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¿Qué implica la victoria de Carney en Canadá?

Con Carney en el poder, Canadá enfrenta un mandato lleno de desafíos

El exgobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra, Mark Carney, se ha convertido en el nuevo primer ministro tras una ajustada victoria del Partido Liberal en las elecciones federales de este lunes. Aunque no alcanzó la mayoría absoluta, su partido obtuvo 169 de los 343 escaños en la Cámara de los Comunes, venciendo por cuarta elección consecutiva al Partido Conservador.

El 6 de enero de este mismo año, Justin Trudeau anunciaba su dimisión en un contexto de crisis en el seno del Partido Liberal que venía arrastrando un fuerte desgaste, enfrentando críticas por el manejo de la economía, el costo de vida y la pérdida de apoyo en provincias clave como Alberta y Quebec. Le sucedió en el cargo Mark Carney. Recién ingresado en la política y sin experiencia electoral, era visto más como un tecnócrata que como un líder carismático capaz de conectar con el electorado. Mientras tanto, los conservadores de Pierre Poilievre lideraban holgadamente las encuestas y muchos analistas daban por hecho un cambio de gobierno. Sin embargo, la irrupción de Carney como líder, sumada a la escalada de tensiones con Estados Unidos modificaron por completo el escenario político.

RELACIONES CON USA

La campaña electoral de 2025 en Canadá estuvo fuertemente marcada por una creciente tensión con Estados Unidos. El presidente estadounidense impulsó sus contudentes políticas arancelarias con un 25% sobre exportaciones clave como acero, madera y vehículos. En su habtiual tono desenfadado, llegó incluso a sugerir que Canadá debería «convertirse en el 51.º estado de EEUU».

Mark Carney capitalizó el descontento generado por estos movimientos y centró su discurso en la «necesidad de defender la soberanía política y económica de Canadá», designando a Trump como el enemigo y a los conservadores canadienses como una suerte de apéndice del republicano. Esta narrativa captó la atención de millones de votantes, especialmente en regiones tradicionalmente moderadas. Así, presentó su campaña no como una elección entre partidos, sino como un plebiscito sobre «la independencia y dignidad nacional«.

De esta manera, se abre la puerta a la redefinición en las relaciones bilaterales con Estados Unidos, que atraviesan uno de sus momentos más tensos en décadas. Esta nueva fase no se basa en la ruptura, pero sí en una transformación estratégica buscando un vínculo más equilibrado y menos dependiente. Mark Carney ha dejado claro que no seguirá la política de aceptación silenciosa que caracterizó en parte a la etapa final de Justin Trudeau, mostrándose más beligerante que su antecesor. En su lugar, ha propuesto una diplomacia firme, basada en el respeto mutuo, que permita renegociar acuerdos clave pero desde una posición de mayor fortaleza y claridad nacional. Esto incluye una revisión crítica del T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá) y la posibilidad de buscar cláusulas de protección ante decisiones unilaterales de USA.

Uno de los ejes centrales de la nueva estrategia será la «diversificación de las relaciones comerciales y estratégicas«. Carney ha manifestado su intención de estrechar lazos con la Unión Europea, así como con potencias asiáticas como Japón, Corea del Sur e India. Este enfoque busca reducir la excesiva dependencia del mercado estadounidense —que representa alrededor del 75% de las exportaciones canadienses—. Habrá que ver si Carney puede materializar estas intenciones, ya que no se trata de una tarea fácil.

La relación entre Canadá y USA no es entre iguales, por mucho que el Pimer Ministro se empeñe en proyectar lo contrario. USA es una superpotencia económica y militar mientras que Canadá depende de su vecino para acceso a mercados, cooperación en defensa, y hasta en seguridad fronteriza. Washington lo sabe y en gobiernos como el de Trump, tiende a aprovechar esa asimetría para reforzar su posición negociadora.

CRISIS

Uno de los principales motivos del triunfo electoral de Mark Carney fue su promesa de aliviar el creciente malestar económico que afecta a millones de canadienses. En medio de una inflación persistente, precios récord de la vivienda y salarios estancados, el nuevo primer ministro ha puesto la economía del día a día en el centro de su programa.

En cuanto a la falta de vivienda, Carney defendió en su campaña electoral un programa para duplicar el ritmo de construcción de viviendas en Canadá. El plan incluye reformas en las regulaciones de zonificación urbana para facilitar la construcción de viviendas, incentivos fiscales para desarrolladores que construyan unidades asequibles y la creación de un fondo federal destinado a apoyar proyectos de vivienda social.

UNIDAD POLÍTICA DE CANADÁ

Uno de los retos más complejos que enfrenta Mark Carney como primer ministro es mantener la unidad política de Canadá en un momento en que las divisiones regionales, culturales y económicas se han intensificado. Aunque Canadá es conocido por su estabilidad democrática y multiculturalismo, las tensiones internas entre el gobierno federal y varias provincias han cobrado fuerza en los últimos años.

Las provincias del oeste, especialmente Alberta y Saskatchewan, se han sentido marginadas por las políticas federales —en particular en temas como el impuesto al carbono, la regulación ambiental y la redistribución fiscal—. Muchos ciudadanos de esas regiones ven a Ottawa como distante e insensible a sus intereses económicos, especialmente cuando se trata del petróleo y el gas, sectores fundamentales para sus economías. Esta percepción ha alimentado sentimientos de alienación, expresados incluso en movimientos como el «Wexit» (Western Exit), que busca mayor autonomía o incluso la secesión del oeste.

Quebec, por su parte, sigue defendiendo un modelo de mayor autonomía, con fuertes políticas de protección del idioma francés y la cultura francófona. Aunque el separatismo ha perdido fuerza en comparación con décadas pasadas, el nacionalismo quebequés sigue vivo y puede reactivarse si se perciben amenazas a su identidad o a su autonomía política. Cualquier intento del gobierno federal de imponer políticas uniformes en temas sensibles como la inmigración, la educación o la cultura puede generar resistencia y tensiones en la provincia.

No son pocos los desafíos que deberá enfrentar Carney en su mandato. Aunque su experiencia y reputación internacional le otorgan credibilidad, gobernar un país marcado por divisiones regionales, desigualdades crecientes y crisis de vivienda e inflación, requerirá algo más que solvencia técnica. Carney deberá equilibrar ambiciosas metas climáticas con realidades económicas dispares, fortalecer la unidad nacional y responder a una ciudadanía que exige resultados concretos, no solo promesas. Además deberá enfrentar el reto de renovar las relaciones económicas del país si no quiere estar siempre dependiendo de USA.

El tiempo dirá si, tras cuatro legislaturas en el poder, el Partido Liberal consigue traducir la confianza del electorado en mejoras notables que puedan transformar la situación actual de un país que necesita cambios.

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