Ha sido elegido Papa un fraile agustino, ex prior general de la histórica Orden de San Agustín (Ordo Fratrum Sancti Augustini) establecida por Inocencio IV en el año 1244, ante la necesidad de unificar una serie de comunidades de eremitas que habían surgido bajo la regla de San Agustín.
San Agustín, doctor de la Iglesia, obispo de Hipona y uno de los filósofos y teólogos más influyentes de la historia occidental renace repentina e inesperadamente. Su pensamiento, una síntesis poderosa entre la fe cristiana y la filosofía grecorromana, adquiere una renovada influencia.
Benedicto XVI ya fue un gran admirador de San Agustín, al punto de considerarlo «su maestro de corazón». A lo largo de su vida como teólogo, cardenal y finalmente Papa, promovió activamente un «retorno a San Agustín» como clave para revitalizar la fe cristiana, rescatando una espiritualidad que une el amor, la razón y la verdad en un mundo desorientado. Se intuye que León XIV recogerá este desconocido testigo para sorpresa de muchos.
Se intuye que León XIV recogerá este desconocido testigo para sorpresa de muchos
León XIV, al igual que San Agustín, vive en mundo convulso, inestable y en proceso de transformación. La respuesta de San Agustín a la crisis moral y espiritual desatada tras el saqueo de Roma por los visigodos en el 410 d.C. está plasmada en una de sus grandes obras: La Ciudad de Dios.
En La Ciudad de Dios, San Agustín desarrolla una visión de la historia humana como una lucha entre dos ciudades simbólicas. Por un lado, la ciudad de Dios, basada en el amor a Dios, “ama y hay lo que quieras” es una de las frases más impactantes de San Agustín, y por otro la ciudad terrenal, la del hombre, la del mundo, fundada en el amor a sí mismo, en el orgullo, la ambición y el deseo de poder terrenal. Los creyentes son peregrinos que viven insertados en la ciudad terrenal.
San Agustín desarrolla una teología de la esperanza confiando en el triunfo final de la Ciudad de Dios. León XIV sale al balcón de la basílica de San Pedro y dice “El mal no prevalecerá, estamos todos en las manos de Dios.”
San Agustín desarrolla una teología de la esperanza confiando en el triunfo final de la Ciudad de Dios
San Agustín sabe que la ciudad del hombre es un constructo humano y que por tanto siempre será imperfecto. Gran conocedor de la naturaleza humana, San Agustín sabe por propia experiencia de su intrínseca debilidad. Él lo reconoce descarnadamente en sus Confesiones. San Agustín es por tanto muy realista, incluso podría catalogarse de pragmático, y en consecuencia su pensamiento presenta un equilibrio entre el ideal cristiano y la prudencia práctica. Acepta que la ley civil debe tolerar males menores. Promueve el orden y la justicia como medios provisorios, no como fines absolutos. Presenta un equilibrio entre el ideal cristiano y la prudencia práctica, que influye en Santo Tomás de Aquino (ley natural) y sin duda en la doctrina social católica cuyo máximo exponente es la famosa e influyente encíclica Rerum Novarum de León XIII.
La encíclica Rerum Novarum se publicó en un contexto de fuerte agitación social provocada por la Revolución Industrial y el ascenso del marxismo por un lado y el capitalismo salvaje por otro. El socialismo marxista propone la abolición de la propiedad privada y la lucha de clases. Un capitalismo salvaje puede desproteger a los más débiles y necesitados. En este contexto Rerum Novarum responde a ambos excesos y propone una tercera vía basada en los principios cristianos. El trabajo no es una mercancía, sino una actividad humana con dignidad y camino de santidad. Condena al comunismo y defiende el derecho natural a poseer bienes. El estado subsidiario sólo debe intervenir cuando sea necesario para proteger a los más débiles y al bien común. Se aboga por la solidaridad cristiana, el respeto mutuo y la cooperación.
El estado subsidiario sólo debe intervenir cuando sea necesario para proteger a los más débiles y al bien común
Ahora asumimos otra revolución, la industria 4.0, la revolución digital, la inteligencia artificial. La inteligencia artificial, un nombre comercialmente impactante pero que provoca confusión es, esencialmente, matemática. Para Galileo Galilei las matemáticas son el lenguaje con que Dios escribió el universo. Y en estas estamos cuando ves por donde, es nombrado Papa un licenciado en matemáticas. Esto sí que no lo había predicho ni imaginado nadie.
León XIV ya ha anunciado que abordará, desde la perspectiva cristiana, ayudado de la filosofía agustiniana toda la problemática que conlleva esta revolución tecnológica en un mundo que parece que se tambalea. Realismo agustiniano junto al pragmatismo norteamericano que espero zarande especialmente a una Europa bloqueada burocráticamente y demográficamente autodestructiva, en fin decadente.
León XIV, abrazado a la espiritualidad agustiniana, creo que también se esforzará en recuperar una Iglesia interiormente fuerte, con una espiritualidad profunda, mística, positivamente crítica con el poder mundano, con una profunda esperanza en la acción divina y descartando una visión “activista” y contemporizadora con el mundo. Intuyo un pontificado sabio, espiritual y sólido. Su pontificado promete ser una etapa significativa en la historia no solo de la Iglesia Católica si no de la humanidad en su conjunto.
Mientras esto acontece, procede recuperar de forma inmediata, acorde con los signos de los tiempos, el estudio del pensamiento y las obras de San Agustín tanto en los seminarios y noviciados de la Iglesia como en el bachillerato. Apartar la filosofía de los planes de estudio fue un error. A San Agustín lo aparcaron hace más de 40 años (en los años 80), cuando cursé COU ya lo habían cancelado, lo estudiamos brevemente a iniciativa del profesor. Su regreso es obligado al igual que mejorar el nivel de matemáticas. Sin filosofía y sin matemáticas no vamos a ningún sitio. Nos lo acaba de recordar el Espíritu Santo.