Las estadísticas siempre son parcelaciones de la realidad, cuya interpretación es muy importante. En los últimos días, decenas de medios publican, a partir de una información de Aemet, que las oleadas de calor durante este verano han acabado con la vida de más de 1.500 conciudadanos.
Cuestión de cálculos
El asunto subyacente a esta conclusión es cómo se ejecutan los cálculos. Es decir, de aquí puede derivarse una praxis errónea, análoga a la de la pandemia. Cosa bien distinta es morir con coronavirus, que morir de coronavirus. Con el calor, el razonamiento debería ser exactamente igual: no es lo mismo morir con calor, que morir de calor.
El Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) ha determinado que este verano llevamos ya 1.504 fallecimientos en España a causa del calor. Paradójicamente, las comunidades autónomas que acumulan más decesos en julio son: Cataluña, con 250 muertos; Madrid, con 129; y Galicia, con 107. Una información que no resulta coincidente si se investiga dónde ha hecho más calor este verano: para variar, Andalucía lidera el ranking, seguida de Extremadura y Castilla-La Mancha.
Contraste
Hecho además, este último, que contrasta con una información publicada recientemente en EL LIBERAL, donde se resaltaba que hacía 100 años que no llovía tanto en Cataluña. Por ende, si este mes de julio ha sido térmicamente agradable, no se entiende que sea la autonomía con más muertes por calor. También carece de sentido que Cataluña mantenga una proporción de 250-0 con la Comunidad Valenciana, una región con temperaturas similares.
O bien se están interpretando mal los datos, o bien se está aplicando el mismo automatismo mecánico que durante el COVID: toda muerte registrada por encima del umbral medio se atribuye sin más al factor de moda. Así se construyen relatos, no realidades. Y aunque los medios lo repitan como un mantra, ni el calor mata en abstracto, ni el MoMo certifica causas de defunción: mide desviaciones. Pero la narrativa ya está colocada, y cuestionarla implica salirse del rebaño.