania.

Terminaba mi artículo de la semana pasada afirmando que, si bien la invasión de Ucrania el 24 de febrero produjo considerable incertidumbre y agravó transitoriamente las subidas de precios que venían registrándose a lo largo de 2021, la sobrerreacción se fue diluyendo durante el segundo semestre de 2022 y, si hoy tenemos precios más elevados que en 2019, hay que achacarlo a las disrupciones creadas por la pandemia que dispararon los precios en 2021 más que a Putin y a la guerra en Ucrania. No debiera sorprendernos en exceso que las raíces de un proceso inflacionista mundial haya que buscarlas en disrupciones con impacto global, más que en las producidas por un conflicto localizado cuyos efectos están siendo devastadores para los ucranianos y bastante negativos para los países europeos, tanto más intensos cuanto mayor era su dependencia de los suministros de productos energéticos, grano y fertilizantes de Rusia y Ucrania.

Además de las disrupciones causadas por la pandemia, la inflación en los países europeos responde a algunos factores específicos entre los que destacaría  la decisión de las instituciones europeas de acelerar unilateralmente el proceso de transición ecológica en 2015, en primer lugar, y su pasividad política para desplegar el acuerdo Minsk II firmado en París en febrero de 2015, aceptando pasivamente la política de confrontación en Centroeuropa auspiciada por los Estados Unidos. La incorporación a la OTAN de casi todos los países que habían formado parte de la URSS hasta 1989 y el respaldo indisimulado del gobierno estadounidense a los partidarios de poner fin a la presidencia de Yanukovich y a las políticas de los presidentes Porochenko y Zelenski son en gran parte responsables de las crecientes tensiones entre Ucrania y Rusia. Aislar a Rusia, cortando los lazos con la UE, y frenar el aumento de la influencia de China en el mundo se han convertido en los ejes estratégicos de la política estadounidense en el siglo XXI y esta guerra de confrontación ha sido su primera consecuencia.

Transición ecológica y derechos de emisión de gases en la UE

El proceso de transición ecológica unilateral recibió un fuerte impulso en la UE en 2015 cuando las instituciones europeas se fijaron el objetivo de alcanzar “una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE de al menos 40 % en 2030 (comparado con los niveles de 1990)”, y decidieron que fuera el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS, por sus siglas en inglés), creado en 2005, el instrumento principal para alcanzar dicho objetivo, lo que a su vez hacía necesario reformarlo “para asegurar el buen funcionamiento del sistema”. Después de largas negociaciones sobre una directiva de la Comisión de 2015, las instituciones europeas alcanzaron finalmente un acuerdo el 22 de noviembre de 2017 para reformar el sistema de permisos. La reforma aseguraba la puesta en marcha de un “ETS más efectivo que reducirá más las emisiones, hará más limpio nuestro aire y nuestras industrias más modernas y competitivas”. Ninguna persona razonable puede oponerse a una reforma que promete mejorar el bienestar de los ciudadanos reduciendo las emisiones al tiempo que aumenta la competitividad de las empresas. Claro que una cosa es predicar lindezas y otra muy distintas dar trigo.

No contenta con los objetivos marcados, la Comisión Europea empezó a pergeñar una nueva propuesta más ambiciosa en marzo de 2020 que culminó con la presentación de una nueva directiva publicada el 14 de julio de 2021 en la que se adelantaba el objetivo de alcanzar la neutralidad climática a 2050 y se concretaba el objetivo intermedio de reducir las emisiones en más de 40 % en 2030 elevándolo a 55 %. De nuevo, la propuesta se adornaba con las mejoras galas y prometía “estimular la creación de puestos de trabajo verdes y continuar la senda récord de la UE de recortar las emisiones de gases de efecto invernadero mientras crece su economía”. ¡Quién va a atreverse a cuestionar una política que además de proporcionarnos la satisfacción de ser los alumnos más aplicados y considerados con el Planeta de la clase nos promete una lluvia de trabajos verdes y más crecimiento económico!

Tras la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022, la UE aprobó varios paquetes de sanciones económicas a Rusia para frenar las importaciones energéticas y dificultar la financiación de la guerra. En marzo, se puso en marcha el plan REPowerEU, una iniciativa conjunta europea con el objetivo de proporcionar “energía asequible, segura y sostenible”.  Preocupada por las “altos y volátiles precios de la energía en los últimos meses”, la Comisión se comprometió a “proporcionar a empresas y familias energía asequible, segura y limpia, comenzando inmediatamente con la mitigación de precios y almacenamiento de gas para el próximo invierno”, al tiempo que reivindicaba que “la posición en favor de una transición rápida a energía limpia bajo el paraguas del Pacto Verde Europeo nunca ha sido más fuerte y claro”. Así hemos llegado a 2023, con el compromiso unilateral de la UE de acelerar la transición a energías limpias, seguras y sostenibles del que sólo, según las instituciones europeas, cabe esperar grandes beneficios para el medioambiente, el bienestar de los ciudadanos y la competitividad de nuestras empresas.

Como se ha indicado, el instrumento elegido para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones fueron la reforma del sistema de derechos de emisión cuyos precios comenzaron a aumentar considerablemente a partir de 2018. Como puede observarse en el Gráfico 1, su precio inició una escalada que tras el respiro producido por la paralización de la actividad económica durante el primer año de pandemia aumentó vertiginosamente en 2021 y tras un nuevo respiro en la segunda mitad de 2022 ha recobrado su ímpetu alcista en el primer trimestre de 2023. La posición en favor de la transición ecológica lo que ha producido de momento es un formidable aumento del precio de los derechos de emisión de gases que se ha multiplicado por más de 10 desde 2017 y ha afectado a todas las actividades que realizan emisiones incluidas las centrales térmicas que producen electricidad con combustibles fósiles, e indirectamente al precio de la electricidad cuando la producción de estas centrales resultaba indispensable para satisfacer la demanda de electricidad.   

Gráfico 1. Precios de los derechos de emisión en la UE 2015-2023

Fuente: Trading Economics.

En el artículo de la semana pasada constatamos el fuerte aumento que registraron los precios de los productos energéticos y la electricidad en España durante 2021. No se trata de un hecho circunscrito a España, sino que afecta a todos los países europeos. Los Gráficos 2 y 3 muestran que los precios pagados tanto por las familias como por los demás demandantes de electricidad aumentaron con fuerza en 2021, especialmente en el segundo semestre, y continuaron su escalada en el primer semestre de 2022 reflejando el impacto de la invasión de Ucrania. Obsérvese que las subidas de precios fueron incluso más fuertes cuando se excluyen los impuestos soportados (línea de triángulos) y más intensas para el resto de demandantes que para las familias. Al no disponer de datos para el segundo semestre de 2022, no podemos confirmar el desplome de la tasa de crecimiento observado en la segunda mitad del año en el caso de España. 

Gráfico 2. Evolución de los precios de la electricidad para las familias en la UE 2008-2022

Fuente. Eurostat.

Gráfico 3. Evolución de los precios de la electricidad para otros demandantes en la UE 2008-2022

Fuente. Eurostat

El otro factor que impulsó la subida de precios de la electricidad y los precios energéticos en general fue el aumento de los precios del gas natural mucho más intenso en el mercado europeo dependiente en buena parte de los suministros de gas ruso que en el mercado mundial con una oferta mucho más diversificada. El precio del gas natural en el mercado TTF (Title Transfer Fcility) holandés se multiplicó por 5 entre enero y diciembre de 2021 marcando dos picos notables en octubre y diciembre de 2021, y si bien el inicio de la invasión disparó los precios durante algunas semanas, los precios del gas natural descendieron hasta niveles similares a los registrados en el último trimestre de 2021. 

Gráfico 4. Precio del gas natural en el mercado TTF holandés 2019-2023

Fuente: Trading Economics.

Lo que sí produjo un impacto más notable que la propia invasión fue la decisión de las instituciones europeas de aumentar las sanciones a Rusia y eliminar gradualmente la dependencia de la UE de los suministros de gas natural, petróleo y carbón rusos, y la certeza de que la guerra en Ucrania iba a prolongarse durante bastante tiempo y los países europeos necesitaban “prepararse para el próximo invierno asegurándose suficientes niveles de almacenamiento” y alcanzar niveles de capacidad de 90 % el 1 de octubre. Pero tras el episodio alcista del verano, los precios del gas natural en el mercado holandés se han desplomado y alcanzan en las últimas semanas valores similares a los registrados en el primer semestre de 2021. 

Precios de la energía más altos

Más allá de insistir en la conveniencia de acelerar la transición ecológica, las instituciones europeas no adoptaron ninguna medida en 2021 que podría haber mitigado las consecuencias del rápido y sostenido aumento del precio de los derechos de emisión de gases, o modificado la fijación de precios en el mercado eléctrico para mitigar el impacto de aumentos en el precio del gas natural que respondían no tanto a razones globales de escasez como a las crecientes tensiones geopolíticas en Centroeuropa. Que la energía en la UE sea hoy más segura y sostenible es debatible, pero no lo que desde luego no se ha logrado es que sea más asequible para las familias y las empresas, en parte por la decisión de acelerar unilateralmente la transición energética y, en parte, por la pasividad de las instituciones europeas incapaces de adoptar iniciativas diplomáticas que pudieran haber frenado las tensiones que Estados Unidos alimentaba desde el otro lado del Atlántico.

Por su parte, las sanciones a Rusia han tenido un impacto quizá no tan notable e inmediato como se esperaba y la economía rusa ha salvado 2022 con una caída de 2,2 % del PIB, muy inferior a la anticipada (12,0 %) por el Banco Mundial unos meses antes, y muy inferior a la formidable caída del PIB de Ucrania, 30,4 %, cuyos habitantes están padeciendo la muerte, el hambre, el frío y la destrucción de una gran parte de su riqueza acumulada durante décadas. Las subidas de precios de los productos energéticos y las ventas a otros mercados han permitido compensar la caída de las importaciones de la UE de gas natural, petróleo y carbón rusos, mientras que la guerra librada en suelo ucraniano para mayor gloria de la inteligencia y armamentos Occidentales va a dejar Ucrania en ruinas. El saldo para Europa, incluida la UE, es francamente negativo.

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