Uno de los elementos menos valorados por los barceloneses de la política de la anterior alcaldesa Ada Colau era su gestión de la seguridad, la suciedad y el incivismo. Para librarse de ese fantasma —no en vano formaba parte del mismo Ejecutivo— el nuevo alcalde de Barcelona, el socialista Jaume Collboni se ha decidido a poner orden en la ciudad, basándose en tres pilares: persecución de los grafiteros, guerra a las entidades cannábicas —se propone cerrar las 200 asociaciones existentes—y al incivismo, endureciendo las sanciones.
A este último respecto, los importes aún no han sido fijado, pero se elevarán para «disuadir y penar los comportamientos que no respetan lo colectivo». En declaraciones en el parque de la limpieza Joan Miró de la capital catalana, Collboni ha defendido el endurecimiento de las sanciones por la existencia de un «grupo reducido de personas» que «no valoran el esfuerzo económico y humano». Ya hace una semana, Collboni anunció que se triplicarían los recursos destinados a la limpieza.