El municipio de Calella de Palafrugell es uno de los epicentros de esta música de importación cubana en Cataluña. Desde hace casi sesenta años se celebra en esta localidad una cantada de habaneras que tradicionalmente solía cerrarse con una interpretación de ‘El meu avi’, una obra compuesta por Josep Lluís Ortega-Monasterio. Sin embargo, en esta ocasión, parece que solo se entonará la habanera más popular de la región si el público, como sucedió en Palamós no hace mucho, actúa con rebeldía.
Explicaciones
La alcaldesa del municipio, Laura Millán (PSC), ha explicado en TV3 que “no vetan ‘El meu avi’, pero que sí han solicitado que no sea el canto final”. “Lo que ocurre es que no merece la simbología, el prestigio, que tiene este canto final”, ha matizado.
Todo este afán de desdibujar la simbología popular, cultural e histórica del consistorio socialista es fruto de un documental emitido por la Corporació Catalana de Mitjans i Audiovisuals. Un largometraje que, bajo el título ‘Muros de silencio‘ acusaba a Ortega-Monasterio de haber estado vinculado a una red de tráfico y explotación sexual que operó a caballo entre Cataluña y Aragón, entre los años setenta y noventa.
Demanda
Este producto audiovisual, además, contrasta con el comunicado que la familia del afectado, fallecido en 2004, publicó hace pocas horas desmintiendo las acusaciones que pesan sobre el compositor.
Los Ortega-Monasterio subrayan que estas elucubraciones “ya fueron juzgadas en 1984 y 1985, y tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo declararon inocente a Josep Lluís Ortega-Monasterio”. En el cuerpo del texto, sus sucesores también notifican que han emprendido acciones legales contra Anna Teixidor, responsable del documental, y la CCMA.
La demanda ha sido aceptada y admitida a trámite, y la familia reclama una rectificación pública y una indemnización de un millón de euros. Unos fondos que, en caso de percibirse tras la afrenta judicial, los Ortega-Monasterio ya han anunciado que irán destinados a la promoción de la cultura catalana.
Hartazgo
Este debate está provocando una profunda división en la sociedad catalana, cada vez más inmersa en la influencia de la ideología woke. En lugar de centrarse en problemas reales y urgentes, se priorizan debates sobre la simbología y la identidad que, lejos de contribuir al progreso social, juzgan el pasado con los ojos prejuiciosos del presente.