Tengo una mala noticia que daros: los antinacionalistas somos superiores. Lo cierto es que somos muy superiores. Y no solo por una cuestión de aliño indumentario —que diría don Antonio—, sino fundamentalmente porque entendemos la pluralidad política como un baluarte indisociable de la democracia.
Os informo de que ayer estuve con Rafael Arenas. Sí, aquel mismo al que amenazasteis por carta hace algunos días. Aquel catedrático al que bien haría el PSC en otorgar la cruz de Sant Jordi. Aunque, qué os voy a contar, eso no es cosa vuestra. Ya se sabe que, en el periplo lampedusiano actual, para ser reconocido públicamente, o eres devoto de la metástasis identitaria o, directamente, una verbenera.
En cualquier caso, este no es el tema que nos concierne hoy. Como tampoco lo es vuestro catastrófico nivel de redacción. Valientes para amenazar a Arenas, y cobardes para enfrentaros a todo tipo de conocimiento elemental. Nada me entristece más que dar por bueno el dicho: «asno no sabe que es asno». Pero, en fin, viendo que vuestro modus operandi consiste en colocar sanbenitos de «fascista» a todo quisqui e irradiar esa putrefacta cursilería, cargada de mantras, a la que llamáis con osadía «socialismo», pues me veo obligado a no desatender la sabiduría popular.
Sin embargo, sí quisiera manifestar algunas consideraciones acerca del contenido de vuestra infame carta.
Primera. Yo no sé en qué clase de mundo vivís, elementos, aunque sí sé que de filosofía política ni pajolera. «Molta oda [nacionalista] començada / que no puc acabar mai» —y me duele recurrir a Maragall en este caso—, e indudablemente más Groucho que Karl. Siempre igual. Tildáis de «xenófobo» a Arenas por defender, ¿qué? ¿La libertad de asociación? ¿La libertad ideológica? ¿La libertad de expresión? ¿La redistribución de la riqueza con independencia de la arbitrariedad del origen? Y lo que es más importante: ¿por defender un Estado social, unitario y democrático de derecho?
Caramba, vaya con la xenofobia. Debe de ser que en Cataluña una de las particularidades de la gente razonable es portar el brazalete del excluido. Los desterrados son ahora colonos, y les pijoteres, les oprimides. Sois auténticas malabaristas conceptuales, amigas. Las Alexia Putellas de la sinrazón y la catequesis.
Segunda. Hay un planteamiento entre tanta estupidez —escrito a lo Fénix 1123— que no es baladí. Decís que este buen hombre oculta su intolerancia «bajo un paraguas de constitucionalidad y conservadurismo». A lo que yo me pregunto: ¿cómo podéis ser tan hipócritas? Si el problema en las universidades públicas catalanas es de otra índole: ya no es que no se respete a un conservador, es que directamente se le impide pronunciarse.
Ahora bien, subrayar el «paraguas constitucionalista-conservador» como si esta posición tuviera acceso al ecosistema monolítico que habéis impuesto es de juzgado de guardia. Vivís a base de atemorizar a chavales. Vivís anclados a un proyecto de extranjerización de los ya conciudadanos. Vivís de espaldas a la modernidad. Vivís asintiendo como borregos y, por desgracia, hacéis de vuestra disfuncionalidad nuestro problema.
Escuchad más a Arenas, cuyo armazón intelectual y bondad son dignos de reseñar, y dadle una vuelta. Vivir abrazando los principios del sepulturero no es otra cosa que morir en vida.