La Asamblea Legislativa de El Salvador ha aprobado oficialmente una reforma constitucional que elimina los límites a la reelección presidencial, extiende la duración de los mandatos y suprime la segunda vuelta electoral. Con estos cambios, Bukele consolida un modelo de poder sin contrapesos que, con independencia a la simpatía ideológica que el resto de su agenda pueda generar, debería hacer arquear la ceja a más de uno.
BREAKING: El Salvador approves indefinite presidential reelection and extends presidential terms to six years. https://t.co/CXzG27wAbp
— The Associated Press (@AP) August 1, 2025
La reforma se ha aprobado con 57 votos a favor y apenas tres en contra, y permite que el presidente pueda ser reelegido indefinidamente, algo expresamente prohibido en la Constitución hasta una polémica reinterpretación judicial en 2021. Además, se amplía el período presidencial de cinco a seis años y se elimina la obligación de obtener más del 50 % de los votos para ganar en primera vuelta, facilitando la victoria por mayoría simple. El 30% de los sufragios pueden asegurarle a uno la silla presidencial.
Estos «cambios» -evitaremos llamarlos por su nombre- se suman a una serie de decisiones adoptadas desde que Bukele asumió la presidencia en 2019, entre ellas la destitución de magistrados de la Corte Suprema y del fiscal general, la militarización de la Asamblea Legislativa en 2020, y el creciente uso del estado de excepción como herramienta permanente de seguridad interna.
Estas reformas erosionan de forma sistemática y calculada la institucionalidad democrática en el país y neutralizan la separación efectiva de poderes. La eliminación de los contrapesos y de los mecanismos electorales que garantizaban la competencia justa abren la puerta a un régimen autoritario con fachada electoral.
Bukele goza de altos niveles de popularidad por lo efecitvo de sus políticas, y ha justificado estas reformas como una forma de «respetar la voluntad del pueblo». Vale destacar la veracidad de este hecho; Más del 80% seguría votando por él. El resto de medidas con qué se acompaña la reforma son, sin embargo, preocupantes. Si lo único que pretende es representar una voluntad popular que «lo alaba», ¿por qué reducir drásticamente los votos necesarios para asumir la presidencia? No olvidemos, por otro lado, que él mismo dejó entrever en diversas ocasiones que, a su juicio, la reelección indefinida era contraria a los principios democráticos. Señores, que no nos ciegue la simpatía; esto no pinta bien.