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Cambio en el paradigma migratorio: Merz y Starmer como síntoma

Europa se revela contra la multiculturalidad

Cambio en el paradigma migratorio: Merz y Starmer como síntoma
Vista de la fachada de la Comisión Europea.

Cae el péndulo en Europa. Las tesis que hasta hace escasos meses le ubicaban a uno irremediablemente en el eje más extremo de la derecha política se estilan ahora en el centro. Las reticencias a la inmigración descontrolada y sus externalidades más mundanas han pasado de ser «discurso del odio» a considerarse cuestiones «de cajón»: «Sin leyes migratorias fuertes, nos arriesgamos a convertirnos en una isla de extraños. (…) Aseguraré nuestras fronteras. (…) Aumentaremos las deportaciones». Keir Starmer, laborista británico. Vaya. Si solo alguien hubiera avisado un poquito antes de lo que se nos venía encima.

Friedrich Merz, canciller alemán, tampoco se queda corto. El discurso de la CDU, que en su día facilitó los trámites de aceptación migratoria y ha criticado con escarnio las posturas menos proclives a abrir fronteras, da ahora un giro de 180 grados y se pone firme contra la inmigración.

Surge aquí la pregunta del millón. ¿Qué incidencia demoscópica tendrá este viraje? A falta de citas electorales inminentes, las encuestas se convierten en el único termómetro de los partidos clásicos para valorar como se toma la ciudadanía su mutación discursiva. Las crecientes tensiones y la imposibilidad de seguir defendiendo el paradigma de la diversidad como algo positivo auguran buenos resultados electorales para quienes se sumen al carro del escepticismo migratorio. Surge aquí la segunda duda: ¿Valorará el elector a quienes rompieron los tabús y pusieron estas cuestiones sobre la mesa en primera instancia? En el mundo de la «extrema derecha» -me perdonarán por usar el término estandarizado, pero así nos entendemos todos- el único hecho diferencial respecto las opciones políticas tradicionales ha sido el discurso migratorio. Todos estos partidos, de la óbrita del ECR, Patriots o ESN son, salvo en contadas excepciones, partidos conservadores al uso, bastante descafeinados incluso, cuyo rechazo a la inmigración los ha movido en el imaginario político a la derecha radical. La pérdida de esta patente puede salirles cara.

Por ahora, solo cabe esperar. Las tasas migratorias son altas, y la población extrangera todavía más. Estamos hablando de décadas de pro-inmigracion, que no sabemos exactamente como deshacer -si es que esa es la idea del establishment-. Alemania y Reino Unido guían el camino, quizás su experiencia nos valga más adelante aquí.

Guillem Espaulella
Guillem Espaulella
Politòleg per la Universitat Pompeu Fabra.

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