Parón a la guerra arancelaria. Washington y Bruselas firmaron en domingo un nuevo acuerdo comercial entre Europa y Estados Unidos para establecer las bases que regularán a partir de ahora el comercio entre potencias. El pacto -bautizado como pragmático por la CE- ha protegido a los sectores de mayor valor añadido del viejo continente -como la aeronáutica, el automóvil o el lujo- a costa de dejar más expuestos a los productores agrícolas -se ve que no estaban lo suficientemente vulnerables-.
Airbus logra mantener sus exportaciones sin aranceles gracias a un acuerdo “zero-for-zero” para el sector aeronáutico. Esta concesión, celebrada en Francia -la compañía es casi franca-, contrasta con la severidad que enfrentará a partir de ahora el sector vinícola francés, que sí se verá afectado por un arancel general del 15 %. La industria automotriz también respira: los fabricantes alemanes e italianos evitan el castigo del 25 % inicialmente previsto, y asumirán finalmente un 15 %, lo que mejora su posición frente a competidores de Canadá y México, a los que sí se aplica esa tarifa más alta. A su vez, el aumento en los costes productivos que los fabricantes de coches estadounidenses experimentarán como consecuencia de otros gravámenes -acero principalmente-, hacen más económico para el consumidor americano recurrir al mercado europeo. De la misma manera, los productos de lujo -con alta capacidad de mantener márgenes- y las farmacéuticas han salido relativamente indemnes.
El campo vuelve a pagar la factura. El acuerdo no contempla excepciones para productos agrícolas, lo que afecta de lleno a exportaciones de vinos, quesos, aceites o embutidos. España sufre aquí; su superávit agroalimentario con EE. UU. ha sido clave en los últimos años. El sector, ya de por si vulnerable, se ve aún más damnificado. El aluminio y el acero, penalizados con un arancel del 50 %, completan la lista de víctimas, dañando a su vez la industria estadounidense. Habrá que ver cuánto tardan los lobbies en hcaer recular a Trump.
En el trasfondo, persiste el amplio superávit comercial de la UE con EE. UU., que no dejaba de ser el argumento principal de Trump para reequilibrar la balanza. A cambio de evitar aranceles más altos, Europa se ha comprometido a comprar más energía y defensa estadounidenses. Este punto es el que ha generado más polémica, con un compromiso multimillonario para la compra de armamento. Este punto, pero, no es nuevo. Las inversiones a ejecutar por Europa tras el compromiso para aumentar el gasto en defensa ya iban a producirse en el mercado americano, a falta de competidores que sean también aliados.