Desde la reforma laboral de 2021, el contrato fijo discontinuo ha ganado peso tanto en uso como en polémica en el mercado laboral español. Se presenta como «un modelo intermedio» entre la estabilidad del indefinido y la flexibilidad del temporal. Hoy supera el medio millón de afiliados y ha pasado a formar parte del discurso político como ejemplo de «avance en la calidad del empleo», usándose como parte indispensable para articular el relato de bonanza económica del Gobierno socialista. Sin embargo, los datos utilizados para defender esa mejora merecen un análisis más riguroso.
Las estadísticas oficiales contabilizan el fijo discontinuo como empleo indefinido; estable, seguro y de retribución sostenida en el tiempo. Para determinar si eso es cierto, lo más lógico sería comparar el total de horas que el trabajador fijo discontinuo trabaja a lo largo del año con las horas del indefinido, ya que se entiende que la paga por tiempo trabajado es igual en ambos casos. Aquí surge el primer problema, y es que en cómputo global no abundan precisamente estudios generales -¡sopresa!-. Es decir, no hay un estudio ni suma de los mismos que nos compare las horas totales trabajadas a lo largo de un año entre un fijo discontinuo y un contrato indefinido para todos o diversos sectores. Tenemos datos a medias y estudios sueltos, nada más.
En concreto, destaca el informe Relación entre las horas trabajadas y el tipo de contrato: ¿Ha cambiado tras la reforma laboral? publicado por BBVA Research en 2023, que nos dice que los trabajadores con contrato fijo discontinuo realizan un 11 % menos de horas a la semana que los trabajadores con contrato indefinido ordinario. ¡Estupendo! Eso significa que el fijo discontinuo trabaja prácticamente las mismas horas anuales que el indefinido y que por lo tanto neutraliza la temporalidad… ¿verdad? Pues no. El estudio se basa en los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), que recoge las horas efectivamente trabajadas durante la semana previa a cada entrevista. Esto implica que la medición excluye todas las semanas en las que un trabajador fijo discontinuo no ha sido llamado a trabajar, aunque siga vinculado a la empresa. Es decir, las cifras reflejan únicamente la comparativa entre jornadas semanales durante los periodos activos, no el total de horas trabajadas en el conjunto del año. Prueba de ello lo es la metodologia que usa la EPA, recogida en la página 5 de este documento sobre el diseño de sus encuestas.
Para que quede bien claro; el fijo discontinuo trabaja, de media, un 11% menos que el indefinido durante las semanas en las que trabaja. El problema es que sabemos que durante muchas semanas al año -hasta 6 meses- no suelen trabajar ni cobrar; aquí está la trampa. A pesar de ello, hemos visto estadísticas oficiales que presentan estas cifras como si fueran representativas del empleo equivalente a tiempo completo, contribuyendo a inflar artificialmente la calidad global del mercado laboral. Tenemos más datos que avalan la distancia entre ambos tipos de contrato. Sabemos que el 43 % de todos los contratos fijos discontinuos corresponden al sector de la hostelería, donde sí se dispone de estimaciones más completas sobre semanas trabajadas a lo largo del año.
En la Península, un trabajador fijo discontinuo en hostelería trabaja unas 28 semanas al año, es decir, alrededor de 6-7 meses. En Baleares, donde la actividad se prolonga por la temporada turística, se alcanza una media de 39 semanas: 9 meses. Si sobre esas semanas activas aplicamos el 89 % de jornada semanal respecto a un indefinido ordinario en base al informe de BBVA, los resultados anuales son claros: el trabajador peninsular realiza el equivalente al 50 % de la jornada anual de un indefinido, y el de Baleares, un 65 %. Como el reparto geográfico es aproximadamente equitativo, se puede establecer una media del 58 % del tiempo anual trabajado respecto a un indefinido. En este sector, que emplea a casi la mitad de todos los contratos fijos discontinuos que existen en España, sabemos por lo tanto que quiénes desarrollan su actividad bajo este régimen trabajan -y por lo tanto cobran- solo el 58% del tiempo que trabaja un indefinido. Vale destacar aquí lo siguiente; el sector hostelero es más precario y estacional, por lo que compararlo directamente con el global de indefinidos para todos los sectores productivos es falaz. Otro dato, pero, nos da la clave; sabemos que casi la mitad de las personas que tienen este tipo de contrato trabajan allí… ¿Conclusión? Es un contrato para la precariedad, que capitanea los sectores menos estables y maquilla los datos de empleo.
Este dato es fundamental para entender el verdadero volumen de empleo generado bajo esta figura contractual. Aunque computan como indefinidos a efectos estadísticos, la realidad es que, con los datos que tenemos -solo de un sector-, vemos que trabajan poco más de la mitad del año, con jornadas además reducidas respecto a la media. Mientras tanto, otros sectores que también concentran contratos fijos discontinuos —como agricultura, comercio, educación no reglada o servicios administrativos— carecen de estimaciones anuales sobre su actividad, dificultando aún más una valoración global honesta. Dicho esto, se aproxima que agricultura, construcción y comercio, concentran al 19% de los fijos discontinuos. Sin datos específicos sobre su régimen. No nos engañemos; no suelen ser sectores demasiado estables, por lo que podemos asumir resultados similares: un 62% de los fijos discontinuos desarrollan su actividad en ámbitos de manifiesta y bien conocida precariedad.
Contabilizar como empleo equivalente a tiempo completo un fijo discontinuo es, en definitiva, deshonesto. Hacerlo así distorsiona las estadísticas de empleo y da una imagen más sólida de la que realmente existe. El maquillaje es legal, pero no deja de ser maquillaje.