Suma y sigue. El Ejecutivo sanchista afronta una nueva sacudida institucional tras la dimisión de José Antonio Marco Sanjuán, presidente del Tribunal Económico-Administrativo Central y número tres de María Jesús Montero, ministra de Hacienda. Su salida se produce después de la publicación de gravísimas acusaciones que lo vinculan con el cobro de más de 100.000 euros en efectivo, presuntamente entregados por un empresario a cambio de favores fiscales y archivar expedientes millonarios para evitar sanciones administrativas severas.
De acuerdo con las informaciones de El Debate, los pagos habrían tenido como finalidad manipular resoluciones del TEAC para favorecer a determinadas empresas, anulando reclamaciones tributarias por cuantías millonarias -casi nada-. Las entregas de dinero se habrían realizado en un hotel próximo a la sede del tribunal, empleando incluso el teléfono oficial del Ministerio para coordinar los encuentros -total, ya puestos-.
El caso ha provocado una reacción fulminante por parte del Ministerio de Hacienda. El Gobierno no está ahora para auspiciar presuntos corrputos. María Jesús Montero solicitó «explicaciones» al aparato. Horas después, el ahora ex alto cargo presentó su renuncia por “motivos personales”. Su cese ha sido formalizado hoy martes por el Consejo de Ministros.
Sánchez necesita zanjar el asunto con rapidez, pero no parece que vayan a cumplirse sus deseos. El caso vuelve a poner sobre la mesa la opacidad y la nula regeneración institucional del Estado -argumento, no lo olviden, bajo el que se movilzó la moción de censura-. Marco Sanjuán ocupaba el cargo desde hace seis años. Anteriormente presidió el TEAC en Castilla y León, donde, según las mismas informaciones, ya habría incurrido en prácticas similares. Algunos de los expedientes anulados durante su mandato afectan a empresas con vínculos conocidos y pagos mediante intermediarios.
El Desgaste del Gobierno ya no es progresivo, sino exponencial. El afianzamiento en el poder a costa de la rendición de cuentas pasa una factura considerable, en especial mientras siguen multiplicándose los presuntos escándalos de corrupción. La rapidez y efectividad con la que se ha pretendido cerrar el episodio no despeja las dudas sobre el control político de los organismos técnicos, sino más bien todo lo contrario, y la cultura de impunidad que parece instalarse en algunos rincones del aparato estatal empiezan a cansar. Presidente, vaya desenpolvando su Manual de Resistencia, porque lo va a necesitar.