Ábalos ha recuperado de repente protagonismo tras años de ostracismo político y sentirse acorralado por la causa judicial abierta en el Tribunal Supremo para investigar algunos de los presuntos delitos en que incurrió siendo ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (2019-2021), secretario general del PSOE (2017-2021) y mano derecha del presidente Sánchez hasta 2021. Asumió con tranquilidad su salida (nunca explicada) del Gobierno, se acomodó en su oscuro escaño de diputado por Valencia tras las elecciones de julio de 2023, dio el paso de abandonar el grupo socialista en el Congreso en febrero de 2024 para pasar al grupo Mixto, y ahí se había mantenido agazapado esperando acontecimientos hasta la pasada semana.
Con el paso del tiempo, la situación procesal de Ábalos se agravaba. El diario El Mundo nos sorprendió esta semana al publicar varias entregas con algunos de los mensajes de WhatsApp cruzados entre Ábalos y Sánchez, con autorización como luego se supo del propio Ábalos. El contenido de los mensajes coloca al presidente y a algunos de sus ministros y colaboradores a la altura de cualquier banda organizada que exige a sus miembros adhesión y asentimiento ciegos al líder carismático a cambio de un empleo y despacha con comentarios groseros y amenazas veladas a quienes se atreven a expresar alguna duda o mostrar algún recelo en público. Los asentidores más afortunados han llegado a vicepresidentes, ministros, diputados, senadores, diputados autonómicos, concejales, directivos o consejeros de empresas controladas por el Gobierno, en tanto quienes se atrevieron a disentir de la línea oficial de pactos con Podemos-Sumar y los secesionistas catalanes y vascos han de andarse con mucho tiento para no ser víctima de las iras del presidente.
Quienes se atrevieron a disentir de la línea oficial de pactos con Podemos-Sumar y los secesionistas catalanes y vascos han de andarse con mucho tiento
Dos de las vicepresidentas más avispadas (Calviño y Ribera) abandonaron el barco en 2023 para buscarse un refugio dorado en las instituciones de la UE, pero la mayoría de los acólitos de Sánchez están condenados a desayunar todos los días los sapos venenosos que publica los medios no compinchados con el régimen, a seguir el argumentario emitido cada día desde Moncloa sin saltarse una coma y a hacer malabarismos verbales ante los micrófonos y las cámaras para restar importancia al asunto. Robles ministra de Defensa y pájara de cuidado, se mostraba encantada de llevar siete años respirando el hedor que despiden los gobiernos de los que ha formado parte. El oficiante de exhumador y oficialmente ministro de Justicia, aunque obligado por su cargo a respetar las decisiones judiciales no cesa de cuestionar las investigaciones judiciales y repite una y otra vez que no pueden avanzar porque no hay nada punible. ¿Cómo lo sabe? Un misterio insondable. López, ministro de Digitalización, y Puente, sucesor de Ábalos en el Ministerio de Transporte, los dos braceros más esforzados del equipo de Sánchez, no se andan con tantos remilgos y acusan directamente a los jueces que investigan los presuntos delitos de prevaricar.
La directriz de Moncloa es no entrar nunca en el fondo del asunto y poner el foco en quienes han filtrado los mensajes, insinuando que han podido cometer un delito al revelar conversaciones privadas. Conviene insistir en que el contenido de los mensajes cruzados entre Sánchez y Ábalos tratan asuntos de interés público, no privado, fueron realizados mientras ambos desempeñaban sus funciones de presidente y ministro, respectivamente, y utilizaron dispositivos pagados por los contribuyentes. No estamos hablando de mensajes inocentes y cotidianos (“Ángel, ¿cómo están tu mujer y los niños?”, “Bien, gracias. El bebé pilló un catarro, se ha complicado y lo hemos ingresado”) o de carácter personal (“La verdad, estamos pasando una mala temporada y los chavales lo están notando”). Nada de eso. En los mensajes publicados, el presidente y su mano derecha en el gobierno y el PSOE tratan asuntos públicos, ‘intrascendentes’ tal vez como sostiene la ministra portavoz del Gobierno, pero muy reveladores de la zafiedad intelectual y las malas artes de sus autores. No, Sr. Bolaños, los mensajes publicados en la prensa no son “un intento de destrucción personal del presidente”, como usted afirma, sino un ejercicio de transparencia que nos permite a los ciudadanos saber qué piensan realmente y cómo adoptaban sus decisiones el presidente Sánchez y su ministro.
Cuando uno desconoce el fangoso terreno que pisa, la prudencia aconseja no dar opiniones a la ligera
Los ciudadanos sabíamos de la colonización de instituciones claves como el Tribunal Constitucional, el Consejo del Poder General o la Abogacía del Estado, conocíamos la operación miserable urdida desde Moncloa con el fiscal general del Estado para intentar asaetear políticamente a la presidenta Ayuso, ahora sabemos también lo que piensa Sánchez de sus vicepresidentes, ministros y presidentes autonómicos. Lo más sorprendente es que algunos de los afectados en lugar de pedir explicaciones y presentar su dimisión han tratado de quitar hierro al asunto y hasta se jactan de contar con el respaldo del presidente. Da la impresión que le han cogido gusto a tragarse sapos en el desayuno y a peregrinar a Moncloa y Ferraz, para, como diría Trump besar el culo al presidente, como esos líderes republicanos que descalificaron a Trump no hace tanto y ahora cumplen con esmero y diligencia sus órdenes sin rechistar. Espero que Ábalos siga tirando de la manta en los próximos meses y nos explique, entre otras cosas, qué ocurrió con Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas en la madrugada del 20 de enero de 2020.
Stiglitz, economista estadounidense muy prestigioso y premio Nobel de Economía (a mis alumnos les recomiendo sus libros de texto sobre Economía del Sector Público) se ha atrevido estos días a salir en defensa de Sánchez y manifestar su incomprensión porque la fantástica gestión realizada por Sánchez no consiga obtener un mayor respaldo en las urnas. Stiglitz conoce muy poco España y dudo mucho que haya investigado cómo Sánchez llegó a la Moncloa, cómo gestionó la recesión pandémica y cuál es la situación real de la economía española que, si bien es cierto que vive un período de relativa prosperidad, también lo es que ese crecimiento se sustenta en buena medida en el déficit crónico del Estado y las ayudas millonarias de Bruselas. Y apostaría doble contra sencillo a que Stiglitz ignora los tejemanejes de Sánchez y la vicepresidenta Calviño para forzar la salida del presidente del INE en junio de 2021 con el propósito declarado de revisar al alza las estimaciones de crecimiento del PIB y a la baja el crecimiento de los precios. Cuando uno desconoce el fangoso terreno que pisa, la prudencia aconseja no dar opiniones a la ligera, aunque se sea premio Nobel de Economía.