Este fin de semana hemos publicado en EL LIBERAL una entrevista de Xavier Costa a Mateu Hernández Director General de Turisme de Barcelona. Sin duda el tema más polémico, una vez desbloqueada la ampliación del Aeropuerto, es el de los cruceros.
La postura de Turisme de Barcelona es rotundamente favorable a los cruceros como se desprende de la entrevista a su director general. Para Mateu Hernández: «Detrás de los cruceros está la conectividad aérea, que hace a Barcelona más competitiva globalmente».
Transformar el puerto
Partiendo de este objetivo, se justifica la postura de apostar por terminales más grandes y gestionadas por los grandes monstruos del sector: MSC y Royal Caribbean, en perjuicio de operadores actuales como GPH. Se trata, según la versión oficial, de transformar Barcelona en un puerto base, lo que favorecería vuelos tanto de Estados Unidos como de Asia, principalmente, que traerían vía aérea a los cruceristas que embarcarían en Barcelona.
Hernández pasa del soslayo sobre los problemas de masificación que denuncian las organizaciones contrarias a las nuevas terminales. Según Turisme de Barcelona se reducirán las terminales, así esta previsto, pero obviando que no va a disminuir el número de cruceristas, que sigue aumentando año a año, aunque el número total de turistas esta estancado en 15 millones. Y, lo que es más delicado, aumentará su visibilidad por nuestras calles dado el gran tamaño de los cruceros que tienen previsto visitar Barcelona por ejemplo el Legend of Seas.
Turismofobia
Soy un defensor del turismo. Es un motor económico insustituible para nuestra ciudad. Precisamente por ello debe gobernarse adecuadamente para evitar que crezca la turismofobia, ya muy presente en Barcelona.
La llegada de cruceros con más de 6000 pasajeros va a tener un impacto molesto en los puntos más emblemáticos de la ciudad que animará las protestas. Convertir El Prat en un aeropuerto de conexiones tiene un coste medioambiental elevado y para los vecinos de los municipios limítrofes, sobreexplotar el turismo no parece una medida sostenible. Y los cruceristas no son precisamente el tipo de turista que mejor se adapta a la vida cotidiana de la ciudad.
A los responsables del turismo en la ciudad les pediría que antepongan la sostenibilidad al glamour de las grandes compañías y a los intereses del Puerto de Barcelona, legítimos, pero que deberían subordinarse al interés general de la ciudad y sus vecinos. Los políticos tienen la última palabra.
