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No, Trump no ha echado a Elon Musk

No, Trump no ha echado a Elon Musk
Elon Musk y Donald Trump. / X

Una parte sustancial –y muy concreta– del escáparate ideológico español está cogiendo el mal vicio de reinterpretar a su gusto y medida la realidad política del globo a fin de encajarla en su relato del mundo. El caso más reciente lo han protagonizado dos de las figuras más famosas -y usadas a este respecto- del panorama político el momento: Elon Musk y Donald Trump. La estrecha colaboración entre ambos, que se inició con la aproximación del magnate tecnológico durante la campaña electoral, culminó con el nombramiento del sudafricano como empleado especial del Gobierno, un cargo de libre designación –eso sí, con fecha de caducidad– enfocado en fiscalizar y recortar gasto público superfluo al frente de DOGE.

A mediados de semana, se anunció el fin de la colaboración directa de Musk con el Gobierno. La casualidad –que no causalidad– quiso que se produjera tras una crítica del magnate a una iniciativa legislativa de Trump, que, bajo el criterio del dueño de X, aumentaba el déficit y desmerecía los logros conseguidos por DOGE. La prensa tardó poco en asumir y escenificar de ello una ruptura. Es lógico si se piensa desde su perspectiva de la política, claro, y es que la crítica está prohíbida en el manual de prácticas del buen izquierdista. El líder tiene razón siempre, y se le protege hasta el final: cree el ladrón que todos son de su condición. Pero no. Ni ruptura ni, mucho menos, despido. La crítica fue recibida por su intención por Trump, que se abrió inmediatamente a revisar los concretos de su texto legislativo a fin de hacerlo más austero. Dos días después, el contrato de Musk llegó a su fin. No a retaliación, como insinuan determinados medios, sino porque se agotó el período máximo de 130 días para este tipo de nombramientos. La fecha de caducidad se conocía desde el día uno, señores. Se le nombró el 20 de enero y se determinó que se iría el 30 de mayo.

Trump ha agradecido efusivamente a Musk por sus esfuerzos en racionalizar y disminuir el gasto público ineficiente. La marcha del magnate, sentencia el republicano, no es el fin de su filosofía. DOGE ha llegado para quedarse y seguirá monitoreando a la administración y luchando contra el gasto desmesurado.

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Guillem Espaulella
Guillem Espaulella
Politòleg per la Universitat Pompeu Fabra.

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