El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, ha lanzado duras acusaciones contra el Gobierno alemán tras conocerse que la Oficina Federal para la Protección de la Constitución ha clasificado a Alternativa para Alemania (AfD) como un caso “probado de extrema derecha”, lo que autoriza a los servicios secretos a vigilar al partido. “Alemania acaba de otorgar a su servicio de inteligencia nuevos poderes para espiar a la oposición. Esto no es democracia, es tiranía encubierta”, denunció Rubio en su cuenta oficial de ‘X’.
La declaración se produce en un contexto en el que AfD ha logrado un avance electoral notable, consolidándose como la segunda fuerza del país. Para Rubio, la medida no responde a un riesgo real, sino a un intento del poder político de frenar el auge de una oposición incómoda, cuyas posiciones cuestionan las políticas migratorias y energéticas del Gobierno alemán actual.
Contra las fronteras abiertas
Rubio añadió que “la AfD representa a millones de alemanes que están hartos de las políticas de fronteras abiertas y de que se ignore su identidad nacional”. En su opinión, “usar los servicios de inteligencia contra ellos es una forma encubierta de persecución política”. La afirmación fue respaldada por figuras estadounidenses como el vicepresidente JD Vance y el empresario Elon Musk, que también denunciaron el uso de herramientas del Estado para acallar a partidos democráticamente elegidos.
El Gobierno alemán se defiende
El Gobierno alemán, por su parte, ha defendido la decisión como una medida basada en informes independientes que, según asegura, revelan discursos de odio, negacionismo histórico y vínculos extremistas por parte de algunos miembros del partido.
El caso ha reabierto el debate sobre los límites de la democracia en Europa, donde el auge de partidos no alineados con las agendas tradicionales está provocando reacciones cada vez más agresivas por parte de algunos gobiernos. Para Rubio, la cuestión de fondo es clara: “No se puede defender la democracia reprimiendo a la oposición”.
Sus declaraciones marcan una advertencia sobre el rumbo que puede tomar Europa si se permite que los gobiernos eludan el juego democrático en nombre de una supuesta defensa del mismo.