The Washington Post se ha visto obligado a eliminar un artículo que acusaba a Israel de matar a 31 palestinos en Gaza, basado exclusivamente en afirmaciones no verificadas de Hamás. La retractación se ha dado tras la constatación por parte del medio de la falta de evidencia independiente más allá de las acusaciones del grupo terrorista Hamás -uno pensaría que eso es lo primero que se hace antes de redactar-, que, por supuesto, no cumple con los estándares de imparcialidad requeridos para tratar temáticas tan delicadas. Este episodio pone a su vez de manifiesto una de las más notables carencias del periodismo occidental en su conjunto a la hora de informar sobre el conflicto en Gaza; la tendencia favorecer narrativas palestinas sin suficiente escrutinio, demonizando a Israel en el proceso.
El conflicto entre Israel y Hamás genera una cobertura polémica y profundamente polarizada, con un sesgo de los más palpable en la mayoría de los medios institucionalizados. Hamás reporta a demanda miles de víctimas civiles en Gaza, sin distinguir combatientes de ciudadanos de a pie, mientras la prensa compra complacida el relato. Israel, por su parte, defiende sus acciones como respuesta al terrorismo. Las justificaciones son a veces ambiguas, las cosas como son, pero la inclinación ideológica es obvia. El caso del Washington Post es paradigmático. Es esta ocasión, los hechos pesaban más que el cuento, y no ha quedado más remedio que rectificar, pero no es un caso aislado.
The Guardian y The New York Times han enfrentado críticas similares por enfatizar víctimas palestinas sin contextualizar las tácticas de Hamás. El grupo terrorista no tiene escrúpulos a la hora de sacrificar a su población como escudos humanos y herramienta de legitimación retórica. Si Israel hace bien o no al momento de sobreponerse a su táctica es otro tema, y supone un debate profundo, pero nada es blanco o negro. Este caso subraya la necesidad de rigor periodístico en un conflicto donde la desinformación abunda. El sufrimiento humano es evidente, se está en guerra. Esta realidad obliga al público a consumir noticias con escepticismo, buscando fuentes diversas para entender un panorama tan dividido por la incapacidad de encontrar un análisis no politizado.
