«The art of the deal» o «El arte de la negociación», por Donald Trump. Pocos minutos después de que Vladímir Putin haya pisado suelo estadounidense para la anticipada cumbre en Alaska, Donald Trump ha dejado las cosas claras. Tras el apretón de manos en la alfombra roja y las obligadas fotos oficiales, un fuerte rugido ha ensordecido a los presentes. ¿El causante? Un bombardero furtivo B-2 Spirit, arma enseña del arsenal americano con una de las tecnologías bélicas más avanzadas del mundo, ha sobrevolado la base militar donde se desarrollará la reunión, acompañado por cazas F-22 Raptor.
Trump just flew a B-2 stealth bomber over Putin’s head…
— Geiger Capital (@Geiger_Capital) August 15, 2025
Absolutely incredible. pic.twitter.com/2bsnssRv9f
El mensaje es transparente: la reunión se celebra entre iguales, sí, pero bajo el recordatorio visual de la supremacía militar estadounidense. Su mera silueta es un causa pavor, más tras el reciente recuerdo de Irán.
El despliegue aéreo ha sido presentado oficialmente como protocolo; parte de la ceremonia de bienvenida. Sin embargo, el símbolo elegido no es inocente. Trump tiene sus taras, pero domina la narrativa visual. El despliegue está sacado de su manual de negociación; impresionar, fijar el marco de la conversación y proyectar fuerza antes de entrar a discutir cualquier concesión.
Putin, por supuesto, se ha mantenido impasible. Está en su naturaleza no dejarse impresionar. Toma nota, eso seguro, pero jamás mostrará un ápice de debilidad, veng en forma de impresión, halago o rechazo.