Un primer paso. El encuentro más anticipado de la década entre Trump y Putin se ha dado a lo largo de esta madrugada -hora española- en Anchorage, Alaska, concluyendo en avances simbólicos y el acercamiento personal entre los líderes de las potencias aunque sin un paso explícitamente tangible en torno a la guerra en Ucrania. Ambos califican el encuentro de productivo, y destacan las buenas palabras de Putin hacía Trump y su aparente intención de finalizar el conflicto.
Todo el protocolo se ha pensado para transmitir la idea de un acercamiento personal. “Hoy escuchamos al presidente Trump decir que, si él hubiera sido presidente, no habría habido guerra. Creo que así habría sido. Lo confirmo”. Contundentes palabras por parte de Putin, que sirven al relato del republicano y sonrojan al aparato demócrata. El ruso ha subrayado a su vez la relación de “confianza y profesionalidad” que han construido.
Trump no ha detallado compromisos específicos, pero inisiste en que las conversaciones han permitido “algún progreso”. Tiene claro que cualquier paso hacia un alto el fuego en Ucrania requerirá necesariamente la aprobación del presidente Zelenski. “No se puede llegar a un acuerdo sin Ucrania”.
Putin es tajante en punto clave; «las causas fundamentales de la guerra siguen sin resolverse», aludiendo a la expansión de la OTAN y al estatus de las regiones ucranianas ocupadas, que Moscú sigue considerando parte de su territorio. No ha habido la más mínima señal de flexibilidad en estas posiciones, limitando las perspectivas.
El quorum mediático parace coincidir en que la ganancia simbólica más relevante se la lleva el Kremlin. La imagen de Putin recibido con honores en territorio estadounidense supone un impulso de legitimidad internacional. A Trump el evento le permitió proyectar un rol de negociador global, en línea con sus ambiciones políticas y más allá.
