La militancia nunca descansa, en especial la nacionalista. En un desafortunado incidente, la Federación Catalana de Fútbol ha sido objeto de una avalancha de críticas tras publicar un vídeo promocionando algo tan natural como el partido de la selección española femenina contra Inglaterra, programado para el 3 de junio en el RCDE Stadium. La promoción, como viene a ser lógico debido al despunte del Baça en el fútbol femenino, incluye a jugadoras catalanas como Aitana Bonmatí y Alèxia Putellas animando en catalán a asistir al encuentro. ¿La reacción? «Traición». Traición al fútbol catalán y la causa nacional, especialmente por la presencia de banderas españolas en las imágenes –un drama-.
La demostració del per què la selecció catalana de futbol cada vegada juga en estadis més petits, té rivals més fluixos, pitjors horaris… Perquè l'estan destruint des de dintre aquests colaboradors espanyols!
— Otger Cataló llll🏴 33 (@OtgerCatal5) May 30, 2025
Per si algú tenia algun dubte que la Federació "catalana" era un cau de colaboradors espanyols…
— Almogàver33 IIII 🏴 (@Almogvers1) May 30, 2025
Las redes, ese espacio donde todos somos tan valientesy sinceros, se han encendido rápido, y predomina el escarnio, la crítica y hasta la «exigencia de responsabilidades». Sí, por promocionar un encuentro de la Selección… con el equipamiento de la Selección.
¿Es este linchamiento virtual proporcional? La FCF, como entidad deportiva, tiene la obligación de promover el fútbol en todas sus vertientes, incluyendo eventos de envergadura internacional que se celebran en Cataluña. El partido de la selección española, con figuras catalanas de talla mundial, es una oportunidad para visibilizar el talento de la terra en un escenario global. Criticar la falta de promoción de la selección catalana puede ser legítimo -no me encotrarán allí, pero es respetable-. Ahora bien, tildar de traición cualquier acción que no se alinee con una postura nacionalista es un desafortunado ejercicio de intolerancia.
La polarización en las redes no contribuye al diálogo; lo entierra. La FCF, ya en el ojo del huracán por otras controversias -quizás deberíamos centrar los esfuerzos en fiscalizar determinadas actuaciones por parte de directivos advenedizos-, merece un escrutinio justo, pero las acusaciones viscerales solo alimentan una división estéril que deberíamos ir ya superando, porqué tras más de una década así, la cosa cansa. ¿Es este el camino para fortalecer el fútbol catalán?