La Trinca inmortalizó con su canción, el Bayón de la OTAN, el cambio de postura de los socialistas españoles respecto a la OTAN. Ahora Zapatero, Sánchez e Illa están andando el camino contrario aunque no parece que ninguna banda, y menos catalana, vaya a inmortalizarlo. Hasta en eso estamos de capa caída.
Si Felipe González basó su política exterior en superar el aislacionismo franquista e integrarse en las instituciones europeos y atlánticas, los socialistas, por liderar el discurso antiamericano tan apreciado en España y quizás por razones más prosaicas si creemos a Alma Ezcurra, parece decidido a iniciar el camino contrario en el sentido de acercarse a los BRICS y, especialmente, a China.
Me parece lógico buscar nuevos mercados en momentos de incertidumbre y China sin duda es el emperador de los BRICS. Lo que no me parece nada loable es blanquear una dictadura como la china, situada en las antípodas de las políticas que dicen defender nuestros progres. En China las elecciones son una farsa, la libertad de prensa no existe, internet está bajo control estatal, los opositores desaparecen y los caídos en desgracia se suicidan. El control migratorio es absoluto, las fronteras son impenetrables, el movimiento LGTBI es como mucho tolerado, las minorías étnicas son marginadas, los derechos de los trabajadores están a años luz de occidente. Sus expatriados no se integran y siguen sometidos a los controles de su gobierno.
China no admite comparación con EE.UU en términos de de democracia. Y por mucho que se odie a Trump, no deja de ser un presidente elegido democráticamente y con fecha de caducidad. De hecho, ya ha anunciado que no se presentara en 2028, lo que rebate el discurso de querer perpetuarse en el poder algo que no esta en la cabeza del partido comunista chino ni de Xi Jinping
La última ocurrencia, los acuerdos con Huawei, podrán ser muy beneficiosos para el clan Zapatero, pero van a tener un grave coste para España convertida en un país sospechoso para la UE, EE.UU e Israel por la deriva antioccidental de nuestros dirigentes.
No quiero ni imaginarme un mundo en el que China sea el gran dominador económico y político. No se lo deseo a nuestras jóvenes generaciones. Y colaborar a que ello sea posible me parece una política despreciable. Entre China y EE.UU no hay color por mucho que el lobo chino se disfrace de mansa ovejita. Siempre con los americanos, a pesar de que Trump haya decidido apretarnos las clavijas, lo que, en parte, los europeos nos hemos ganado a pulso.
Este amor de nuestros progres a China, el islamismo y a dirigentes latinoamericanos como Maduro, auténticos capos mafiosos, son una prueba fehaciente de que no creen en nada más que en detentar el poder. Desgraciadamente, no queda nada del socialismo democrático que modernizo España tras la dictadura.