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¿Quién es el rey del juego sucio?

Maxwell, sentenciada a 20 años de cárcel, acaba de ser transferida desde una prisión de alta seguridad en Tallahassee (Florida) a un campo de prisioneros de baja seguridad

El presidente de los EE.UU, Donald Trump.
El presidente de los EE.UU, Donald Trump.

El 30 de mayo de 2024, un jurado del condado de Nueva York declaró a Donald J. Trump (Trump) culpable de 34 delitos y la Corte Suprema del estado de Nueva York (CSNY) fijó el 14 de julio como fecha límite para dictar la sentencia. Atendiendo a una decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos (Trump v. United States,603 US 593 [2024]), la CSNY retrasó la imposición de la sentencia hasta el 18 de septiembre y a petición del acusado la CSNY decidió el 6 de septiembre retrasarla, si fuera necesario, hasta el 26 de noviembre, una vez concluidas las elecciones presidenciales en las que Trump resultó elegido presidente. El 10 de noviembre el acusado pidió “la retirada del caso en interés de la justicia” aduciendo, además de la inmunidad presidencial, el haber sido sometido a una persecución ilegal (unlawful), políticamente motivada, por el fiscal. Seguro que a algunos por estos lares les resultarán familiares los argumentos del acusado.

A pesar de que el auto del CSNY publicado el 3 de enero de 2025 resalta que el “desprecio del acusado hacia la Tercer Poder del gobierno, ya sea del estado o federal, es un asunto de conocimiento público”, como prueba que el tribunal declarara “culpable al acusado de 10 cargos de menosprecio (contempt) por violar repetidamente la Orden de Restricción de Declaraciones Extrajudiciales de este Tribunal”; a pesar de que el tribunal rechazara las alegaciones nunca corroboradas del defendido en contra del comportamiento de los miembros del jurado, a pesar de los reiterados intentos del defendido de descalificar la actuación del mismísimo tribunal, rechazados en las tres ocasiones por la División de Apelación; a pesar de que el “Tribunal rechazó el argumento del acusado de que proceder a dictar sentencia quedaba excluido” por mor de la inmunidad presidencial y fijara el 10 de enero para dictar sentencia, lo cierto es que el juez Merchan acabó por no imponerle pena alguna al felón convicto, el primero de su condición en acceder a la Casa Blanca donde ejerce de Gran Negociador internacional desde entonces. Por cierto, el audio de la sentencia del tribunal ya no está disponible en la página de internet del Sistema Unificado de Tribunales del Estado de Nueva York.

Un ‘suicidio’ muy oportuno

Las noticias aparecidas sobre la larga relación mantenida entre el hoy presidente de los Estados Unidos y Jeffrey Epstein, otro tipo genial (terrific guy) ya saben, hasta que dejó de serlo, ha obligado a la Casa Blanca a poner en marcha una operación de ultra blanqueo para tratar de desviar la atención del siniestro asunto. El Wall Street Journal publicó el 17 de julio un artículo donde daba cuenta del álbum colaborativo entregado a Epstein con motivo de su quincuagésimo aniversario en 2003. El álbum incluía un texto mecanografiado (“Los enigmas nunca envejecen. Un compañero es una cosa maravillosa, Feliz cumpleaños y que cada día sea otro secreto maravilloso. Donald”) enmarcado en el contorno de una mujer desnuda. El presidente ha negado ser el autor del mensaje y el dibujo -Yo no escribo así, ni dibujo, ha dicho Trump- y ha puesto una querella contra la publicación de Murdoch a la que reclama 10.000 millones de dólares. Un mérito hay que reconocerle al felón: no pierde ninguna oportunidad de embolsarse un buen puñado de dólares.

Para despejar las dudas suscitadas, Trump ordenó a Pam Bandi, fiscal general, intentar hacer públicos documentos secretos recogidos durante la investigación del Gran Jurado sobre el caso Epstein y el Departamento de Justicia así lo solicitó a un juez de Nueva York aduciendo el interés público del material. Por su parte, el FBI, organismo dependiente del Departamento de Justicia, publicó el 6 de julio de 2025 una nota de apenas página y media donde sintetizaba los resultados de la exhaustiva investigación realizada de todos los fondos y documentos encontrados, ¡más de 500 gigabytes!, sobre el caso Epstein: 1) no existe evidencia alguna de que la muerte de Epstein, ocurrida en la Unidad de Estancia Especial del Centro Correccional Metropolitano de Nueva York el 10 de agosto de 2019, no fuera un suicidio; y 2) aunque existe más de un millar de videos e imágenes de pornografía infantil y el número de víctimas excede el millar, no existe ninguna ‘lista de clientes’ incriminatoria. 

El informe del FBI ni siquiera menciona algunas de las circunstancias anómalas detectadas. Para empezar, el preso no estaba acompañado por otro recluso en su celda como había sido ordenado y los vigilantes del Centro incumplieron su obligación de realizar las obligadas rondas nocturnas, entre las 22:40 del 9 de agosto en que Epstein fue encerrado en su celda y las 6:30 de la madrugada siguiente, para comprobar el estado del prisionero. En segundo lugar, los guardias falsificaron los informes correspondientes para ocultar su negligencia. En tercer lugar, en el video disponible, editado y analizado por el FBI, se puede observar a una persona con vestimenta naranja transitando en la proximidad del sector del Centro donde se encontraba la celda de Epstein. Por último, quizá no haya una lista de clientes, pero Trump conocía al menos desde mayo que su nombre aparecía en esa documentación, porque así se lo había comunicado Bondi.

Hay más. Como relata su hermano Mark, Epstein había aterrizado en su jet privado en New Jersey en julio de 2019, un mes antes de su muerte, sin sospechar que iba a ser arrestado en cuanto pisara el aeropuerto. Mark “piensa que otro prisionero podría haber entrado en la celda de su hermano”. Afirma también haber recibido información de que “no todas las celdas habían sido cerradas con llave esa noche”. Para aumentar las dudas sobre lo sucedido, “una cámara dirigida a la puerta de su celda no funcionaba esa noche”. A nadie puede sorprender que el hermano de Epstein reclame “una investigación completa… [porque] si uno mira a toda la evidencia, la autopsia y las fotografías de su cuerpo, la basura del informe del Departamento de Justicia, plagado de inexactitudes, nunca se podría llegar a la conclusión de que fue un suicidio”.

¿Quién me robó mi joven masajista?

El pasado 23 de julio, Steven Cheung, director de comunicación de la Casa Blanca despachó el asunto de la ruptura de la relación de Trump con Epstein reduciéndola a una mera disputa laboral con tintes algo sórdidos: “el hecho -dijo- es que el presidente lo echó de su club por ser una persona asquerosa (creep person). No hay nada más que una continuación de noticias falsas urdidas por los demócratas y los medios liberales”, como ya ocurriera antes con el russiangate, para socavar la credibilidad del presidente. Trump volvió a insistir en esa misma línea argumental cuando algunos periodistas le preguntaron durante su viaje a Escocia para inaugurar el Trump Turnberry, su nuevo campo de golf. De su explicación se deduce que todo marchaba estupendamente entre ellos hasta que Epstein le robó a algunas mujeres que trabajaban para él en el club de spa de Mar-a-Lago.

Resulta muy difícil tragarse que Trump pusiera en peligro su hasta ese momento excelente relación con Epstein por una razón tan aparentemente nimia. Una de las jóvenes en cuestión se llamaba Virginia Giuffre y según las noticias publicadas se suicidó en su granja australiana el 25 de abril de 2025 “tras haber sido víctima de continuados (lifelong) abusos sexuales y tráfico sexual”. Giuffre, nacida en 1984, fue captada por Ghislaine Maxwell, estrecha colaboradora de Epstein, y sufrió severos abusos sexuales entre 1999 y 2002, cuando tenía entre 15 y 18 años. No pudo ser, por tanto, la causa de la disputa entre Epstein y Trump, poque este último reconocía en una entrevista concedida al New York Magazine en 2002, tres años más tarde, que “había conocido a Jeff durante quince años. Un tipo genial. Es muy divertido estar con él. Se dice que gusta de las mujeres bellas tanto como yo y muchas de ellas tirando a jovencitas”. El nombre de Trump “aparece al menos siete veces en el listado de pasajeros en los aviones de Epstein”. No está nada mal para estar tan molesto con él.

Hay otro dato más que contradice la versión de Trump de que fue el robo de sus trabajadoras en Mar-a-Lago la causa de su ruptura con Epstein. Epstein nació en 1953 y cumplió cincuenta años en 2003, cuatro años después de que la joven Griuffe fuera captada por Maxwell en 1999. El cariñoso y sugerente mensaje de felicitación de cumpleaños que Trump le envió demuestra la buena relación que existía todavía entre ellos a pesar de que Epstein le hubiera ‘robado’ a la hábil masajista de su Spa en Mar-a-Lago cuatro años antes. Como la familia de Giuffre ha señalado muy oportunamente, lo que estas declaraciones demuestran es que Trump conocía muy bien la naturaleza de los negocios de Epstein. 

La alargada sombra de Epstein alcanza también al cuándo y cómo conoció Trump a Melanie Knauss tras llegar a Estados Unidos con un visado de turista en 1996. La versión oficial dice que fue Paolo Zampolli, fundador de la agencia ID Model Management quien le consiguió (como a muchas otras modelos) un visado y se la presentó a Trump en 1998, aunque otras versiones le otorgan ese papel a Epstein y sitúan el encuentro decisivo a bordo del “Lolita Express”. Por cierto, que Zampolli, muy próximo a Melania, ya desempeñó un papel muy visible durante la primera Administración Trump y fue nombrado en marzo Representante Especial para Colaboraciones Globales (United States Special Representative for Global Partnerships). Quizá no sea mera casualidad que la página de internet de la Oficina para Colaboraciones Globales (Office for Global Partnerships) del Departamento de Estado dejara de actualizarse el 20 de enero de 2025, el día en que Trump tomó posesión como presidente.

En los últimos días, Trump ha llegado a afirmar que si su nombre aparece en la documentación sobre el caso Epstein-Maxwell es que algún malvado liberal lo habrá puesto allí para calumniarle. Ante este panorama, produce infinita desazón ver a la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen y al primer británico Starmer, haciendo el papel de convidados de piedra, sin atreverse a levantar la voz ante un mentiroso compulsivo y felón convicto que continúa impertérrito jugando hoyo tras hoyo mientras en los bunkers quedan enterrados los cadáveres de sus antiguos amigos y empleados. Ningún político en la Europa Occidental posee hoy la talla suficiente para plantarle cara. Así nos va y peor que nos va a ir mientras nuestros líderes sigan arrugándose cada vez que Trump nos amenaza. 

P.D. Por si alguien no ha caído en la cuenta: Epstein fue arrestado en julio de 2019 y fue encontrado muerto en el Centro Penitenciario de Nueva York el 10 de agosto de 2019 siendo Trump presidente de los Estados Unidos. Maxwell, sentenciada a 20 años de cárcel, acaba de ser transferida desde una prisión de alta seguridad en Tallahassee (Florida) a un campo de prisioneros de baja seguridad para presos no violentos de cuello blanco en Bryant (Tejas). El traslado se produjo después de que Blanche, suplente del fiscal general en la actualidad y abogado personal de Trump anteriormente, mantuviera varios encuentros con la reclusa en la prisión de Tallahassee. Naturalmente, el abogado de Maxwell se apresuró a declarar tras esos encuentros que no había habido “peticiones ni promesas”. Pero para Chuck Summer, líder de la minoría demócrata en el Senado, el encuentro con Maxwell apesta a corrupción al más alto nivel.

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