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Banda de estribor / Paula Añó entrevista a Juan Abreu

«La libertad es algo cada día más escaso en el mundo férreamente reglamentado en el que vivimos. La educación no está dedicada a prepararnos para ser más libres sino más obedientes. Por eso los libros (los buenos libros, no sólo hay que leer hay que leer bien, se publica mucha morralla) son cada vez más importantes»

Juan Abreu
En imagen, el escritor Juan Abreu / Pedro Portal.

1- Aparecen dos libros casi a la vez. Una Educación Sexual y Debajo de la mesa. ¿Fue casualidad que se publicaran tan cerca? Ambos escritos en realidad hace años.

Sí, casualidad, publiqué Una educación sexual y después, surgió la posibilidad de publicar mis memorias, ampliadas, con la editorial Ladera Norte, que ha hecho un trabajo excelente. El primero es una recopilación de todo o casi todo lo que he escrito sobre sexo, que es un tema que me interesa, y Debajo… de alguna manera, también una recopilación, pero de recuerdos de infancia y juventud, que concluye en el momento en que la embarcación que me lleva al Exilio, se aleja de la isla. 

2- En estos dos libros, y te parafraseo, se respira “ese extraño mundo donde los seres humanos pueden ser libres”. ¿Esos libros bajo la mesa fueron tu salvavidas por décadas?

La libertad es algo cada día más escaso en el mundo férreamente reglamentado en el que vivimos. La educación no está dedicada a prepararnos para ser más libres sino más obedientes. Por eso los libros (los buenos libros, no sólo hay que leer hay que leer bien, se publica mucha morralla) son cada vez más importantes, en ellos se aprende a pensar libremente, se nos brindan referentes de independencia cada vez más difíciles de hallar en la vida real. La sociedad moderna aspira a domesticarte, a sumarte a la manada; los libros, en nuestro ambiente infectado de pensamiento grupal, representan la esperanza del individuo de conservarse único, libre y soberano ante el rebaño.  

Esos libros que devoraba debajo de la mesa no sólo me salvaron, me ampararon y prepararon para enfrentarme a las adversidades, que eran muchas. En mi escondrijo lleno de mundos, mientras  escuchaba a mi madre trajinar por la casa, llegué a leer dos o tres mil páginas a la semana: el paraíso. Aún leo muy rápido, pero nada comparable con lo que era capaz de hacer en esos tiempos.  Los libros me salvaron, no me canso de repetirlo. Todo se lo debo a los libros. 

3- Empiezo con Debajo de la mesa, ¿Qué parte de Juan se quedó en Cuba para siempre? 

Ninguna. Muchos cubanos viven fuera de la isla, pero en realidad, mentalmente, nunca se han ido, yo no, yo me fui del todo. Los recuerdos, las imágenes de esa Cuba desaparecida, envilecida y devastada por el castrismo, están en mi cerebro, pero fuera de él nada de lo recordado de una forma u otra existe ya. En eso, Debajo de la mesa se asemeja, de alguna manera, a El gen de Dios, mi trilogía futurista, ambas obras hablan de mundos que no existen, de mundos arrasados por la vileza, la maldad y la estupidez humana.  

4- Mientras que en la “isla pavorosa” las cosas siguen igual … ¿has notado alguna evolución o cambio en el discurso de los cubanos en el exilio?

No dedico mucho tiempo a seguir los discursos de los cubanos en el exilio. Antes sí, pero cada vez me queda menos tiempo y tengo que dedicarlo a las cosas que me importan más. De la isla, lo más patético son sin duda sus intelectuales, el llamado mundo de la cultura. Sin libertad no hay cultura y no hay libertad de ningún tipo bajo una dictadura comunista como la cubana; ¿a qué se refieren entonces cuando hablan de cultura? De la única cultura cubana de la isla que se puede hablar es de una cultura de ovejas y esbirros.  

5- Mi compañero Marc Luque ha escrito un artículo precioso aquí en El Liberal. Destaca la frase “la desaparición de las pequeñas cosas”, ¿cómo afrontaba esto un niño? ¿cómo os lo explicaban los adultos? Ese jugo de zanahoria del almuerzo que se desvanece…

La desaparición de las llamadas pequeñas cosas, el jabón, la pasta dental, el hilo para coser, las cucharas, el papel sanitario, son el baremo con el que se deben medir las “grandes cosas”: si las pequeñas cosas desaparecen en el aluvión de promesas de los nuevos “Libertadores” que, dicen, nos conducen a un futuro luminosos, hay que escapar lo antes posible y a toda velocidad. Y no mirar atrás.  

6- En esa vida “inhumana” una de las cosas que os salvó, además de la lectura, es el sexo del que eres una autentica autoridad mundialmente reconocida. Hasta nos has escrito un libro para instruirnos que es, en realidad, una colección de textos que publicaste en Jot Down y Factual. ¿Cómo te libraste de las “metáforas ridículas y las moralinas? ¿existieron alguna vez?

Es cierto que he escrito un libro que puede considerarse un manual de consejos e instrucciones para vivir una vida sexual más libre y sana,  pero de eso a “autoridad mundialmente reconocida”, hay un largo trecho. Creo que siempre supe, de una forma intuitiva, que la mejor forma de escribir sobre sexo era hacerlo de una manera clara y directa: real. Hay que desmetaforizar la escritura sexual. Si vas a hablar de pollas y coños y de follar, escribe pollas y coños y follar, hacer otra cosa es hipócrita y ridículo, es faltar el respeto al lector. El sexo no tiene que ver nada con metáforas, tiene que ver con carne gozosa, dichosa, caliente y embarrada. El sexo es “sucio” por naturaleza, el sexo limpio no existe. El pecado tampoco.    

7- Amplíame esto: “el sexo es una puerta”

Yo veo la vida como una aventura en busca de la mayor cantidad de libertad posible. En esa aventura el sexo es una puerta que conduce a liberaciones insospechadas. A más franqueza y libertad sexual, menos mezquindad, más nobleza, más humanidad. El sexo nada tiene que ver con la moral, el sexo es placer, libertad, generosidad y alegría; si aprendemos esta gran lección disfrutaremos de una vida más sana, rica  y provechosa.  

8- ¿Y el “ser humano postsexual”?

El ser humano “postsexual” es un invento de gente que no folla. Detrás de ese palabrejo se esconden montañas de insatisfacción y cobardía física y moral. Si alguien se dice postsexual, hay que huir de él o ella sin vacilaciones. 

9- Has escrito sobre política, sobre sexo, algo parecido a una distopía en El gen de Dios, ¿sobre qué no escribirías jamás?

Para mi escribir es una manera, la más importante tal vez, de estar vivo. Mi cerebro es una riada que jamás se detiene y que más que pensar, escribe. Creo que es capaz de escribir sobre cualquier cosa. 

10- Finalmente, sobre uno de mis artículos favoritos: ha vuelto Melania, ¿la ves -aún- mejor? ¿podría ser el paradigma de la “hembracidad”?

Melania es una mujer que aúna la grandiosidad de una diosa griega y la lujuria de una Mesalina que baja de palacio a los arrabales a follar con soldados y gladiadores. Pero. Paradigma de la hembracidad, no lo sé. La hembracidad es algo que se percibe físicamente, en la cercanía y en el trato. Y como no he estado nunca cerca de ella, no puedo calcular su nivel de hembracidad. La hembracidad es más común de lo que se cree, hace poco fui a cenar con unas amigas y la mesa rezumaba hembracidad. Qué noche gloriosa. 

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