El Hermanísimo se nos va. David Sánchez ha abandonado España con destino a Japón tras obtener un visado de reagrupamiento familiar. Aunque su salida es legal -está casado con una japonesa y no se le ha retirado el pasaporte-, la partida levanta suspicacias al producirse mientras está procesado por presunta prevaricación y tráfico de influencias en su etapa como alto cargo de la Diputación de Badajoz. Su mujer, por cierto, también estuvo bajo escrutinio en su día por un nombramiento algo peculiar, al que acabó renunciando.
El visado japonés le permite residir un año en el país asiático. Según fuentes consulares, el permiso fue tramitado en el Consulado de Japón en Madrid, pese a que Sánchez declaró residir en su palacete de Elvas, lo cuál debería obligarle a realizar el trámite en Lisboa. La facilidad con la que se ha obtenido la autorización es extraña.
La salida del país coincide con la apertura de juicio oral contra él y otros cargos socialistas extremeños, acusados de participar en una trama de enchufes en la Diputación. La defensa sostiene que Sánchez ha viajado para reunirse con su pareja, residente en Japón, y que regresará para comparecer ante la justicia española.
Los privilegios y el trato diferenciado hacia familiares de altos cargos es evidente. ¿El sentido de la maniobra? Esquivar la presión mediática y judicial; manual del buen Borbón, vamos.
La condena es casi unánime. A excepción de los sectores más afines -fanatizados- del Gobeirno, la postura es clara; el abandono del territorio nacional en plena investigación judicial es, cuanto menos, inoportuno.