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Desvergonzados Montilla y Rodríguez

El expresidente de la Generalitat catalana José Montilla/ Europa Press

Hace unos días, Montilla expresidente de la Generalidad (2006-2010) reprochó a González, expresidente del Gobierno de España (1982-1996) en la cadena SER, una emisora claramente alineada con los gobiernos de Sánchez, haber afirmado en otra emisora, la COPE, que le “costó votar al PSOE” el 23-J porque, según manifestó, vivimos inmersos en el día a día y prestamos poca atención a los cimientos de nuestra convivencia que “tienen la importancia de que no se ven, pero sin los cimientos se puede caer el resto”. González expresó su temor de que al socavarlos “estamos poniendo en riesgo los cimientos de la convivencia” que en nuestro caso no es otra cosa que el pacto constitucional.  “Una amnistía -remachó González- supondría señalar a la democracia española como culpable de lo ocurrido en Cataluña”.

A falta de argumentos para rebatir las palabras muy medidas de González, Montilla se limitó a utilizar su lengua viperina para echarle en cara que “es libre para opinar, pero es curioso cuándo habla y no precisamente para echar una mano”. Faltaría más que no fuera libre para opinar y no prestarse ‘a echar una mano’ a quienes, como Montilla y Sánchez, están socavando nuestra convivencia, primero lo hizo él en Cataluña, y ahora lo hace Sánchez en toda España. Lo realmente curioso no es que González dijera lo que dijo en la entrevista, por lo demás algo que comparten también infinidad de líderes del PSOE, sino que el indocumentado Montilla llegara a ser presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña y lo hiciera, como su predecesor el locuaz (Pascual) Maragall, con el apoyo de la hasta ese momento marginal Esquerra Republicana de Catalunya, para protagonizar el primer enfrentamiento frontal de la Generalidad de Cataluña con las instituciones centrales del Estado.

Lo realmente curioso no es que González dijera lo que dijo en la entrevista sino que el indocumentado Montilla llegara a ser presidente de Cataluña

Cualquier persona de cierta edad que haya seguido la política española en las últimas décadas sabe perfectamente cual es el lugar que ocupan uno y otro: González, un político que desempeñó un papel fundamental en la transformación del PSOE en un partido socialdemócrata, e hizo posible la Transición de la dictadura a la democracia y la reconciliación de las dos Españas, y Montilla, un político tobillero en cuyo debe como presidente de gobierno de la Generalidad pesa el haber convocado al ’pueblo’ de Cataluña el 10 de julio de 2010 para mostrar su indignación por la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatuto de Cataluña. «Ningún tribunal -afirmó Montilla entonces- puede jugar con los sentimientos ni con la voluntad» de los catalanes. Por cierto, no está mal recordar que, un acobardado Montilla, se vio obligado a abandonar la manifestación y salir por piernas abucheado por las huestes separatistas que él mismo había convocado. Y como no está en su naturaleza aprender de sus tropiezos, Montilla volvió a ser acogido con pitos y gritos por los separatistas en la Universidad Catalana de Verano en la ‘Cataluña Norte’ hace pocos días, donde el indignado Montilla no tuvo inconveniente en posar para la historia de la infamia del PSC junto al prófugo Puigdemont y al nada honorable (Jordi) Pujol.

Montilla es tan bobamente cínico que se atrevió a decir con relación a la amnistía planteada por JuntsxCat para respaldar la investidura de Sánchez “que los beneficiados se comprometerán a no repetir los hechos”. Ni para maestro de escuela (perdón a todos los maestros por la comparación) hubiera servido este monaguillo del separatismo. Nadie se imagina a Puigdemont que desafió en repetidas ocasiones al TC y huyó para evitar comparecer ante el Tribunal Supremo firmando ante notario un documento comprometiéndose “a no repetir los hechos”. ¡Pero si precisamente lo que exigió Puigdemont en su comparecencia el 5 de septiembre es que el gobierno de España reconozca que ni él ni ningún otro imputado cometieron delito alguno al aprobar la ley del referéndum y la de transitoriedad jurídica y fundacional de la república catalana los días 6 y 8 de septiembre de 2017, respectivamente, ni al celebrar la consulta independentista organizada y financiada por su gobierno el 1 de octubre, ni al culminar el proceso separatista proclamando la independencia de Cataluña el 27 de octubre! El prófugo Puigdemont dejó meridianamente claro en su comparecencia que negociar el respaldo a la investidura de Sánchez no significa en absoluto que su partido, renuncia a la unilateralidad para constituir una república catalana independiente de España. ¿Lo ha entendido ya Sr. Montilla?

Montilla no está solo en el gremio de bobos y cínicos en el que Rodríguez, portavoz y ministra de Política Territorial en funciones, ocupa un lugar destacado

Montilla no está solo en el gremio de bobos y cínicos en el que Rodríguez, portavoz y ministra de Política Territorial en funciones, ocupa un lugar muy destacado. A la pobrecita sólo se le ocurrió apuntar en defensa de su idolatrado presidente que “ahora hay otra generación» al frente del PSOE liderada por Pedro Sánchez, y que «yo me quedo con eso, con el esfuerzo que el PSOE que precedió a los dirigentes que hoy estamos al cargo del partido hizo por nuestra generación, por la España que modernizó», para concluir que la nueva dirección socialista sigue «la esencia» de lo que hizo Felipe González para avanzar «en digitalización, innovación o en ciencia». Con menudos expertos en digitalización, innovación y ciencia ha contado Sánchez en sus gobiernos por los que han desfilado algunos de los ministros más indocumentados desde la instauración de la democracia. Parece que la esencia de lo que le toca hacer al próximo gobierno de Sánchez para modernizar España es digitalizar los golpes de Estado.

Más contundente si cabe ha sido el exvicepresidente Guerra que viene advirtiendo de la deriva del PSOE desde que Sánchez ocupó la secretaría general y se avino a ser presidente con el aval de ‘podemitas’ y separatistas de variada ralea, esos que ni respetan la Jefatura del Estado ni cumplen los autos ni las sentencias de los tribunales. Preguntado en una entrevista concedida a la COPE con motivo de la publicación del libro “La rosa y las espinas” si nuestra sociedad está en decadencia, Guerra respondía que “si se completa ese proyecto político que hay de que un grupo político [Junts] que tiene el 1,6 % de los votos de la población española someta al 100 % de la población española, entonces sí”. Y comentando la diferencia entre la amnistía exigida por Puigdemont y la de 1977, el exvicepresidente respondía también con rotundidad que “la amnistía que se anuncia es lo contrario de aquella amnistía porque equivaldría a borrar 45 años de democracia” y a legitimar a quienes “fueron unos golpistas” condenados por el Tribunal Supremo. “Yo no me resigno, yo me rebelo contra eso”, dijo Guerra. Me sumo a su rebelión.

Hay que hacer un llamamiento a los votantes y militantes del PSOE para que alcen su voz contra las infames alianzas de Sánchez y Díaz

Comprendo la dificultad de González y Guerra, refundadores y principales referentes del PSOE en el último cuarto del siglo XX, para no ir más allá de expresar el profundo disgusto que les producen las alianzas de Sánchez con ‘podemitas’, ‘sumaritas’ y separatistas de diverso pelo y ascendencia, pero las circunstancias actuales demandan mucho más de ellos. Porque no tengo ninguna duda de que de haber sido algo más beligerantes antes del 23-J, Sánchez no estaría hoy en condiciones de seguir ‘modernizando’ España que, eufemismos al margen, significa pasar de los indecentes indultos concedidos en la pasada legislatura a una infame amnistía encubierta que legitimaría el proceso separatista liderado y financiado por el expresidente Puigdemont y el exvicepresidente Junqueras en 2016 y 2017, cuando ambos desafiaron reiteradamente el orden constitucional y la división de poderes desde el gobierno de la Generalidad de Cataluña.

Los constitucionalistas, socialistas o no, en toda España y muy especialmente en Cataluña, agradecemos a González y Guerra que expresen su malestar por las alianzas de Sánchez con golpistas interesados en avalarlo para continuar chantajeando al 100 % de los españoles. Pero ha llegado el momento de pedirles que den un paso más, que reconozcan, como hizo Pérez Rubalcaba, que no se puede ir a la investidura respaldado por quienes quieren irse de España, y exijan a la dirección actual del PSOE mantenerse fiel al proyecto de reconciliación, convivencia, y respeto a las reglas de la democracia por el que González y Guerra apostaron durante la Transición. Hay que hacer un llamamiento a los votantes y militantes del PSOE para que alcen su voz contra las infames alianzas de Sánchez y Díaz que están socavando el orden constitucional. Se acerca el 8 de octubre, efeméride de la importantísima manifestación constitucionalista celebrado en Barcelona en 2017, y todos los españoles deberíamos conmemorarla saliendo a la calle a pasearnos a cuerpo para denunciar el atropello en ciernes a la libertad, a la igualdad, a la solidaridad y a la democracia.

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